Cuando estas letras salgan a la luz, llevaremos confinados casi tres semanas, un tiempo esencial para saber que los momentos pasan, que la felicidad es cuestión de minutos, que el mundo envejece con nosotros dentro. Es fácil pensar que este estado de alarma no concluirá el 11 de Abril y que nuestro encierro se alargará en el tiempo. Por no ser reiterativo, es lamentable la desastrosa función de quienes eran responsables de cuidarnos y protegernos. Decía Miguel Hernández “Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada”. Y no dejo de pensar en todas aquellas personas, hombres y mujeres que, ante tanto desasosiego, se encuentren sumidos en la soledad de cuatro paredes que aunque sean blancas, en muchos momentos de su día, se tornarán negras, oscuras, tenebrosas, tétricas. Y es que, a ese ladrón, que les ha robado su libertad, aun y todavía no existe una solución que remedie su estado vegetativo y pleno de incertidumbre. Será en la oscuridad de la noche cuando tendrá un recuerdo para su existencia, y pensará en aquel lugar de su juventud donde unió sus labios con su primer amor, de aquel sentimiento que le llevó a anidar en los árboles, volar por entre la comisura de los flecos de la luna, del frescor que sintió su cuerpo en aquella playa de arena amarilla, de aquella mano que durante días o años se unió a la suya, del calor que, en aquellas noches de invierno, rompió con la melancolía del abrigo de pana, de sentir que era importante para alguien, de un abrazo que la llevó a alcanzar el Orbe, que se pintó los labios para él, de su falda plisada con olor a la frescura que le daba la colonia “Álvarez Gómez”, de sentir el sonido de sus pasos, junto a él, por aquel inigualable e inolvidable paseo de “Las Palmeras”, donde la belleza superaba a la mirada del aquel chico o chica a la que amaba profundamente, en esos instantes de momentos, para dormir con la noche sin dejar de pensar que aquel era su amor, era su vida…
Hoy no acertamos a ver el camino que nos lleve hacia la estabilidad, a llenar de besos a Mamá, abrazar a los hermanos, sentir el calor de los amigos, a tomar el café con tostadas de la mañana, verter versos a ese sol matutino que nos alumbra, a darle una limosna a aquel que lo necesita, a vivir la vida como se debe de vivir, con libertad y con pasión, a sentir las arterias del buen amigo, a morir de amor por esa mujer a la que el deseo se petrifica y a la que hoy debes tener a un metro o dos, sin poder besarla como ella necesita y se merece.
No quisiera irme hoy de aquí sin mencionar a todos aquellos que entregan su vida por el bien de otros, de los demás. A esos Sanitarios que enferman por curar a otros como, igualmente, hacen las Enfermeras y trabajadoras de las Residencias de Ancianos con una función abnegada con nuestros viejitos, los Funcionarios de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Bomberos, Funcionarios de Prisiones, Barrenderos, miembros de la Seguridad Privada, Voluntarios, a Cáritas, al trabajo altruista de los efectivos de los Bancos de Alimentos y a todos los que luchan por el bienestar de gentes que lo necesitan. Un recuerdo para los que han entregado su vida por este maléfico virus, que quita vidas y roba esperanzas… “Va por ellos”. En este contenido, no voy a dejar en el olvido a los Trabajadores Sociales, aquellos y aquellas que, dejando a un lado su interés, promueven vida a las clases mas desfavorecidas, proporcionando víveres y comprensión a aquellos a los que Dios nos pone en un rincón de la estancia, preguntándonos por nuestra caridad, ellos que son los elegidos, los primeros que un día estarán junto a él, en ese lugar donde no hay sufrimiento, del que dicen “Que es bellísimo”. Pobre de aquel que no cree en nada lo cual para mi es difícilmente comprensible… ¡que dolor!.
Hoy termino con una definitoria frase de John Steinbeck cuando dice “Un alma triste puede matarte mas rápido que una bacteria”.