¡Esto no es Esparta!

Si aún no tienen bien claro si estamos ante una precuela, intracuela, postcuela o como diablos se diga, hay que aclarar que esta película subsidiaria de la archifamosa 300 desarrolla su acción simultáneamente a los hechos de su predecesora, en otro escenario (marítimo este) y con los mismos secundarios y diferentes protagonistas.

El casi novato Noam Murro, con la mirada atenta y supongo que implacable de Zack Snyder como productor, adapta para la gran pantalla y para disfrute económico de sus responsables la novela gráfica de Frank Millar “Xerxes”, que surfea claramente en la enorme ola perfecta (en todos los ámbitos, no sólo en el gráfico) dejada por el best seller  originario. La acción se traslada de las aventuras de los espartanos a los vecinos atenienses, que también se las tienen tiesas con Jerjes y sus ansias de conquistas a toda costa de lo que luego se convertiría en Grecia. Puesto que ya desde el principio con la mención de la palabra “democracia” la cinta denota claramente una distinción entre buenos y malos, encabezando el bando de los buenos tenemos al general Temístocles (Sullivan Stapleton, con menos gancho y presencia que Gerard Butler), quien planta cara a Jerjes (repite papel Rodrigo Santoro) y a su hueste con la esperanza de unir a todos los pueblos griegos como única opción de victoria final. Como también rostros reconocibles y complementando el reparto tenemos a Lena “Cersey” Headey de reina de los espartanos y, por encima de todos, a Eva Green, poderosa y clave en su papel de Artemisia, una bestia parda que comanda los ejércitos persas y que bastante tiene que decir sobre el ascenso de su líder hasta el rango de dios-rey. Sin duda es el buen hacer y el poderío físico e interpretativo que exhibe Green lo mejor de una película que se deja ver con facilidad y cuyos elementos técnicos de previamente marcado estilo impresionan (aunque se les vaya la mano en no pocas ocasiones con los efectos y el 3D en el mar), pero que cuenta con un argumento descacharrante y un devenir absurdo de varios acontecimientos que no aportan empaque y consistencia al irregular resultado final.
Y es que los depiladísimos atenienses no tienen comparación con los espartanos en cuerpos fornidos y oficio guerrero, dan menos sensación de épica, y además comete este proyecto el error de verse involucrado en dichas comparaciones por propia decisión; la acomplejada referencia continua hacia Leónidas y sus 300 fieles, así como los cameos y la ubicación constante cual GPS de la situación de los espartanos para que los situemos cronológicamente junto a la nuestra, renuncian claramente a desmarcarse para aprovechar el impulso del mito. Eso y que la misteriosa figura de Jerjes es desvelada, y ya se sabe que la mayoría de veces que en el cine se profana el misterio de un personaje, este suele acabar perdiendo el aura que poseía.
Podemos resumir la cita bélico-artística de esta segunda parte con el espectador asegurando que es tan entretenida como innecesaria y poco arriesgada. Si Leónidas levantase la cabeza…

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