Hoy voy a tratar un tema que a todos nos causa sentimiento, tanto buenos como malos: La Navidad. Estoy seguro que muchos de mis lectores coincidirán en que es una época agridulce donde recuerdos del pasado emergen como la erupción de un volcán. La navidad no es para todo el mundo y es totalmente razonable. Son tiempos para pasar con la familia y festejar una celebración religiosa. Al margen de mis creencias y siempre desde la máxima objetividad dentro de mi subjetividad, aquellas personas a las que no les gusta la navidad son considerados como rancios, deprimidos, tristes y una enorme lista de adjetivos negativos. Como pasa con todo, la navidad ha adquirido un sentido social y es evidente ya que los medios de comunicación nos invaden con publicidad y ofertas porque llega esta festividad y nos alerta el consumismo. No voy a decir que yo no compre nada por estas fiestas pues sería una mentira; ya es costumbre hacer ciertos detalles pero tampoco muy alejado de otras realidades como son los cumpleaños.
Las navidades ya no son lo que eran y no lo digo yo sino todos. Ya no existen las ilusiones que antes nos llenaban por estas fechas ni el cariño que se depositaba al hacer un pequeño regalo. Cada vez se quiere más y se pide más y a veces por no dar la negativa, cedemos porque parece que es lo que se espera de nosotros únicamente.
A mí me apodan por estas fechas “Señor Scrooge”, mítico personaje del cuento de navidad. Me río de ello pues es obvio que la navidad no va conmigo como antes comentaba. Espero que este pequeño pero consolidado escrito abra un poco la visión sobre la opinión que se tiene de quienes aborrecen la navidad.
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