Hace pocos días Albert Rivera, aquél que en su día apareció desnudo en la cartelería electoral, y que después obtuvo un relativo, aunque pasajero, éxito electoral en nombre de Ciudadanos, volvió a “desnudarse” ante la ciudadanía, esta vez intelectualmente. Nos ha desvelado, por fin, su posición sobre el sistema público de pensiones. De “estafa piramidal” lo ha tachado, argumentando, sin evidencias, que los últimos que quieran cobrar su pensión, no podrán hacerlo, porque al sistema no le quedarán fondos. Inmediatamente, las redes se llenaron de “expertos” como Espinosa de los Monteros, ex Diputado y ex portavoz de VOX, que insistían en la misma tesis. Afortunadamente ambos están fuera de la política activa. ¿Se imaginan ustedes por un momento qué hubiera pasado en nuestro país si semejantes personajes hubieran formado parte de un hipotético gobierno de coalición de derechas?
Tengo 67 años y me jubilé con 65. En mis primeros 18 años de vida dependía de mis padres. Después comencé a trabajar y a cotizar al sistema de la Seguridad Social, hasta cumplir los 65. Es decir, he cotizado durante 47 años, lo que significa que he contribuido al sistema de la Seguridad Social 12 años más de los 35 que entonces los actuarios estimaban necesarios para cobrar el 100% de tu base de cotización. Si esta cotización, en lugar de haberla hecho a un sistema de previsión público, de prestaciones definidas, y gestionado mediante el sistema de reparto (los trabajadores de hoy financian con sus cotizaciones a los pensionistas), lo hubiera hecho a un Fondo de Pensiones privado, de prestaciones no definidas y gestionado mediante el sistema de capitalización, lo que estaría recibiendo hubiera dependido de la rentabilidad del Fondo. Y si dicho Fondo hubiera sido uno de los afectados por la crisis financiera internacional, la situación se habría complicado algo más. Por tanto, aunque mi pensión pudiera ser algo menor a la que hubiera obtenido si todo lo cotizado hubiera estado anotado en una cuenta de ahorro personal, junto a la rentabilidad de la inversión, prefiero el sistema público de pensiones.
La condición de equilibrio financiero del sistema de pensiones y su sostenibilidad futura depende de distintos factores. Por un lado está la relación de jubilados y ocupados, que tanto preocupa cuando se estrecha por la base y se ensancha por la altura la pirámide de población. Pero también influye, y mucho, el porcentaje de participación de los salarios en el PIB y la relación entre la pensión y el salario medios. Estos tres factores, no solo el primero, serían los componentes del gasto en pensiones. Y para financiarlo tendríamos en el otro lado de la ecuación las cotizaciones y las subvenciones del estado al sistema. Es decir, la solvencia o insolvencia de un sistema público de pensiones como el nuestro, depende de una serie de supuestos, entre los que se incluye la evolución futura de la economía (PIB), el comportamiento del sector público (subvenciones) y la estructura actuarial del sistema de pensiones.
"Los estudios científicos disponibles avalan que las subidas de salarios, las cotizaciones y subidas moderadas de algunos impuestos, no causan perjuicio alguno a la economía, sino todo lo contrario"
Por tanto, además del incremento de los tipos de cotización, también el nivel de salarios, el nivel de empleo y el crecimiento económico ayudarían a sostener el sistema. Evidentemente, otra forma de mantener el sistema sería bajando el importe de las pensiones. Es lo que siempre proponen los partidarios del sistema privado. Todo esto significa que las medidas adoptadas en nuestro país, incrementando los salarios y adoptando medidas para proteger el empleo, son adecuadas para garantizar la viabilidad del sistema público de pensiones y el poder adquisitivo de los pensionistas. Pero también, aumentando en una pequeña cantidad los tipos de cotización, para ayudar a que las tensiones ocasionadas por el “baby boom” no colapsen el sistema. Era el otro factor de la ecuación de equilibrio del sistema de pensiones que hay que utilizar en situaciones de este tipo. Los estudios científicos disponibles avalan que las subidas de salarios, las cotizaciones y subidas moderadas de algunos impuestos, no causan perjuicio alguno a la economía, sino todo lo contrario.
Ya en el año 1999, los economistas Orszag y Stiglitz, advirtieron que las políticas de alejamiento del sistema público de prestaciones definidas, propiciadas por el Banco Mundial, y puestas en marcha en países como Chile, eran un error. Además, en un magnífico estudio demostraron que los mitos en torno a los sistemas privados de pensiones surgían de la incapacidad de distinguir algunos aspectos importantes, y llevaban a conclusiones erróneas sobre la supuesta superioridad de los sistemas privados de pensiones. Ni aumentaban el ahorro nacional, ni sus tasas de rentabilidad eran superiores, ni las inversiones de los fondos fiduciarios públicos en acciones privadas tenían implicaciones en el bienestar social, ni incrementaban los incentivos del mercado de trabajo, ni incentivaban el retiro anticipado, ni los costes administrativos de los fondos privados eran inferiores, ni la gestión de los fondos públicos es más ineficiente que la de los fondos privados (que se lo pregunten a los millones de chilenos que en la actualidad buscan volver al sistema público de pensiones). Estos mismos mitos son los que los que hablan de “estafa piramidal” de las pensiones en España siguen manteniendo, más de veinte años después, para, aprovechando las generaciones del “baby boom”, intentar, de nuevo, un asalto a nuestro sistema público de pensiones y de Seguridad Social, desde el sector privado.
Es decir, bajo mi punto de vista, como ya expliqué en un artículo sobre este tema que escribí al cumplir mis primeros 65 años, el sistema público de pensiones de la Seguridad Social es un sistema seguro y superior al sistema privado de pensiones. Si además, como pensionista consigues seguir haciendo lo que te gusta y contribuyendo a que el mundo mejore cada vez más, entonces el rendimiento que se le puede sacar a la pensión que recibas de la Seguridad Social, podrá multiplicar hasta por tres el valor de cada uno de los años anteriores.
Porque estoy convencido de que ningún multimillonario propietario de redes de comunicación, ni ningún gobernante ultra, podrán hacer nada contra millones de abuelos y abuelas en pie de guerra y en disposición de dar la batalla por la defensa del bien común y del futuro de la humanidad.
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