Hace diez meses el PSOE de Ceuta parecía un tren capaz de poner fin a dos décadas de gobiernos del PP en la Asamblea. Su líder por aclamación desde finales de 2021, Juan Gutiérrez, ya había laminado toda oposición interna y moldeado un partido a su medida.
Alargó el tirón de su promesa de la victoria más allá de las urnas, que le restaron 1.500 votos y un diputado, pero no cejó en su empeño de intentar convencer a Vivas de gobernar juntos. Cuando este lo despachó definitivamente su quedó sin vías y su obra se ha deshilachado a toda velocidad.
Este miércoles ha renunciado a su acta como diputado y en Daoiz se da por hecho que Ferraz acabará interviniendo de una forma u otra camino de un Congreso extraordinario para el que la delegada del Gobierno, Cristina Pérez, se presenta como nueva líder. Lo sucedido en Melilla alumbra el camino, aunque Melchor León también se postula como alternativa.
En menos de un año Gutiérrez ha pasado de parecer tener una legión detrás, empresarios afines, capacidad de influencia en la Asamblea y la Delegación, un partido disciplinado y una lista supuestamente de su plena confianza (su acta debe pasar a Fidda Mustafa, una independiente), a aferrarse a la Secretaría General de Daoiz como última plataforma de poder.
El viento fresco que algunos valoraron en su figura tras el mandato de Manuel Hernández ha terminado más viciado que nunca. Hace ocho días el que también fuera vicesecretario general de UGT en Ceuta y líder plenipotenciario del Comité de Empresa de Trace, la mayor empresa privada de la ciudad, constató que le sobraban dedos de una mano para contar a sus fieles.
Para estupefacción de quien se creyó Julio César, el 'número 2' del PSOE, Melchor León, se sumó a Nabil Rahal, Hanan Ahmed y Sebastián Guerrero contra su criterio de no votar a favor de la municipalización de la basura, una posición ideológica contranatura socialista.
En privado Gutiérrez, que le prometió todo a todos, ha reconocido que se sintió personalmente traicionado. Obligado a elegir entre la política y su puesto de trabajo se ha quedado con el segundo, encargado general por libre designación hasta ahora de Trace, algo más de 50.500 euros netos al año. Renuncia a los 2.307 mensuales que percibe como portavoz y diputado del PSOE que, además, complementa con 820 por cada reunión del Consejo de Administración del Puerto.
Fuentes oficiales socialistas han negado que la sangre haya llegado al Juzgado. No ha denunciado a sus compañeros por revelación de secretos (no sería la primera vez que se filtran audios de sus conversaciones privadas), pero en las últimas reuniones de la Ejecutiva Regional se ha mostrado paranoico con la presencia de teléfonos móviles encendidos. Tampoco a él le han acusado formalmente de amenazas.
La implosión del PSOE se cuece desde verano, cuando Ferraz vetó su primer intento por gobernar en coalición con el PP, un empeño que parte de la militancia socialista, empezando por su actual presidente, ha repudiado por escrito. Frustrado, se fue de vacaciones convencido de que tendría otra oportunidad. Le llegó en diciembre, justo antes de la moción de censura de Pamplona, pero Vivas le dio calabazas. Para siempre. Le costó asumirlo, pero hasta sus pulsos al PP con los Presupuestos, por ejemplo, dejaron de surtir efecto.
Al presidente ya no le parecía alguien confiable, como a cada vez más compañeros en el menguante círculo con el que comparte decisiones y contraprestaciones. Gutiérrez negó durante semanas y meses discrepancias internas e intentó desmentir a este periódico en repetidas ocasiones, pero al final de los Plenos Vivas parecía tener cada vez más afinidad con sus compañeros que él mismo.
La de dinamitar la municipalización de la basura ha sido su última batalla perdida. Se quedó sin eco entre sus antiguos compañeros del Comité de Empresa de Trace y sus visitas con el abogado de la patronal de la limpieza al presidente para instarle a renunciar a ese “embolao” no tuvieron éxito.
Antes de irse logró, eso sí, que el Ministerio de Educación aceptase el cese de su exdirectora provincial en Ceuta, Yolanda Rodríguez, a la que ha ascendido a consejera en Brasil. La semana pasada recibió a Pedro Sánchez al otro lado del Atlántico mientras Gutiérrez seguía haciendo números con su futuro en la misma línea personalista que le reprochan a su alrededor.
Aunque presume de democracia interna, cinco días antes de la votación sobre la basura adelantó que el PSOE no apoyaría el cambio de modelo de gestión si no se cumplían sus condiciones: incluir a las Brigadas Verdes, su último asidero público para oponerse a la muncipalización, y ampliar la jornada de todos sus compañeros de fin de semana en Trace, donde como sindicalista forjó de la mano de la patronal y a costa del erario público unas maneras de hacer con las que ha descarrilado en política.
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