Tribunas

De ésta, no salimos

No hay duda de que entre la perspicacia del votante y la élite política, existe una gran desconfianza e inseguridad. No solo por la desconexión que pueda ocurrir entre el voto otorgado y su efecto palpable, sino también por las sufridas consecuencias de los errores político-económicos que nos han llevado a un alto desempleo, al crecimiento de la desigualdad, a la euro-crisis, etc. Y además, por el bloqueo político que vivimos, mientras que el país sigue funcionando como buenamente puede, aún sin las reformas que se necesitan: regeneración política, mejora de la economía, integración social.
Este bloqueo, y el nuevo ciclo de cambio político o de fragmentación política que comenzó el 20-D de 2015 en España, nos está proporcionando un “annus horribilis”. A pesar, de que aún con parálisis política,  en el segundo trimestre de 2016, el producto interior bruto (PIB) continúa subiendo (+0,8%) y la creación de empleo aumenta. La inversión extranjera experimenta, en el primer semestre de 2016,  un aumento del 13% con respecto al mismo periodo de 2015. Las exportaciones van en aumento, y el consumo sube favoreciendo la competitividad. Mientras que el aumento de la productividad es débil. Pero nuestra frágil economía y nuestra muy frágil situación social podría ir bastante mejor. No estamos en la misma situación que los Belgas (2010-11), cuando estuvieron casi dos años sin Gobierno y nos les fue del todo mal. Y ya camino del 2017, es necesario reconducir los presupuestos del 2016 y reducir el déficit público y su deuda.
Esta parálisis, y si los acuerdos en la formación de Gobierno en Galicia y el País Vasco no lo evita, es muy probable que nos traiga un regalo de Navidad para todos los españoles: unas terceras elecciones. Y aunque se intente encontrar en las urnas la terapia del voto para una enfermiza política de partidos, el regalo apunta a ser “más de lo mismo”: fragmentación parlamentaria. Y además con una fragmentación interna de los partidos por rivalidades entre sus dirigentes. Las cuales reflejan a una clase política más preocupada por sus posiciones que por desbloquear la situación y atender a los votos de los ciudadanos. Y por si fuese poco, en medio de todo este escenario, el cruce de casos de corrupción entre los dos grandes partidos, PP y PSOE. Entre ellos, la reciente algarabía del caso de Rita Barberá y la reciente petición del Ministerio Fiscal para Manuel Chaves y José Antonio Griñan por el caso de los ERE.
Pero el paisaje de posicionamientos políticos es más extenso. Las tensiones ideológicas en Podemos y la rivalidad entre Iñigo Errejón y Pablo Manuel Iglesias (a quienes le unía el arrojadizo dardo de “casta”) no consiguen contribuir a acordar una respuesta de solución al vacío de poder de nuestro país. Errejón con una actitud más pragmática hacia el PSOE y en cambio Iglesias con una actitud más distanciada. Además, entre los dos parece disputarse el liderazgo del partido. Por otra parte, el doble “no” de Pedro Sánchez al PP viene produciendo grandes heridas internas de Partido. Y en éstas se están manifestando, entre otros, el barón extremeño Guillermo Fernández Vara y la baronesa de San Telmo, Susana Díaz. Ante ese “no”, Miquel Iceta, primer secretario del PSC, entiende que es posible un acuerdo con Podemos. Pero el referéndum de Cataluña constituye un verdadero desencuentro entre ambos partidos. Un referéndum pro-independencia planificado por los separatistas para 2017, y con la reciente advertencia de Carles Puidgemont de que si no fuese oficialmente permitido, Cataluña organizaría sus propias elecciones constituyentes (en forma de plebiscito). Mientras tanto en el PP, las rivalidades internas las habrá, pero no se oyen. Aunque recientemente hayan aflorado manifestaciones y rencores en algunos de sus dirigentes. Y por encima de cualquier cuestionamiento de liderazgo de Mariano Rajoy, está su tranquilidad expresa y con carácter de parodia popular de que “si hay que ir se va” a unas terceras elecciones, a sabiendas de que saldría beneficiado en detrimento de otros.
Sin embargo, enfermiza también lo está la política de Europa. Con una Angela Merkel, que aunque ganase las elecciones alemanas del próximo año, seguiría debilitada en casa y en Europa. Principalmente por representar la austeridad alemana y la apertura en la política de los refugiados. Pero apelando al “espíritu de Bratislava” en la reciente cumbre europea de los 27. Ello con la intención de mantener una Europa unida ante una probable nueva era de desintegración, y ante las sanciones impuestas a Rusia debido a la crisis de Ucrania. Y conociendo que, como consecuencia de las elecciones francesas del próximo año, es muy probable que François Hollande, su actual aliado en el eje y corazón europeo Berlín-París, no esté. Pudiendo ser sustituido por Nicolas Sarkozy, actualmente en desacuerdo con ella en grandes cuestiones europeas. Aunque esperanzada en que pueda ser elegido el centrista Alain Juppe.

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