Todas las escuelas de pensamiento se han dedicado a formular cual debe ser nuestra actitud ante la vida.
Está el ejemplo de los estoicos, quienes aconsejaron la resignación como mejor forma de vencer la frustración y la angustia. Un exceso en las expectativas de felicidad puede ser un gesto imprudente, pues cualquier soplo de adversidad cortará nuestras alas y caeremos en la cuenta de que no podemos controlar nuestro destino.
Otro mensaje relevante lo dieron los epicúreos: si queremos llegar a la sabiduría tenemos que apartarnos del entorno hostil. El mayor potencial de paz interior, y la mejor medicina contra la vivencia del dolor, la encontraremos en el retiro. "Vive oculto", decían.
Pero claro, disfrutar de la soledad elegida en una sociedad de 7.500 millones de personas se ha puesto complicado; así que yo propongo una nueva actitud basada en la exaltación de la insignificancia, en la aceptación de nuestra pequeñez.
Miramos al cielo de la noche, y el cosmos nos avisa de su infinitud. Por otro lado, la competitividad y la exigencia de éxito en el sistema, nos pone en contacto con nuestras limitaciones. Cada vez es más difícil dominar el mundo de las emociones, y lograr una comprensión de nuestro papel en la vida.
Quizá ahí radicó la magnitud de mi descalabro. "Mago2, me llamaba mi maestro de EGB, Don Manuel Herrera. "Llegará lejos", decían al incorporarme a los estudios de periodismo.
Tal fue así, que cuando llevaba dos años de retraso en mi expediente me di por fracasado en mi aventura académica.
A cambio, si hubiera aceptado mi falibilidad y la humildad de mis pretensiones, hubiese terminado la carrera universitaria, tres años tarde eso sí, y es posible que mi vida hubiese sido otra.
Pero cayeron los años, como caen las castañas en el árbol centenario, y todo se ve con distancia. Ahora, estoy en condiciones de enseñar que tenemos que ser grandes en ilusión, aunque insignificantes a la hora de echarnos la culpa de los errores, tal es nuestra naturaleza imperfecta. Tener un medio de vida, y una constante aceptable de salud, deben ser la única condición para alcanzar esa proyección que es la felicidad.
Tenemos que hacer lo posible en el desempeño de las responsabilidades, y poner un granito de arena en el alumbramiento de la humanidad, pero siempre con ese margen de seguridad que te da la insignificancia, vaya a ser que seamos víctimas de una sensación de insuficiencia existencial.
Además, en esta actitud, daremos más valor a los pequeños detalles, a los instantes de salud, encontraremos belleza en la conversación, en la compañía, en las palabras amigas.
Así, participaremos de la humildad del sabio, quien todo lo que sabe es poco pues le queda tanto por saber. La vida es la epopeya de las pequeñas cosas.
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