“Estaba muerta de miedo”, comenta una vecina del Príncipe con voz tenue recordando la operación policial que se había desarrollado al alba y en la que su vivienda era uno de los objetivos de registro.
A esa hora, las siete de la mañana, se encontraba rezando en la planta superior cuando de repente unos golpes rompían su concentración. Habían roto la puerta de acceso a su vivienda para entrar en ella. Entonces preguntó quién era y quienes habían entrado respondieron que era la Policía, por lo que se calmó.
No obstante, su pesadilla acababa de comenzar. Los policías rompieron otra puerta y entraron en otra habitación y comenzaron a revolverlo todo. Tal y como relata la vecina, los agentes decían que “venían buscando pistolas”. En el registro se llevaron 540 euros que escondía en una pequeña caja fuerte que guarda en una mesita de noche y otros 55 euros de su hermana. “El dinero que se han llevado era el que tenía para tirar el mes. Mi marido cobra 350 de la jubilación...”. Añade que también se llevaron tres teléfonos móviles, de los que sólo funciona uno.
“Tienen derecho a buscar pero no a romper. Y me han dejado sin dinero, ni para una barra de pan”, lamenta la vecina. El estado en el que quedó su vivienda era desolador: sillones de lado, camas volcadas, armarios vacíos y la ropa esparcida por todo el cuarto, puertas rotas... “Por querer entrar en una vivienda han entrado a tres. Han roto la puerta y se han metido en la casa, después dicen ‘perdona’ y ya está. ¿Quién se hace cargo de esto?”, se pregunta otro vecino de la zona.
La vivienda que se encuentra al lado también fue registrada. Familiares de la propietaria aseguraban que ésta, cuando se percató de que los agentes querían entrar, les dijo que iba a abrir, pero que no le dio tiempo ya que rompieron la puerta. Después fue esposada e introducida en el baño junto a sus dos hijas de cuatro y seis años. “A la dueña la han esposado y le han apuntado con pistolas, y las niñas estaban muy asustadas y con ansiedad. Para colmo los policías les dicen a las niñas que no se preocupen, que es un juego de mayores”, comenta una familiar de la propietaria de la vivienda, que no fue detenida. Los agentes se llevaron teléfonos móviles, ordenadores y removieron todas las cosas de la casa. “Hasta han leído las cartas que el marido le ha escrito desde la cárcel. Después dicen ‘perdona’ y se acabó”, denuncia una de las familiares, quien asegura también que la dueña de la casa, que tras los hechos se marchó “al médico”, no tiene “ni para comer”, por lo que cada día almuerzan en casa de su madre o de su suegra.
En otra de las viviendas en las que entraron los agentes detuvieron a una mujer. Justo al lado de esta se ubica otra casa en la que los policías entraron pero, tal y como relata la persona que la habita, se marcharon al darse cuenta de que no tenían orden judicial para acceder a la misma, eso sí, después “de ponerme las esposas y pisarme la cara”.
El de ayer fue un día largo y duro para estos vecinos, quienes despertaron muy temprano por un registro que ha dejado sus viviendas como si se hubiera producido un terremoto.
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