El mundo se ha transformado en un complejo de intereses en el que todo vale. Es un compendio de artes hipócritas, de políticas interesadas y de prostitución moral. Las redes sociales se llenan de fotografías de inmigrantes que señores apoltronados en los sofás de sus casas usan para la crítica fácil mostrando la corpulencia de algunos cuerpos o los kilos de más de otros. No saben siquiera el origen de esas fotografías distribuidas por las redes suciales pero son los números 1 en opinar. Me encanta la actitud hipócrita de esa parte del pueblo español que reniega de salvar vidas en el mar, reniega del principio que debiera regir nuestras vidas: ayudar a los demás, pero son los primeros en acudir a misa, en fotografiarse entregando el ramo a la Patrona, en estar en cualquier misa enmarcada en los típicos actos oficiales que, hasta en exceso, se desarrollan en nuestra ciudad. Porque no hay Patrón de lo que sea que se salve de su acto, de su desfile y de su misa y posterior copa. A esto último nadie falta.
En ese dibujo del paletismo más básico, los hay que se llenan la boca y llenan de paso su Facebook de mensajes bajunos en los que, como deben saber de todo, hasta de la situación de esos inmigrantes, se permiten el lujo de cuestionar los principios más básicos en nuestras vidas, seamos o no creyentes.
Cuando el mundo entiende como un problema el acoger náufragos o dejarlos morir en el mar es que tenemos un problema gravísimo. No nos sorprenda. Estamos muertos. Hace tiempo. Ahora quizá apreciamos más en qué (no) humanidad nos estamos convirtiendo, materialista, robotizada por las redes sociales, sin corazón, hipócrita... y cada vez más enfrentada a determinadas personas a las que entendemos como un algo que debemos rechazar.
Yo siempre lo escribo y lo repito porque es la triste realidad, nosotros no estamos en un barco perdidos en el mar o no arriesgamos nuestras vidas porque nos parieron a este lado de la frontera. Hablar de lo que desconocemos, opinar como los borregos repitiendo los memes de unos y otros y encima ser unos hipócritas con nuestras vidas es nuestro mayor castigo. Un castigo en vida. No moriremos en el mar porque ya estamos muertos. Cada vez más.
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