Las estadísticas que ofrece el Ministerio del Interior sobre los movimientos migratorios hacia Ceuta obvian algo clave, la presión constante ejercida sobre los espigones que deriva en cuantiosas intervenciones de las que nadie deja constancia. Si oficialmente llegaran a trascender las acciones diarias que se llevan a cabo se evidenciaría el alcance de una situación que desborda y resulta grave.
El episodio extremo del pasado fin de semana, con decenas de jóvenes en el mar buscando el paso a Ceuta por el Tarajal, llama la atención por su número pero a diario las aproximaciones de nadadores son constantes lo que se traduce en muertes y desapariciones.
De todo esto no informa Interior, tampoco las delegaciones del gobierno. Se quedan en las informaciones que, por repetidas, ni siquiera aparecen en las noticias ya no locales sino tampoco nacionales.
Esa situación real queda nublada por unas estadísticas que recogen un dato superficial de una realidad mucho mayor que está asociada a un concepto de frontera que se dispuso tras la reapertura de los pasos terrestres con Marruecos.
Son datos objetivos que no se recogen entre la hilera de presentaciones oficiales bien alejadas de la realidad.
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