Ceuta ha dado pasos de gigante como sociedad, dignificando lo que antaño era solo una etiqueta. La ciudad ha conseguido el éxito de normalizar sus celebraciones propias sin importar la cultura, alejándose así de recelos impropios. Este lunes la comunidad musulmana tuvo su día grande con la celebración de la Fiesta del Sacrificio, que quedó marcada en rojo en el calendario. Festivo para todos, como lo fue san Antonio o la Navidad.
Son fechas importantes que se celebran con la participación de unos y el respeto de los otros. Que antes esto no se consiguiera dejaba imágenes tan extrañas como la de una ciudad que cumplía con su jornada laboral mientras las calles estaban prácticamente vacías, las cafeterías y puestos del mercado cerrados en su mayoría o la flota de taxis mermada.
De la incongruencia de otros tiempos se ha aprendido la auténtica convivencia, no solo por fijar de manera más clara las festividades de todos sino porque además se avanza en el conocimiento y participación de lo que es propio de cada uno.
En materia de protocolos también se ha dado un giro radical, con la garantía sanitaria cumplida mediante los mataderos portátiles que cada año funcionan mejor y con avances como la colocación de toldos y la dispensa de un refrigerio.
Ceuta, quizá sin darse cuenta, ha alcanzado el éxito de normalizar, vivir y respetar las fiestas de todos ejemplificando con hechos la realidad multicultural que la define, sin fisuras y sin campañas de imagen.