Categorías: Opinión

Evolución del territorio de Ceuta

Ceuta, como se sabe, está proyectada hacia dos mares: Atlántico y Mediterráneo. Es puerta de entrada y salida a Europa y África; encrucijada entre dos mundos y civilizaciones: Oriente y Occidente lugar de paso hacia las cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste; fue llave del Estrecho y, por ello, ciudad muy codiciada por las ambiciones puestas sobre ella de numerosos pueblos; es ciudad en la que conviven cuatro culturas: cristiana, musulmana, hindú y hebrea, cuyos componentes de unas y otras, en su inmensa mayoría tienen el status jurídico de españoles provistos del Documento Nacional de Identidad español. Ceuta es hoy una ciudad abierta, cosmopolita, de corte occidental, democrático y libre, frontera de Europa en África, abierta al mundo, con historia, población, estilo urbano, modo de vida, raigambre, costumbres, idiosincrasia y ambiente totalmente españoles, y más concretamente con marcados rasgos andaluces.
Pero Ceuta, varios cientos de años después de haber sido conquistada por Portugal se vio condenada a vivir replegada y encerrada sobre sí misma y totalmente aislada del entorno magrebí inmediato, habiendo tenido por ello que sobrevivir a duras penas y con muchas limitaciones de todas clases debido a su insularidad que, como rasgo más característico, le da su ubicación geográfica, dado que está rodeada por las aguas de los dos mares, y por tierra está limitada y condicionada por una frontera que durante cientos de años le fue bastante hostil, y que todavía hoy le sigue negando la incuestionable realidad, tanto de hecho como de Derecho, de su existencia como ciudad española de plena soberanía, que de una u otra forma lleva ya siéndolo más de mil años, contando las fases púnica en que por primera vez se le hizo depender de la península tras haber sido conquistada por unos 3.000 españoles mandados por los cartagineses; romana, en la que durante cientos de años se le adscribió y se le hizo depender del Convento de Cádiz; visigótica, en la que fue declarada condado perteneciente al ya constituido reino de España; y bizantina. En razón de ese aislamiento y hostigamiento permanente dentro de su encerramiento, fue lo que hizo de todo punto necesario su amplitud y ensanchamiento territorial como único medio que tenía de supervivencia.
Cuando Ceuta en 1415 fue conquistada por Portugal, su territorio sólo se circunscribía al istmo de la Almina, o extensión configurada por su casco urbano, el Monte Hacho y demás territorio que lo circunda dentro de los límites impuestos por las aguas del mar. Es decir, geográficamente era una península unida a tierra por lo que entonces se llamaba el Campo Exterior, y todavía hoy se conoce como Puertas del Campo. La ciudad quedaba así encerrada sobre sí misma por tierra y por el espacio en el que hoy se encuentran las Murallas Reales, el Foso y el Puente del Cristo. De esa forma, era lógico y razonable que sus defensores necesitaran y buscaran a toda costa su propia expansión.
Pero llama poderosamente la atención el hecho de que la paulatina ampliación que a lo largo del tiempo fue teniendo de su territorio, casi siempre tuvo como causa principal desencadenante los continuos ataques, cercos y sitios a que la sometieron los vecinos del sur que ejercían sobre la misma un permanente hostigamiento. Es decir, cada vez que Marruecos se empecinaba en conquistarla por la fuerza, la consecuencia última de sus ataques fue la pérdida por dicho país de nuevos territorios que se incorporaban a Ceuta, ganados por las armas de portugueses o españoles. Y esto ocurrió, sobre todo, cuando a partir de 1521 comenzaron los marroquíes a utilizar la artillería para atacar casi incesantemente a Ceuta que, aunque ciudad inexpugnables todavía (se decía que era una de las  mejor amurallada del mundo), pero los obuses de cañón fueron haciendo cada vez más vulnerables sus defensas, que al verse hostigada no le quedó más remedio que ampliar el territorio para su propia supervivencia y margen de maniobra y de actuación ante el continuo acoso a que se le sometía.
Tras el empleo de la artillería, fueron enviados a Ceuta dos técnicos portugueses y personal de fortificaciones, para intentar poner remedio al nuevo peligro que se cernía sobre la ciudad. Y a tal fin llegaron a la ciudad la víspera de la Asunción de 1541 el ingeniero D. Miguel Arruda y su ayudante Benedito de Rabean, quienes informaron al rey que, por el fuerte que mira al campo del moro y parte occidental, se comunicara el muro con un foso, y se le hiciese una cortina con dos baluartes, debiéndose efectuar las mismas obras en el frente que mira a la Almina o parte oriental; que por la parte norte que mira a Gibraltar se corriese otro lienzo de muralla con escarpes o declive, plataforma y plaza de artillería en medio, y que se levantaran con más espesor la coraza o espigón de la izquierda, haciéndose también en las Puertas del Campo, la de la Almina y la de la ribera de San Pedro.
El rey aprobó tales obras, que se llevaron a cabo en el período 1541-1550, procediendo a sustituir las fortificaciones medievales de los musulmanes por otras modernas construidas con técnicas más avanzadas de la llamada “Fortificación Permanente Abarluartada”. Se realizaron demoliciones de numerosas casas y, según consta en una carta fechada el 14-09-1548 remitida por el gobernador D. Alfonso de Noronha al rey D. Juan III, le informaba que en el verano de 1549 el agua del Foso pasaría ya del lado norte al sur, con lo que entraría en funcionamiento el Foso. Con dicho rey se consiguieron ya algunas ampliaciones hacia el Campo Exterior, construyéndose una línea de trincheras y parapetos inmediatos a la plaza, para su mejor defensa, y haciendo salidas para tratar de repeler las continuas agresiones y ganar avanzadillas que también permitieran pastar y aprovechar los forrajes al ganado, sobre todo caballar y lanar que entonces se criaba en Ceuta, quedando tras la ampliación el recinto configurado por un cuadrado irregular de 453 metros en su frente Norte, 209 en el E. y 259 en el O.
Ese recinto permanecería sin variaciones hasta el siglo XVIII. En 1600 una descripción presenta así a las defensas de la ciudad: “Es la antigua ciudad de Ceuta, llamada antes Septa, de las más fuertes plazas que hay en Europa por su sitio”. En el interior de la Almina vivían entonces unos 2.500 habitantes repartidos en unas 500 viviendas, surgiendo hacia la falda del Hacho un populoso arrabal, con casas de recreo, jardines y ermita, pero teniéndose que dedicar sus moradores a estar en alerta continua y en defensa permanente. Un informe de 1662, enviado por el marqués de Trucifal y el conde Torres Vedra, redactado por el ingeniero C.M. Aflicte, dice que Ceuta tiene foso de agua, entrada encubierta y buena muralla con dos baluartes, y no necesita de otra cosa que conservar lo hecho.
Pero, tras haber quedado la ciudad bajo dominio español, el largo sitio a que fue sometida en el período 1694-1727 obligó a introducir sustanciales modificaciones a las defensas exteriores, a fin de ocupar los altozanos inmediatos desde los que la artillería vecina hostigaba continuamente a buena parte de la ciudad, configurando un moderno sistema defensivo a base de un triple cordón de fuertes, trincheras, minas y contraminas, campos cubiertos, redes de túneles, etc, cuyo sistema fue completado y perfeccionado en el siglo XVIII. Por el Tratado de de Paz, Amistad y Comercio de 1767, ratificado por el de 1782, se procedió a la delimitación de la faja de terreno, así como a la ampliación del territorio hasta la línea de Jadú y Ceuta la Vieja, tratándose de una superficie de apenas 1, 5 kms. de ancho, que fue otorgada por Marruecos, con carácter provisional y en usufructo, estando condicionada esta cesión a la ratificación de los sucesivos sultanes, por lo que en 1790 el acuerdo quedó en suspenso tras la muerte del sultán Muhammad Abd Allah. Pero sucedió que, de un lado, el Majzén se mostraba retiente y, de otra parte, las cábilas de la zona se opusieron y hubo continuos incidentes violentos.
La usurpación por parte de los vecinos en 1837 del territorio cedido a la plaza de Ceuta por el acuerdo de 1782 y los nuevos ataques a las posiciones españoles, dio lugar a que España diera un ultimátum a Marruecos en 1844, en el que mediaron los ingleses, y así se llegó al nuevo acuerdo de 1845, por el que se fijaron nuevos límites fronterizos que venían marcados en ambos flancos por el cauce de los arroyos de Fez y Cañaveral en su línea de mayor profundidad, unida por una raya convencional; pero tal delimitación no ofrecía suficientes garantías de seguridad, debido a los sucesivos ataques por parte de los vecinos del sur, habida cuenta de que no dejaban de hostigar desde las alturas que dominaban Ceuta. Y ello desembocó en el conflicto armado 1959-1960, la llamada Guerra de África, en virtud del acuerdo de 1860 se fijaron nuevos y definitivos límites de Ceuta, cuyos nuevos territorios fueron cedidos en pleno dominio y absoluta soberanía, estando así expresamente reconocido y firmado en numerosos tratados por varios monarcas alauitas, cuyos territorios y sus límites son los que en la actualidad tiene, y que ya he expuesto en artículos anteriores.

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