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Evocaciones ceutíes

Qué es lo que le empuja, no ya a un escritor profesional, sino a un ciudadano de a pie a escribir un libro de recuerdos? ¿Por qué un ciudadano del común se atreve a dar a la luz pública su propia historia en conexión con la intrahistoria de la ciudad en donde nació, siendo, además, su profesión lo más alejado, seguro, del arte de la escritura? Tal vez ni él mismo pudiera dar una única respuesta. Posiblemente, la respuesta más acertada sea la necesidad imperiosa –que no muchos poseen– de dar salida a una cierta dulce nostalgia que se apodera de nosotros a medida que vamos cumpliendo años, antes que los recuerdos se vayan difuminando y caigan sobre ellos una capa de olvido que los haga irreconocibles, y no seamos capaces, entonces, de distinguir lo que fue de lo que creemos que fue. Pero lo cierto es que somos lo que somos por nuestro pasado. La memoria –lo dijo Shakespeare– es el centinela del espíritu.
Nos estamos refiriendo –digámoslo ya– al comerciante ceutí señor Sundardas Hardasmal Mirchandani. La lectura de su libro “Evocaciones ceutíes” ha sido todo un agradable descubrimiento y un acto de mirar hacia atrás sin ira. Por el libro van desfilando personas y personajes, así como instituciones de aquellos años fácilmente reconocibles. Que esos recuerdos están impregnados de nostalgia es indudable, pero en modo alguno de melancolía por el inexorable paso del tiempo. Es más, da la impresión que de su lectura se desprende alegría, regocijo y satisfacción por contar los recuerdos de un ciudadano en una ciudad milenaria –su ciudad–.
Desconozco si el señor Hardasmal es un lector empedernido de novelas, es decir, de ficción, pero lo cierto es que el arranque de su libro es de lo más literario que cabe suponer, sobre todo, si el autor no es aficionado a la lectura, y por tanto no está versado en el arte de contar, que, al fin y al cabo, es lo que es la literatura. Un joven madrileño, pero de antecedentes familiares ceutíes, se interesó en su día por los incidentes en la famosa isla Perejil. Incidentes en los que el nombre de Ceuta saltó a los periódicos nacionales e internacionales. Pues bien, este joven, Antonio Ruiz Olmo, en la Biblioteca Municipal del Centro Cultural de Tres Cantos, en Madrid, indagó sobre libros relativos a Ceuta, ciudad de nacimiento de su abuelo y de su padre. Halló varios y entre ellos uno escrito por el añorado profesor del Instituto ceutí don Manuel Gordillo Osuna.
Ni corto ni perezoso, el joven Antonio llamó a todos los ciudadanos madrileños de apellido ‘Gordillo’, hasta que la suerte coronó su empresa y contactó con el domicilio del catedrático don Manuel Gordillo. Éste lo citó en su casa, ante el inusitado interés del joven. El profesor Gordillo ilustró a Antonio sobre la ciudad de Ceuta en todos sus aspectos. Además le aconsejó que cuando dispusiera de tiempo hiciera una visita a la ciudad africana, y le dio, asimismo, un nombre “muy extraño” –Sundardas Hardasmal Mirchandani– y el nombre de un comercio –“Bazar Carlos”–. Resulta que el señor Hardasmal había sido alumno del catedrático Gordillo Osuna y cuando el profesor viajaba a Ceuta le solía hacer una visita en el “Bazar Carlos”, en el Paseo de las Palmeras. Y a partir del viaje a Ceuta del joven Antonio, y de su visita al señor Hardasmal, arranca el libro de recuerdos “Evocaciones ceutíes”.
En el libro, como no podía ser de otra manera, se hace mención de la llegada de los progenitores del autor a nuestra ciudad hace cien años. Ello no obsta para que esté plagado de anécdotas muy ‘sabrosas’ que le sucedieron al joven Sundardas o a sus allegados o a amigos. Por ejemplo, lo acontecido a un alumno musulmán en la clase de don Manuel Gordillo, en el ‘Instituto Hispano–Marroquí’, que se hizo el remolón ante la advertencia de don Manuel para que se quitara el gorro de lana con que se cubría la cabeza (¿Qué habría pasado hoy si un profesor se hubiera conducido como don Manuel, señor Hardasmal?). Otra anécdota divertidísima es cuando el joven Sundardas fue a Madrid a examinarse de la temida “Reválida” a la terminación de 7º curso. Se examinó de Religión, a pesar de no ser católico y hacerlo constar así al examinador, y obtuvo la calificación de sobresaliente. Pero el libro es mucho más que un anecdotario. Por sus páginas desfilan más de 60 años de la vida de nuestra ciudad.
En fin, es un libro delicioso, agradable de leer, con numerosas fotos y una portada impagable en la que se nos ofrece una de las calles de la vieja Ceuta. Este libro es lectura recomendada para todos los ceutíes mayores de cincuenta años. Sentirán esos recuerdos como suyos. Felicitaciones, señor Hardasmal.

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