Opinión

Exploración y mar profundo en la cresta centroatlántica (I)

El viaje comenzó con un retraso monumental de la compañía SATA que cubre el trayecto Lisboa-Fayal. Más de cuatro horas estuve dando vueltas por el centro del aeropuerto ahora convertido en un templo de adoración al consumo. Todos girando en torno a un eje neurálgico que pasa por las ofertas de comida, mucha ropa y todo tipo de naderías. No lo pude evitar y la escena me recordaba a la triste y sombría película “El expreso de medianoche”, en la que los presos de aquella infernal cárcel turca iban girando (no como derviches en la búsqueda de la unión con lo divino precisamente) alrededor de una zona central, mientras se empujaban, tropezaban y se amontonaban en una infinita ceremonia sin sentido ni finalidad. Ciertamente, el recinto lisboeta siempre me pareció algo rarito con techos algo bajos y vericuetos interminables pero tenía cierta gracia que ha perdido completamente. Mientras vagabundeaba con mis pensamientos me extrañó no ver a Kike Ballesteros por ningún sitio, en realidad no fuimos capaces de vernos entre tanto gentío de un lado para otro. Kike es un colega botánico buceador y montañero (en estas dos disciplinas es de los buenos) con el que comparto el espíritu de aventura, el gusto por la actividad físico-deportiva y una visión científica de la naturaleza aproximada. Además, le encantan como a mí la imagen submarina y la obra divulgativa, ambos estamos comprometidos con la conservación y la preservación de los ecosistemas. También tenemos una personalidad explosiva y apasionada, pero tengo que reconocer que es mejor científico que yo y ha profundizado en temas ecológicos en los que nunca he hoyado territorio. Es un indiscutible del proyecto “Pristine Seas” que promueve National Geographic, y está invitado a las expediciones que se realizan en este programa, realizando estudios ecológicos y trabajando para la protección de los ecosistemas más vulnerables y preciosos. Él me suele enviar materiales e imágenes de algunos lugares del mundo que recibo con alegría, pues me ayudan a completar mi conocimiento general sobre la distribución de los corales, a ellos dedico una parte importante de mi trabajo de investigación científica. Juntos también hemos realizado alguna correría norteafricana con la anécdota de una colega que recibió una defecación de uno de los macacos en los quejigos, todo lo cual interpreté como un buen augurio. Ciertamente, ella ahora disfruta de una beca Marie-Curie. Mi querido Kike escribe realmente bien y ha puesto a disposición de todos una bella crónica sobre viajes científicos en el Mediterráneo oriental por lo que recomiendo su instructivo, entrañable y divertido libro “Tras las últimas focas del Mediterráneo”.

Las Azores es una gran cordillera sumergida que recorre el Atlántico de norte a sur

Las Azores poseen una interesante historia desde su descubrimiento por parte de navegantes portugueses entre 1427 y 1432, la primera arribada a tierra parece que se produjo en esta última fecha, en la isla de Santa María y la llevó a cabo Gonçalo Velho Cabral. Anteriormente, los portugueses habían conquistado Ceuta y descubierto Madeira y estaban más preocupados en la circunvalación de África y la toma de ciudades costeras que en la colonización de unas islas tan remotas; las disputas con los castellanos por la posesión de las Canarias también tuvo su influencia y la razón del apremio del príncipe Enrique (primer comendador de Azores) por colonizar las siete islas conocidas, puesto que hasta 1452 no se descubren Flores y Corvo que completan el archipiélago. Como en otros archipiélagos atlánticos, la población fue diversa en función de los acontecimientos históricos que se sucedían en el continente. El primer contingente en colonizar las islas del este fueron portugueses que no tenían mucho que perder o que tenían incluso débitos con la justicia y verían eximidas parte de sus culpas sí accedían a colonizar por un tiempo las islas; los flamencos con afán de emprender negocios se instalaron mayormente en las islas centrales y los judíos y moriscos expulsados por Manuel I fueron ocupando sobre todo la isla de Pico. Algunos africanos fueron forzados como esclavos a residir en Sao Miguel, mientras que un puñado de berberiscos del norte de África también tuvieron que acompañar a Velho Cabral en su periplo de exploración por orden del príncipe Enrique. Las islas siempre han servido para aislar enemigos políticos incómodos en contra del absolutismo o incluso dirigentes molestos a los intereses coloniales portugueses, como el último emperador de Mozambique, que murió en la prisión de Angra do Heroismo en la isla de Terceira. Esta misma isla tiene el honor de conservar los restos de Paulo de Gama hermano del ilustre Vasco de Gama, que tuvo que arribar en Terceira para enterrarlo sin que pudiera ver por última vez las costas portuguesas como relata Julio Verne en su amena historia de grandes viajes y grandes viajeros.

Estaba invitado a una misión de exploración en el mar profundo debido a mi experiencia con la fauna de corales del archipiélago, para que completara conocimientos sobre esta temática y apoyara a los colegas de la ecología cuantitativa en sus transectos por las profundidades de un grupo de montañas (El Gigante) nunca exploradas por la ciencia. Una propuesta así es difícil de rechazar, incluso para un investigador maduro y con demasiada tarea por delante en distintos frentes, y además quería conocer de primera mano lo acontecido en el grupo de “meninas coralinas” (cariñosamente llamaba así al grupo de jóvenes investigadoras con las que compartí muchas horas de trabajo y un buen clima de colaboración en diversos viajes realizados durante varios años a la isla de Fayal), que por diversas razones se deshizo, quedando su relación quebrada. Intuía que algo más se movía en el ambiente aunque no se perciben fácilmente los motivos profundos por los que nos embarcamos en una historia de este tipo; lo que parece etéreo se nos revela en un instante y da sentido a nuestras acciones. Solo después de un informal encuentro en Porto Pim con el jefe de campaña científica Telmo Morato y un yantar en casa de Marina Carreiro-Silva junto a su marido Rodrigo (un talentoso fotógrafo que capta imágenes inspiradoras), su simpática y vitalista suegra Isabel, sus guapos hijos y el perro Flecha al que adoro como sustituto temporal de mis canes, supe percibir porqué estaba realmente de nuevo en Fayal. Sentí un impulso interior vehemente por realizar un libro pendiente sobre corales de la región que nunca se llevó a cabo, era mi razón oculta del viaje.

La dorsal extiende su influencia hasta el estrecho de Gibraltar a través de una larga falla

Las Azores constituye un archipiélago volcánico situado muy cerca de la cresta centroatlántica, que es una gran cordillera sumergida que recorre el Atlántico de norte a sur y que, debido a su actividad magmática, genera cadenas de volcanes sumergidos y, en algunos casos, islas que sobresalen de la superficie del océano. Las Azores emergieron hace unos 8-10 millones de años, entre ellas, hay islas jóvenes como Pico con menos de un millón de años y otras que sobrepasan los ocho como Santa María. No obstante, otras montañas submarinas son mucho más antiguas; algunas en la placa americana como las Corner Rise Sea Mount y otras en la placa africana como el complejo de Gran Meteor tienen al menos 80-90 millones de años (según Gente, Dyment, Maia and Goslin, 2003), lo que quiere decir de manera evidente e intuitiva que la creación de los fondos de las Azores y aledaños tienen una edad evidentemente mucho más antigua y esto será de interés para comprender la distribución actual de algunos corales peculiares.

La dorsal extiende su influencia hasta el estrecho de Gibraltar a través de una larga falla y, unido a la interacción entre las placas euroasiática y africana y a los movimientos dentro de la micro-placa de las Azores, se genera una gran inestabilidad geológica en la región. Según Madeira y Brum (2009) existe una elevada posibilidad de seísmos en las islas centrales que ya se dejaron sentir desde los primeros años de la arribada portuguesa, como la erupción sufrida por los habitantes de Sao Miguel en 1439 y más recientemente la del volcán de Capelinhos en 1957 que duró más de un año ampliando la isla hacia el este y provocando la emigración de muchas familias faialenses a Norteamérica. Actualmente se cree que el punto caliente de influencia (un mar de magma que se mueve a través de grietas en el subsuelo oceánico) está situado bajo la isla de Terceira que ,con sus tres grandes conos volcánicos amenazantes, extiende su ígnea influencia hacia todo el grupo central de islas.

Los grandes escarpes son una característica habitual de estos montes sumergidos y provocan frecuentes colapsos de gravedad y avalanchas, a las que se unen erupciones de lava y los habituales terremotos. Por todo lo expuesto, no es extraño encontrar bastante caos en estas profundidades donde solo florecen los ecosistemas ricos en zonas de gran estabilidad a lo largo del tiempo, como ya puso de manifiesto Richard W. Grigg a finales de la década de los noventa investigando sobre los volcanes sumergidos hawaianos. A los impactos naturales indicados hay que añadir los provocados por la pesca profunda que, en Azores y en las montañas que estábamos explorando, no es un asunto menor; con una de mis colegas portuguesas, Iris Sanpaio, que es natural de la misma región donde nació mi admirado Eça de Queirós, y el resto del equipo (Sanpaio et al., 2012) ya publicamos un estudio sobre los impactos pesqueros que sufren los corales en el mar profundo azoriano. Estos fondos marinos son vastas soledades insólitas circundadas por aguas superficiales (corriente de las Azores) provenientes de la actual corriente del golfo y otras profundas que conectan a las islas con el Mediterráneo o incluso la Antártida; sin embargo, la relación entre el centro del Atlántico y el Mediterráneo es antigua, cuando todavía existía el mar de Tetis; los fondos oceánicos de los que provienen las Azores tienen al menos 80 millones de años. Otros fenómenos son mucho más recientes como la famosa corriente del golfo que no tiene más de un millón de años: la edad en la que se cerró definitivamente el istmo de Panamá; con anterioridad, las aguas cálidas caribeñas terminaban mezclándose con el Pacífico. El sustrato geológico de los fondos marinos explorados puede ser tan simple como las cenizas volcánicas o las lavas almohadilladas, o tan complejos como las rocas carbonatadas generadas a partir de muchos esqueletos de organismos marinos y favorecidas por los fenómenos hidrotermales (Noé y otros, 2006 nos muestran las claves de cómo se produce este proceso de litificación).


A lo largo del viaje tuvimos la suerte de observar fenómenos sublimes e inolvidables como las concentraciones de tiburones de profundidad (hicieron las delicias de Laurence Fauconnet, una atractiva investigadora francesa experta en estos escualos que daba saltitos de alegría al verlos en la pantalla de la gélida habitación) o de peces durmientes en valles perdidos de las montañas del Gigante. Aunque si tengo que destacar algo por ser un espectáculo tan inesperado como espectacular fue el hallazgo de un nuevo grupo de fumarolas o fuentes hidrotermales que expulsan agua caliente y compuestos químicos. Estas fuentes están asociadas a las dorsales que se crean entre placas tectónicas divergentes y se producen por filtraciones de agua marina. El agua traspasa las lavas almohadilladas y el complejo filoniano (una especie de vías basálticas por las que suben las lavas provenientes del manto) y se detienen en los gabros (unas lavas más impermeables), allí se eleva su temperatura y vuelven a surgir por determinados huecos denominados fumarolas. Alrededor de estos enclaves se generan ecosistemas extraños y en nuestro caso detectamos unos pequeños tubos habitados por diminutos gastrotricos: organismos rudimentarios con forma vermiforme que se alimentan de bacterias y hongos y son presas de anélidos, nemertinos y artrópodos. Los hallazgos se fueron sucediendo, a una interesante comunidad de fósiles vivientes formada por un molusco y un crinoideo extinguidos de aguas someras durante el cretácico (hace unos 60 millones de años) le siguieron una serie de corales desconocidos para mí hasta el momento y sobre los que auguro que varios de ellos serán nuevos para la ciencia según mi valoración preliminar del material (tendré que desplazarme a Azores a concluir mi trabajo con las muestras y preparar junto a Marina y los demás colegas las producciones científicas de estos hallazgos). La importancia no solo está en la cantidad de nuevos descubrimientos sino en la calidad ya que algunos de ellos están según mi criterio relacionados con el antiguo mar de Tetis pues, como expliqué antes, la relación entre el ancestral océano y los fondos que dieron lugar a las Azores es antigua. Hace años publicamos un trabajo al respecto sobre un enigmático grupo de corales blandos (Ocaña et al., 2007) y en esta campaña he encontrado una especie más. El Gigante también nos ha regalado claras diferencias entre faunas de un lado y otro de la dorsal y un nuevo y bonito octocoral anaranjado solo emparentado con la fauna Indo-pacífica y por lo tanto también con muchas posibilidades de ser deudor del Tetis.

Las islas han tenido un papel estratégico en el concierto mundial de potencias desde antiguo y durante la segunda guerra mundial fueron un lugar seguro para concentrar aviones y barcos de combate; su posición geográfica privilegiada quedó evidenciada por la parada de Cristóbal Colon en Santa María a la vuelta de su primer viaje por tierras americanas y hoy en día, Horta es un puerto seguro en la rutas a vela hacia el nuevo continente y un buen punto de encuentro de navegantes de todas las nacionalidades. En tiempos más recientes las islas han servido para desarrollar encuentros políticos de alto nivel. Una economía frágil y diversificada y muchos problemas de comunicación históricos entre islas y con el continente ha mantenido relativamente bien conservadas las islas y preservado arcaísmos religiosos de interés antropológico a pesar del fenómeno de la emigración hacia el nuevo continente. La religiosidad expresada a través de representaciones públicas en las Festividades del Divino Espíritu Santo tienen un sabor ancestral inigualable que evidencia la importancia de las cofradías y de la iglesia en gentes aisladas con dificultades económicas y afectadas por frecuentes catástrofes volcánicas.

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