Opinión

Expulsados

El PSOE ha comunicado la expulsión del exsecretario general del Partido Socialista de Euskadi (PSE) Nicolás Redondo Terreros por su “reiterado menosprecio” a las siglas del partido. Se había alejado de muchas de las tesis de la dirección actual del PSOE desde hace unos años, había mostrado en los últimos días su rechazo rotundo a la posibilidad de que el Gobierno acepte impulsar la ley de amnistía que exigen los partidos independentistas catalanes para apoyar la investidura de Pedro Sánchez. El exdirigente vasco se había sumado así a las críticas expresadas por diferentes figuras históricas del partido, como Felipe González, Alfonso Guerra o Joaquín Almunia.

Esta noticia nos hace pensar sobre la fuerza de las corrientes críticas dentro de un partido, un sindicato o de cualquier organización que defienda unas ideas: feminismo, ecología,etc.

¿Entenderíamos la expulsión de Felipe González? ¿Puede tener tanta fuerza la estrategia oficial de un partido para anular cualquier otra alternativa?

Veíamos el caso del anterior presidente del PP, Pablo Casado, que denunciando posibles irregularidades de Isabel Díaz Ayuso, tuvo que abandonar la presidencia. No consiguió los apoyos necesarios para llevar a cabo esta aventura y la fuerza de la presidenta de la comunidad de Madrid dejó con el culo al aire a Casado.

Expulsar es más radical: abandonar, dejar voluntariamente, dejar de pertenecer al partido; todo ello se puede entender pues tus alternativas no coinciden con la mayoría de afiliados o dirigentes. Expulsar es algo más serio.

En un sistema democrático debemos acostumbrarnos a la crítica, a la disparidad de opiniones, a aceptar que no existe el pensamiento único.

Nicolás redondo, Alfonso Guerra, Felipe González fueron dirigentes históricos; sus declaraciones y opiniones deberían enriquecer la dialéctica, apoyar el debate, la discusión, la perspectiva de un problema que se plantea a la hora de tomar decisiones que representen a la mayoría de los afiliados; en este caso, la manera de entender el paradigma del socialismo.

Expulsar huele a que los expulsados han traicionado, han intentado derrocar las estructuras, han mentido a sabiendas de su mentira, han puesto patas arriba un proyecto que engloba ideas afines al socialismo democrático.

Ignoro los motivos reales que pueden llevar a que un militante sea declarada persona non grata.

El debate es si hay debate.

¿Podrían haberse sentado a dialogar los discrepantes? ¿Qué hubiera pasado si Felipe González, Alfonso Guerra, Leguina, Nicolás Redondo o García Page se hubieran reunido con la Ejecutiva del partido para exponer sus razones en contra de la amnistía? ¿Hay espacio para los disidente?

Yo, que me meto en todos los fregados y soy como la mosca cojonera, he tenido infinidad de problemas cuando he intentado dar mi opinión.

Aceptar la crítica cuesta, pensamos en la adhesión absoluta, en el aplauso sin límites en la aceptación sin rechistar de la tesis oficiales. De otro modo se puede entender por traición y ser acusado de anatema.

¿A qué tememos cuando decimos “ no estoy de acuerdo”? ¿Por qué callamos? ¿ Por qué pensamos que es mejor el silencio?

Pedro Sánchez no lo tendrá fácil si quiere conseguir el apoyo de Puigdemont con la constitución en la mano. Ignoramos qué sucederá en los próximos meses.

Es la hemeroteca, la maldita hemeroteca la que nos recuerda que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios.

¿Nos podríamos imaginar qué sucedería si Pedro Sánchez sometiera a votación dentro de la militancia el acuerdo o desacuerdo con la amnistía? ¿Sería menos socialista el que estuviera en contra? Retumba la frase: “El que se mueva, no sale en la foto”.

Ahí lo dejo. Discutir, razonar y estar convencidos que todos somos necesarios dentro de una organización y que deberemos ir juntos para tener más fuerza.

La historia nos muestra que el pensamiento único y la dictadura del partido son malos compañeros de viaje.

Respeto, libertad, disparidad...y “UNIÓN”. “La unión nos hará más fuertes’. Podemos estar unidos aunque existan corrientes críticas.

Son malos tiempos para las guerras internas.

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