Opinión

Estampas otoñales (II)

Hoy es el día de la Mochila y festivo en Ceuta. Lo tradicional en este día es pasarlo en el campo tomando frutos secos y frutas otoñales. Hoy he cambiado la tierra por el mar y escribo desde la popa del barco “Bora Bora”, junto a un grupo de amigos con los que comparto un común interés por la ornitología. Después de la tormenta de ayer, la mar está “hinchada”, es decir, tenemos algo de oleaje de fondo que balancea el barco de babor a estribor y de proa a popa. No obstante, no genera ninguna incomodidad y podemos disfrutar de la belleza de los paisajes que separan el celeste del cielo y el intenso azul de mar.
Al comienzo de la travesía parecía que las pardelas cenicientas iban a ser las únicas protagonistas del fascinante espectáculo de la naturaleza, pero poco a poco la cosa se fue animando. El paso de pardelas era continuo y cada vez más pegado a tierra. El mar era un espejo en el que se miraban las pardelas a pocos centímetros, e incluso rozando con las alas la superficie cristalina, como si quisieran saber si su imagen refleja la realidad o es un hechizo. Escribió Henry Beston -en su delicioso libro “La casa más lejana. Un año de vida en la gran playa de Cape Cod”- que se ha escrito poco por la belleza de nuestras aves. “Existen”, según H. Beston, “montones de libros sobre ellas, un sinfín de buena gente que las aprecia y las ama en tanto que aves, pero faltan publicaciones y foros que ensalcen las cualidades de su belleza”. También afirmó que “nadie conoce de verdad a un ave hasta que la ha visto volar”. En el caso de las pardelas, éstas vuelan formando una ancha tubería a gran velocidad con la mirada fija en el horizonte y tan cerca de la superficie que es un milagro que no se mojen.
El “Bora Bora” se ha introducido en esta tubería confundiéndose entre las pardelas, lo que nos permite verlas de cerca. Son aves de tamaño mediano, con la espalda grisácea, las puntas de las aves y la cola negra, colores que contrastan con el blanco níveo de su barriga. Podemos observarlas a una distancia tan reducida que se distinguen su rostro moteado en gris y su curvo y fuerte pico. Su tonalidad está difuminada, como si la hubiera dibujado Leonardo da Vinci sirviéndose de su técnica del “sfumato”.
El vuelo de la pardela es elegante y armonioso. Dan cuatro o cinco aleteos y se dejan llevar unos metros por la inercia. Cuando sopla viento inclinan el eje de su cuerpo hasta ponerse en vertical.

"Según pasa el tiempo y nos aproximamos al mediodía, el azul del mar se aviva haciendo que resalte aún más el blanco de las barrigas de las pardelas"

Un alcatraz se mezcla entre las pardelas. Su mayor tamaño le delata, así como sus grandes alas y su prolongado cuello. Como comenta Manolo. El patrón del “Bora Bora”, estamos envueltos en pardelas, a lo que añadiría que en lo que estamos inmersos es el mismo aliento de la vida. Esta misma sensación la experimentó el gran escritor de la naturaleza Barry López durante su observación de los movimientos migratorios de cetáceos y ánsares nivales en el Ártico. Así, mientras observa la llegada y la partida de los animales, Barry López empezó “a comparar las migraciones con un hálito, con la respiración de la tierra. En primavera, una gran inhalación de luz y animales. La larga retención del aliento durante el verano. Y una exhalación que los expulsa a todos hacia el sur en otoño” (Barry López, “sueños árticos”, Capitán Swing, 2017).
Desde la cabina del barco, su patrón, avisa de que ha divisado delfines en la zona de Punta Almina. Al acercarnos podemos verlos de cerca, entre ellas nadan hembras junto a los delfinatos para protegerlos y enseñarles los fondos marinos. Al levantar la vista contemplo una cautivadora composición pictórica en la que cobran protagonismo el fuerte del Desnarigado, en el primer plano; y en el segundo, la fortaleza del Hacho y la luna.
Según pasa el tiempo y nos aproximamos al mediodía, el azul del mar se aviva haciendo que resalte aún más el blanco de las barrigas de las pardelas.
Los charranes avisan de su presencia con sus agudos chirridos. Vuelan a media altura, por lo que no es fácil apreciar los detalles de su estilizada anatomía.
De nuevo vuelven a hacerse visibles las hembras de delfines y sus crías y nos acercamos a ellos. Podemos observarlos junto al barco, colmándonos de alegría y emoción. Hoy estamos viviendo una experiencia inolvidable, de esas que, como escribió Joseph Campbell, nos hace sentir el éxtasis de estar vivo. Esta experiencia adquiere un significado especial en el día en el que recordamos a los difuntos. Vida y muerte siempre se dan la mano y combaten por imponerse como la hacen dos charranes cabecinegros perseguidos por una gaviota que pretende robarle el pescado que uno de ellos porta en el pico.

"La mirada del conservacionista tiene que ser crítica con los desmanes del ser humano y sensible a la belleza de la naturaleza"

Conversamos con los compañeros que están en otra embarcación. Joaquín López, con el contador en la mano, ha calculado un paso de siete mil ejemplares de pardelas a la hora. Su hijo, a modo de broma, dice que faltan los cormoranes y al instante vemos un grupo de cuatro de estas aves volando en formación a la altura del faro de Ceuta.
Son las 12:00 h. El sol ha alcanzado el cenit y la luz es magnífica. Por efecto del viento, las pardelas dibujan sus particulares “eses” en el cielo y se separan de la superficie marina. Algunas vuelan a dos o tres metros de altura, lo que permite tomarles mejores fotografías. También vuelan altos dos alcatraces: un adulto y un pollo con su plumaje oscuro. Incluso se asoma un halcón peregrino. Lo que aflora en el mar es la aleta de un pez luna, al que nos acercamos para observarlo de cerca. La migración de pardelas que observamos en superficie tiene su correlato en el fondo marino con el paso de peces, cetáceos y atunes.
En la cala del Desnarigado se concentra mucha gente que ha elegido este lugar para pasar el día de la Mochila. Seguro que les pasará desapercibido el picado de los charranes para pescar.
La brisa del noroeste se impone y eriza el mar, además de enfriar el ambiente, por lo que me pongo la sudadera que me he traído.
Dos charranes vuelan a ras de agua en sentido contrario al Desnarigado. Con la intensa y limpia luz que nos trae el viento norteño se distingue muy bien la diferencia entre el color beis de los gneis del Hacho, el verde de las peridotitas del Sarchal y el marrón oscuro de los micaesquistos de la Almina, mientras que al fondo vemos la tonalidad clara del macizo kárstico del Yebel Musa.
Desde el mar es posible observar las distintas maneras históricas de modificar los paisajes. La fortaleza del Hacho, construida con los propios gneis de este promontorio y adaptada a su silueta, se contrapone al caos de alturas, colores y disposición de los edificios que conforman la barriada del Sarchal y de las rupturistas torres de la misma barriada.
La mirada del conservacionista tiene que ser crítica con los desmanes del ser humano y sensible a la belleza de la naturaleza. No obstante, hoy estamos colmados de esta última y siento que estoy en un paraíso natural en el que disfrutar de unos paisajes, de una luz, de unos colores, de una naturaleza rica y diversa, aunque injustamente maltratada por la ignorancia de la mayoría y la codicia de unos pocos.

"Poco a poco vamos completando un calendario repleto de acontecimiento naturales de primer orden, como el paso de los rapaces, las pardelas cenicientas o los buitres"

En la travesía del regreso a puerto seguimos viendo el despliegue de las pardelas. Entre tanto movimiento de aves, llama la atención un alcatraz adulto que flota de manera relajada en el agua que aquí y ahora está más calmada.
Navegando con el viento en contra se percibe con fuerza el olor a mar. Hace unos días supe que esta fragancia se denomina “maresía”. Henry Beston dedicó en su obra anteriormente citada un capítulo entero al olor a mar. Según Beston, “de todas las apelaciones a la memoria sensorial, ninguna ostenta más poder, ni abre puerta más amplia en el cerebro que una evocación a la nariz. Es este un sentido que cualquier amante del mundo más elemental debería usar, y, al hacerlo, disfrutar”. Yo disfruto de la “maresía” ceutí, que emana un buen olor natural, cargado de aromas y fragancias intensas.
Cuando nos aproximamos a la almadraba y veo las negras filitas caigo en la cuenta de la gradación cromática de la bahía sur de Ceuta que va desde el color claro de los gneis de Hacho en el este, al negro de las filitas al oeste, como si siguiera el curso sol de Oriente a Occidente.
Han pasado varios días desde esta jornada de avistamiento de aves marinas y sigue presente en mi mente la imagen de cientos de pardelas volando a pocos centímetros de la superficie marina de color lapislázuli. Puede que lleven haciéndolo desde tiempos inmemoriales, pero es en estas últimas décadas cuando ha despertado el interés de los científicos y la curiosidad de los amantes de la naturaleza. Poco a poco vamos completando un calendario repleto de acontecimiento naturales de primer orden, como el paso de los rapaces, las pardelas cenicientas o los buitres. El naturalista Carlos Hita en su reciente libro “Otoño” aporta una serie de datos, basados en los resultados obtenidos por la fundación Migres, que ilustran a la perfección la importancia de los movimientos migratorios de aves por el Estrecho de Gibraltar: “se estima que desde mediados de julio hasta noviembre pasan unas 140-150.000 cigüeñas; unos 70.000 abejeros; 16.400 milanos negros; más de 3.000 alimoches; 17.000 culebreras y una larga lista de otras especies que suman 450.000 individuos de treinta y cinco especies planeadoras”. Si bien la observación del paso de rapaces es más completa desde Tarifa, el mejor sitio para observar la migración de la pardela cenicienta es Ceuta. Por aquí pasa prácticamente toda la población mediterránea de esta especie, que se estima supera el medio millón de individuos. Esperemos que siga incrementándose el interés de la ciudadanía ceutí por la naturaleza, los movimientos migratorios de todo tipo de especies y, en especial, por la pardela cenicienta. Hay que agradecer al grupo SEO-Ceuta, su labor investigadora y la organización periódica de actividades de difusión de la ornitología, como las jornadas de avistamiento de aves marinas, ya sea desde tierra o desde el mar. Respecto a estas últimas, quisiera expresar un agradecimiento especial a Manolo, el patrón y dueño del “Bora Bora” por llevarnos en su cómoda embarcación a disfrutar de toda la vida que resurge cada otoño en la bahía sur de Ceuta.

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