En un mundo de nuevas tecnologías, donde el trato personal ha sido sustituido por el ‘hazlo tú mismo’, las personas
mayores no encuentran su sitio. Un problema que se manifiesta, de manera especial, en la relación de los ancianos con las entidades bancarias, también en Ceuta. Ir al banco se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para los que visten canas, que tienen que apañárselas con cajeros automáticos y Apps que no entienden y que no usan por temor a equivocarse y perder su dinero, lo cual denominan como
exclusión financiera.
Un asunto muy de actualidad, a raíz de la campaña ‘Soy mayor no idiota’ lanzada por un jubilado para exigir atención personalizada en los bancos y cuya repercusión ha sido tal que el tema ha llegado al Congreso.
Y es que son muchos los que se han visto abandonados por sus sucursales, a las que antes acudían con asiduidad, charlaban y regresaban a casa con las cuentas claras. Ahora la realidad es muy diferente, haciendo que la mayor parte de los ancianos opten por ir con sus hijos al banco.
“Por desgracia es una realidad diaria en la ciudad. Nuestros abuelos nos cuentan que se sienten desamparados, los bancos no tiene empatía con ellos. Al fin y al cabo, son clientes como los demás. Se sienten indefensos por tener que enfrentarse a trámites demasiado modernos para ellos. No saben desenvolverse y les da miedo. No hay que olvidar que para una persona mayor, pensionista, es muy importante saber cuánto dinero tiene, y que alguien les explique las cosas; que los ayuden. Los bancos deberían de pensar que todos nos hacemos mayores y no mirar tanto las ganancias”, explica Paqui Flores, auxiliar de Enfermería de la
Fundación Eduardo Gallardo de Ceuta.
Sebastián Guerrero, 72 años: "Llegué a discutir con un trabajador que no entendía que yo no sabía hacer un trámite"
Una situación que narra en primera persona Sebastián Guerrero Moreno, quien a sus 72 años dice pasar un mal rato cada vez que tiene que pisar una sucursal bancaria. “Llegué a discutir con un trabajador de un banco que no comprendía que yo no sabía hacer solo un trámite”, comenta Guerrero, quien ya no va al banco si no es acompañado de su hijo: “Yo no escucho muy bien y no me atrevo a ir solo, ellos son mis traductores porque entre que no me entero y que no te ayudan, es misión imposible”, añade.
A sus 92 años, Mercedes Cózar afirma que desde hace tiempo no va a las entidades si no es estrictamente necesario, dejando que sean sus hijas las que se ocupan de estos temas: “Yo no me atrevo ya a hacer esas cosas, antes iba encantada porque conocía a la chica, que me atendía estupendamente y me ayudaba siempre. Ahora, uno se las tiene que apañar solo y, si te confundes, pues te aguantas”, indica.
La cartilla ha sido el referente de las personas jubiladas, su diario de gastos y su guía para llevar las cuentas. Amanda Córdoba, de 92 años, reclama que vuelva este sistema sin el que se siente totalmente perdida: “No hay derecho a que nos hayan quitado la cartilla porque es que no puedo mirar mis cuentas y es que no sé ni cuánto dinero tengo, ni si me han pagado o cobrado. Nada de nada. Estoy desesperada porque a mí me gusta tener mi cartilla al día y mirar mis cuentas. Ahora cuando voy a por la paga les pido que me den un papel con lo que tengo por asegurarme, pero el resto no sé nada”, denuncia Córdoba.
Isabel Ramón, 77 años: "En los bancos no nos hacen ni caso a los mayores, si tuviera que ir sola, sacaría mi dinero"
Antonia García Fernández, a sus 83 años, echa la vista atrás para recordar cómo iba a su banco a por su dinero y la atendían de manera cercana y clara. Ahora ya no se le ocurre ir sola, va con su hijo. Afirma que no sabe qué haría si no lo tuviera: “Tendría que pedir ayuda a cualquiera que pasase por la calle”, explica.
Isabel Ramón, de 77 años, tampoco está contenta con el trato recibido en las sucursales bancarias. Dice que lleva nueve meses arreglando papeles y aún no ha terminado y que tiene que ir con sus hijas porque sola no se aclara: “En los bancos ya no te hacen ni caso, me parece muy mal. Si tuviera que ir sola, sacaría todo mi dinero y lo guardaría en mi casa”, bromea Ramón.
Una odisea innecesaria que todo apunta que pronto acabará. La lucha de la tercera edad parece dar sus frutos con el lanzamiento de la banca de un plan para los mayores en el que se incluye la atención presencial, la ampliación de horarios para gestiones o la prioridad en la asistencia a mayores cuando haya más afluencia en la oficina. Una vez más, la tercera edad vuelve a dar ejemplo de cómo se lucha por conseguir que se respeten los derechos.
‘Soy mayor, pero no idiota’, la lucha por el cambio
Juan Carlos San Juan es un médico jubilado que harto del trato recibido en el banco decidió lanzar la campaña ‘Soy mayor, pero no idiota’ para recoger firmas con la que conseguir una atención personalizada en las sucursales, sacando a la luz el sentir de la mayoría de las personas mayores del país, que se notan excluidos del sistema financiero por la digitalización de los procesos y las consecuencias derivadas de la reestructuración de la banca con el cierre de oficinas y la reducción de empleados. La iniciativa corrió como la pólvora, recibiendo un gran apoyo que le ha valido para obtener un total de 600.000 firmas en la plataforma digital change.org. Una propuesta que el valenciano entregó recientemente al Ministerio de Economía. La vicepresidenta del Gobierno, Nadia Calviño, aprovechó el acto para charlar con San Juan, anunciándole que en breve habría un plan sobre la mesa para dar respuesta a esta situación. Algo que se plasmó después en una reunión con los principales representantes del sector en Moncloa para exigir una revisión de los protocolos. Unas medidas que ya han sido plasmadas en un plan anunciado por un gran número de bancos españoles.