La ONCE ha lanzado la campaña "Alimentos con su punto" para reclamar a la industria alimentaria etiquetas en braille para distinguir los productos, saber su fecha de caducidad o conocer si tiene alérgenos, un "derecho" de las personas ciegas para equipararse al resto de consumidores.
En España hay 72.000 invidentes que se enfrentan a diario al reto de abrir un tetrabrik para averiguar si en su interior hay leche, caldo de pollo o vino o de coger de la nevera un yogur esperando que sea de fresa y que resulta de vainilla, explica el director general adjunto de Servicios Sociales de la ONCE, Andrés Ramos.
Para concienciar a la industria alimentaria han impulsado "Alimentos con su punto", campaña en la que Sergio Fernández (Canal Cocina) se enfrenta al reto de cocinar "a ciegas pero viendo", ya que en su nevera sólo hay envases blancos idénticos, sin ningún tipo de pista sobre su contenido.
"Es una tensión enorme no saber con qué estas cocinando", decía durante la grabación del vídeo que acompaña esta iniciativa el cocinero, quien considera "un derecho más importante de lo que parece" disponer de etiquetas en braille, además de sencillo, ya que su coste es "mínimo" y el sector contaría con la ayuda de la Comisión Braille Española (CBE), apostillaba Ramos.
Esta medida ya se adoptó en los medicamentos en 2006 por una ley europea y ha sido "maravillosa" para este colectivo, aunque en la industria alimentaria queda mucho por hacer, porque son muy pocas las marcas que etiquetan así sus productos.
La compra no es un problema gracias a la mejora de accesibilidad de las webs de grandes superficies y a la creación de nuevas aplicaciones que permiten a las personas ciegas la adquisición en internet, pero cuando esos productos llegan a casa la cosa se complica.
El orden, "fundamental" en el hogar de un invidente, y los trucos a los que recurren no bastan en el caso de los alimentos. "Es imposible reconoce lo que quieres comer según qué tipo de envases. Tienes que abrir varios hasta que das con lo que quieres", apunta el directivo de la ONCE.
Problemas añadidos son desconocer la fecha de caducidad y si tienen alérgenos en una país en el que sólo el año pasado se registraron 50.000 intoxicaciones alimentarias, según sus datos.
Y se transforma en un auténtico peligro en productos tóxicos como la lejía y el amoniaco, cuyos envases se asemejan a otros de contenido comestible y para los que también piden ese etiquetado específico.
Según explica a Efe el presidente del Consejo Mundial del Braille, Kevin Carey, la falta de reglamentación en los distintos países hace que la situación sea "bastante precaria" en todo el mundo, aunque dentro de la Unión Europea destaca Francia como "el mejor país para una persona ciega, ya que la gran mayoría de vinos y alimentos tienen etiquetas legibles para nosotros".
"El problema es que la gente no sabe mucho sobre los ciegos, hay falta de conocimiento sobre su vida", añade quien, no obstante, se muestra "optimista" sobre el futuro gracias a las nuevas tecnologías, ya que cada vez son más las aplicaciones que les ayudan en la vida diaria.
Andrés Ramos coincide en que "no hay una mala intención en la industria alimentaria, sino desconocimiento", por eso impulsan campañas como "Alimentos con su punto", en la que el cocinero Sergio Fernández reconoció haber vivido "una experiencia curiosa y única" al sentir la "impotencia" de una persona ciega cuando descubre que ha abierto un brik de zumo en vez del de leche que buscaba para el café del desayuno.
Por ello, la Comisión Braille Española ha aprobado también un manifiesto por el derecho de las personas ciegas a un etiquetado braille universal. "Como consumidores tenemos los mismo derechos que el resto de ciudadanos; queremos una sociedad inclusiva y esto sólo requiere un pequeño esfuerzo de la industria alimentaria", reivindican.