Como los prejuicios, además de ser perversos y empequeñecer la mente, pueden hacer que te pierdas cosas muy interesantes en la vida, los hemos dejado atrás y nos hemos atrevido a consumir una serie belga de lo más recomendable. Y a ello vamos.
La industria europea suele cuidar mucho el producto que realiza sin presión de tiempo de entrega y todas esas cosas que azotan el gran tinglado audiovisual, y es el caso de Enemigo público, una interesante serie de dos temporadas de diez capítulos de una hora aproximada que se devoran y te dejan a la tensa espera de una tercera que está en proyecto.
La historia, al menos la premisa de la misma, gira en torno a un preso que cumple su final de condena por el asesinato de varios niños 20 años atrás. Cuando es puesto en libertad condicional bajo la custodia de los monjes de la abadía de Vielsart, los habitantes del pueblo contiguo tienen ante su llegada una reacción que cualquiera puede imaginar. Incluso la opinión de los citados monjes está dividida, pero Guy Béranger, que es como se llama el reo, encontrará en un joven religioso un aliado hacia su integración. Poco después de esto, desaparece una niña y entra en escena la otra protagonista de la serie, una policía con historial que se irá descubriendo con el transcurso de los capítulos. Intriga servida. ¿Casualidad? ¿Lobo con piel de cordero? La calma del pueblecito se acabó y sus habitantes irán enseñando la patita…
Se trata de la serie belga más vista de la historia de la propia televisión de su país, y si obviamos unos efectos sonoros muy desafortunados, a destiempo y que restan más carga dramática de la que aportan, se trata de un producto cuidado, con unos personajes muy bien trazados, concebidos e interpretados, especialmente el del eterno sospechoso con cara de gato que se ha comido al canario (Angelo Bison) de entre un reparto que se muestra muy efectivo.
Una propuesta de intriga e investigación que comienza intrigante, que atrapa al espectador y que mejora si cabe en su segunda temporada cuando la cosa ya parece que no iba a dar para más, todo un descubrimiento de fácil acceso en la carta que actualmente ofrece la televisión digital.
Pero es más que una serie al uso de crímenes y búsqueda del culpable, con ambientación oscura y truculenta sin caer en lo escabroso, es también este Enemigo público una crítica nada pretenciosa a la sociedad con más de una sorpresa por el camino, a modo de giro inesperado de los acontecimientos.
Todo un valor de que interés y fondo se unen para el entretenimiento al completo de quien dé una oportunidad a algo que no venga con el sello y la promoción propia de yankilandia.
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