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Dos horas acongojados y un estallido de júbilo: el Mundial en Marruecos

Como no podía ser de otra forma, Castillejos ha vivido el Marruecos-España del Mundial de forma diametralmente opuesta a Ceuta. A apenas cinco kilómetros, la localidad vecina se ha convertido este martes a última hora de la tarde en una fiesta multitudinaria desatada que ha anegado aceras, plazas, rotondas, calles y carreteras de marroquíes festejando con cánticos tradicionales, manteos bajo la luna y la celebración vikinga que Islandia hizo popular en la Eurocopa su victoria en la tanda de penaltis ante España tras dos horas con el corazón en un puño, aguantando el tiki-taka del rival y rogando por al menos no encajar un tanto.

Miles de residentes en la localidad del país vecino más cercana a Ceuta, donde el seleccionador de los Leones de Atlas tiene casa y familia, se han echado después a la calle en un estallido de júbilo respetuoso con el derrotado: “Ha habido suerte, pero España también ha podido ganar aunque ya no es el equipo de hace unos años… Unas veces nos toca a unos y otras a otros”, se ha compadecido del foráneo un vencedor en medio del éxtasis, banderas al aire, niños y adolescentes sobre los coches con la camiseta nacional, jóvenes exultantes, bengalas y vehículos quemando rueda sobre el asfalto…

Todos los cafetines y cafeterías de Fnideq se habían llenado hasta los topes después del chaparrón de última hora de la mañana para vivir en compañía la segunda vez de Marruecos en octavos de final de un Mundial. Esta vez, a diferencia de lo que sucedió en México en 1986, los rojiverdes han consumado la que ya es la mejor clasificación de su historia en una cita de este tipo. Ahora les espera la Portugal de Cristiano Ronaldo.

Sobre las mesas, café, te y agua mineral para una concurrencia muy mayoritaria pero no exclusivamente masculina y de todas las edades y estratos socioeconómicos, desde niños en chanclas hasta adultos con americana.

En el Café Marrakesh, enfrente de la vieja estación del ferrocarril que enlazaba Ceuta con Tetuán, tres mujeres militares en primera fila. Al lado, el más ambientado, un hombre con bandera, camiseta, bufanda y trompeta. A su alrededor en la terraza cubierta, pero también en los salones interiores de la primera y la segunda planta, cientos de niños, jóvenes y adultos cuya exaltación fue sofocando el dominio sin goles de los españoles.

El fútbol se ha extendido por el mundo más que la democracia y la economía de mercado, casi tanto como el peinado inspirado en líder norcoreano que gastan casi todos los futbolistas, sea cual sea su nacionalidad. No importa mucho el país en el que se esté viendo la televisión.

La afición lo hace con gestos similares y en todas partes hay un seleccionador en cada aficionado, aunque en Marruecos no parecen ser tan críticos con el que ejerce ese papel como en España: Regragui, paisano, fue uno de los más jaleados cada vez que apareció en pantalla, como el madrileño de nacimiento Achraf Hakimi o el delantero del Chelsea Ziyech, el que más ilusión generaba cada vez que se hacía con el esférico.

Por encima de las dos estrellas más llamativas de un equipo cuyo valor de mercado total ronda los 240 millones de euros, en octavos el que más aplausos cosechó por su desempeño sobre el césped fue Sofiane Boudal, que levantó la primera ovación con un regate sobre la banda izquierda que encandiló al personal.

También se recibió con especial alegría a Abdessamad Ezzalzouli, el delantero que estuvo a punto de decantarse por jugar con España y finalmente se inclinó por el país de sus progenitores.

No hubo muchos más momentos que agitasen las palmas de los marroquíes en la primera y segunda parte, ni del tiempo reglamentario ni de la prórroga, y el público recibió con un suspiro el palo que rozó el último balón de Sarabia.

Los seguidores del conjunto alauita siguieron todo el partido con respeto al rival, desde al himno nada más empezar hasta el tercer y definitivo penalti marcado por España. Solamente Ansu Fati, por temido, se llevó tímidos abucheos al entrar al campo en la recta final.

Dominados por España, que tuvo el balón el doble que su rival, la afición marroquí se encomendó a sus defensas, que en cada balón interceptado o despejado fueron saludados por sus compatriotas.

Los futboleros del país vecino se las prometían antes del inicio del choque muy felices en el mercado y la calle peatonal del centro, donde los vendedores ambulantes aseguraban haber agotado más rápido las camisetas españolas que las suyas.

Entonces entre risas todavía auguraban que podrían imponerse marcando dos y hasta tres goles a La Roja, siempre dentro de las llamadas a la concordia entre dos países “hermanos”, y llegaron al descanso medio confiados: “España mejor con la posesión del balón, pero Marruecos bien al contraataque… Cuidado”, diagnosticó en el primer parón, todavía de día, Mustafa, camarero del local, atestado como una grada aunque los que consumían eran los menos.

Durante la segunda parte fueron aumentado los curiosos que, sin asiento, se fueron arremolinando ante los cristales de la terraza para seguir el devenir de su selección, cada vez más embotellada por España y que solo sumó un par de ocasiones más o menos claras.

También mujeres en grupo de todas las edades un poco en la distancia, como si de un sepelio se tratase, pero el deportivo acabó siendo el del adversario.

Corría el minuto 75 cuando, mientras Luis Enrique daba las últimas indicaciones a Nico Williams, los más desconfiados empezaron a rogar ayuda divina para no encajar y un pase de la muerte de Morata terminó de helar el ambiente antes del primer pitido final del árbitro.

La primera parte de la prórroga arrancó con la concurrencia en silencio casi sepulcral y la segunda comenzó mientras sonaba la llamada a la oración de las 18.15 horas en la cercana mezquita blanca y azul ubicada en el mismo paseo marítimo. A apenas 5 minutos para el final los marroquíes vieron por primera vez a uno de los suyos solo ante Unai Simón, que no fue superado por el disparo. El “uuuuuy” final con Sarabia dejó al público esperando la tanda de penaltis, en la que antes de cada golpeo español coreó “fuera, fuera, fuera” como si el lanzador pudiera escucharlo.

No lo hizo, pero el combinado rojigualda marró sus tres primeros intentos con los más fanáticos ya completamente fuera de sí y Marruecos solo uno de sus cuatro iniciales, con lo que no fue necesario esperar a ninguno de los otros tres, momento en el que el auditorio se lanzó a celebrarlo como lo que ha sido, un momento histórico.

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