Debido a los ruidos y al exceso de flora de la zona de la batería de Valdeaguas, El Faro de Ceuta se acercó a lo que antiguamente era un polvorín de propiedad militar para comprobar cuál es realmente el estado de abandono que presenta.
Entre matojos y arbustos asoma una construcción de forma circular pero, ¿qué fue y para qué se construyó? Se levantó como batería de Costa a finales del siglo XIX, con un proyecto en 1884 por el ingeniero Luis Sánchez de la Campa, para tres piezas artilleras de gran calibre. Una vez desartillada en 1941 la infraestructura fue utilizada como almacén, hasta que en el año 2000 fue entregado a la Ciudad Autónoma de Ceuta.
A día de hoy la imagen es de un vertedero junto a un edificio abandonado. El terreno está completamente salvaje con hierbas altas, matorrales y raíces que crecen sin cuidado. Hay caminos creados por las pisadas de algunas personas que han hecho de eso su refugio y vivienda.
Está lleno de basura, de todo tipo de residuos además de bolsas, papeles, envases, latas y botellas. Algunos de estos elementos sobre el suelo tienen un aspecto tan desgastado que, seguramente, se han estado acumulando durante años.
Respecto al edificio, es desolador. Las paredes están completamente llenas de humedades, innumerables grafitis con frases, dibujos y mensajes. También alguna declaración de amor, con fecha y nombre. Las paredes están rotas y hay agujeros, algo parecido a los butrones que acostumbran a hacer algunos ladrones. De lo que parece que fue pintura blanca ahora no queda ni rastro de ella entre las pintadas y los derrumbes, es un peligro.
Respecto a los compartimentos del interior del edificio, estos están destrozados. En alguno hay incluso tal cantidad de basura y ropa abandonada que es imposible entrar, se han amontonado tantos enseres que incluso se levantan a palmos del suelo por la acumulación. Hay incontables latas (algunas recientes y otras muchas oxidadas por el paso del tiempo), botellas, bricks de bebida, cestas de plástico, envases de comida preparada, cartones, todo tipo de vidrio, bolsas, alambres, cuerdas, rocas de grandes dimensiones y ladrillos, garrafas, toallas, y ropa. También hay colchones, pista de que alguien ha habitado esto en algún momento. Todo está muy sucio, amontonado y lleno de bichos.
Al entrar a la infraestructura lo primero que está, en el centro, es una bañera arrancada probablemente de alguna casa. Ahora está repleta de bolsas de basura, a modo de papelera, y completamente oxidada.
Además, una pasarela de madera en lo alto –que formaría una segunda planta– está totalmente podrida y se cae a pedazos.
Sorprende que, una vez atraviesas el edificio entero, hay una rampa que sube hacia otra estancia. Ahí hay un marroquí de edad adulta que la ha convertido en su vivienda, ha hecho de esto su casa o su pequeño refugio. No en el interior de lo que sería el edificio principal, sino detrás.
En un habitáculo se ha creado su tendedero y trastero y también es donde duerme. Él recoge cosas que están abandonadas en la calle e intenta arreglarlas para utilizarlas. Por ejemplo carritos, armarios con ruedas, botes, garrafas, hamacas de la playa y cartones. En otro pequeño departamento tiene el espacio donde duerme, con una sábana a modo de puerta. Puede verse desde la carretera del cementerio ya que ha construido un techo con palés, telas, maderas y cartones.
Este edificio que es de titularidad pública desde hace ya veinte años está en ruina progresiva y está calificado del uso actual como de abandono total sin que nadie adopte soluciones.
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