Categorías: Opinión

Estrategias urbanas frente a la crisis

Mientras preparo mi artículo semanal me ha llamado la atención la “salida de tono” del presidente de la patronal, Joan Rosell, respecto a las estadísticas del empleo y el paro, como lo califica el diario de mayor tirada nacional. Es curioso que en su afán por contribuir al desmantelamiento de lo poco que va quedando del Estado de Bienestar, no tenga reparos en criticar al Instituto Nacional de Estadística y a su metodología de elaboración de encuestas de paro. Lo que nos viene a decir este personaje, frívolo donde los haya, es que seis millones de parados no se aguantan en ningún país de nuestras dimensiones. Su lógica conclusión aristotélica sería clara. O la encuesta está mal elaborada, o la economía sumergida ha adquirido tales dimensiones, que no se pueden controlar. Posiblemente lleve razón en ambas cosas. Fallos seguro que hay en la elaboración de la encuesta. Economía sumergida también. Pero de ahí a concluir que la situación no es tan trágica como se presenta (pues no hay otra interpretación racional a sus palabras), va un trecho muy largo. Tanto, que considero, como otros que ya han opinado antes que yo, que a este señor le cae largo el traje que viste. Es más, considero que debería dimitir inmediatamente. Los más de trescientos mil funcionarios públicos que, según sus cálculos, sobran, se lo agradecerían. Y los parados que están viviendo de la caridad, o de las pensiones de los abuelos, también.
Dicho esto, voy a entrar en el asunto que me propongo. Para ello voy a utilizar un magnífico trabajo del investigador del CSIC Ricardo Méndez,  sobre la crisis que nos azota, que aborda el problema desde un ángulo distinto. Más que analizar solo sus consecuencias globales, lo que intenta es estudiar las distintas escalas que la misma tiene. Sus geografías locales. Este interesante trabajo, que forma parte de la colección Estudios de la Fundación 1º de Mayo (http://www.1mayo.ccoo.es/nova/NNws_ShwNewDup?codigo=4179&cod_primaria=1169&cod_secundaria=1169#.URaq26UsCSo), parte de un análisis global de la crisis sistémica en la que nos vemos inmersos, hasta descender a la situación que se atraviesa en las distintas ciudades españolas. Lo que pretende es identificar las situaciones de mayor vulnerabilidad, así como las distintas respuestas que se dan a la crisis.
Lo que se resalta es que el impacto de la crisis muestra intensidades y manifestaciones muy diversas. Según el autor, mientras que algunos territorios se muestran especialmente frágiles, otros están dotados de mayor resistencia ante la crisis. De esta forma, aunque algunos lugares consiguen adaptarse a la nueva situación, “otros territorios se muestran incapaces de articular respuestas propias ante la crisis”, por lo que sus esperanzas se enmarcan exclusivamente en la ayuda externa.  Los estudios disponibles corroboran que en cada una de las grandes crisis del capitalismo ha habido países, regiones y ciudades que han entrado en declive, mientras que otros han tenido una trayectoria estable, o incluso han mejorado. Es lo que está ocurriendo en la actualidad.
Pero en lo que ahonda el trabajo que analizamos es en que las áreas urbanas son protagonistas esenciales de la evolución económica, por lo que los ciclos económicos encuentran en ellas su mejor reflejo. Sin embargo, como indican algunos autores, al tiempo que “son origen y epicentro de la crisis”, también existirá en ellas importantes diferencias en cuanto al impacto recibido. Por tanto, precisar dónde se encuentran las áreas en las que la recesión económica ha causado mayor impacto, es esencial para focalizar las políticas de actuación. Es decir, comprender por qué algunas ciudades son más resistentes y capaces de superar la actual situación, mientras que otras son más vulnerables, resulta un aspecto esencial de la investigación social. Para ello resulta esencial analizar una serie de indicadores clave. Los primeros tienen que ver con las características de la economía local. En este sentido, las ciudades más especializadas en sectores afectados por la crisis serán las que padezcan un declive más intenso. Por esta razón, en España destacan por su fragilidad aquellas áreas urbanas y litorales que se sumergieron en la especulación inmobiliaria y en la economía residencial basada en la construcción y el turismo.
Otros factores tienen que ver con el tamaño poblacional y económico y con el grado de inserción internacional de las ciudades. Esto explicaría que las ciudades y regiones grandes estén expuestas a recibir un impacto más intenso que las ciudades medianas o pequeñas. De la misma forma, la innovación y el conocimiento parece que pueden proteger a las ciudades mejor posicionadas en ambos aspectos. Un último factor que explica la mayor resistencia a la crisis sería la presencia de una cultura local favorable a la innovación, como consecuencia de su tradición industrial o comercial. En este aspecto resultaría esencial la importancia del liderazgo ejercido por los gobiernos locales. Investigar todo lo anterior resulta esencial para dilucidar  las estrategias locales más adecuadas para la revitalización económica. Es lo que se intenta abordar, en parte, en este trabajo.
En nuestro país, el desempleo es el lado más oscuro de la crisis económica. Nuestra tasa media en 2011 (21,7%) duplica el promedio de la UE y supera incluso a países como Grecia (17,7%), Letonia 15,4%), Lituania (15,4%) o Irlanda (14,4%). Esto mostraría, a nivel interestatal, la notable diversidad existente en la resistencia a la crisis. Y si esa comparación se hace teniendo en cuenta la evolución de las tasas de paro desde 2007 a 2011, España nuevamente se sitúa a la cabeza de la UE. Es decir, la crisis nos está haciendo cada vez más desiguales en Europa. Pero también se constata que sin alcanzar un ritmo de crecimiento económico elevado, las diferencias seguirán agrandándose. Y el desempleo también, lo que contribuirá a la exclusión social.
Pero si el análisis se hace a nivel estatal, se constata que nuestro desempleo tiene un perverso carácter discriminante, pues afecta de forma más intensa a los sectores sociales y laborales más desprotegidos: mujeres, jóvenes, personas poco cualificadas, inmigrantes. Y si el análisis se hace teniendo en cuenta el factor territorial, se constata una clara dicotomía norte-sur, con valores de desempleo muy por encima de la media nacional en Extremadura, Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla; si lo que se comparan son las tasas de paro registrado en 2011.
Sin embargo, si lo que se compara es la evolución del paro registrado en el periodo 2006-2011, los máximos aumentos se dan en las regiones del Eje Mediterráneo (Murcia, Comunidad Valenciana) y del Ebro (Aragón, La Rioja), frente a un mejor comportamiento en el Eje Atlántico (Galicia, Asturias, País Vasco) y algunas interiores, además de las ciudades autónomas Ceuta y Melilla, que curiosamente muestran uno de los más bajos crecimientos de la tasa de paro en dicho período (65,72 frente al 227,87 de Murcia). Si este análisis se hace a nivel provincial, por un lado se confirma que todas las provincias de la mitad sur peninsular, salvo Jaén, mantienen tasas de paro superiores al promedio español. Sin embargo, analizando el crecimiento posterior a 2006, los valores más elevados se producen en las provincias mediterráneas, las del Ebro y las del entorno de Madrid. En algunos casos la tasa de evolución interanual multiplica por más de 7 veces a la de menor incremento. Es decir, el impacto de la crisis se ha acentuado en gravedad en las provincias mediterráneas. Se confirmaría así la directa relación con el estallido de la burbuja inmobiliario-financiera. Lo anterior, junto a factores del pasado, explicaría las enormes diferencias de impacto de la crisis en las distintas regiones y provincias españolas.
Ante tan desigual impacto territorial de la crisis surgen diversas estrategias de salida de la crisis. Sin embargo, hemos de partir de la premisa de que, como afirma Stiglitz, va a ser muy difícil regresar a una situación similar a la anterior a la crisis. Lo que se necesitan son  respuestas proactivas y no sólo defensivas, que recuperen la senda del crecimiento y la generación de empleo. Y en ello las ciudades son fundamentales. Algunas, incluso, tendrán que reinventarse. Por ello, el concepto de resiliencia urbana, distinto al de resistencia, aparece como una alternativa de desarrollo, pues sería la adaptación positiva para enfrentarse a las adversidades, a partir de la ruptura con lo anterior y sin la pretensión de mantener todo igual. Es decir, la resiliencia urbana no puede basarse solo en la ayuda externa, sino que exigirá combinar políticas de apoyo de instancias superiores con iniciativas locales, lo que supone aprender del pasado y apoyarse, sobre todo, en los recursos locales disponibles, aunque también renovarlos y aumentar el volumen de otros considerados estratégicos.
No sé si estas ideas pueden servir para que Ceuta salga de la crisis. Pero si entre todos nos lo proponemos, seguro que lo conseguimos.

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