Los cinco sentidos gozan con tan solo poner un pie en La Esquina Ibérica, en calle Jáudenes. El aroma intenso de los jamones y el color vivo de sus embutidos invitan a probar sus sabores, suaves e inigualables, pero también a palpar esa loncha rugosa de queso curado que se puede bañar con un vino de su extensa carta, cuyo sonido al arremolinarse en la copa está lleno de matices. Ceuta en el Paladar visita uno de los negocios señeros de una calle convertida en ruta de la tapa por méritos propios y quien mejor que su jefa de cocina para dar a conocer las especialidades de La Esquina Ibérica.
Por su espectacularidad, la brocheta de rape y langostinos sobre una cama de ensalada mézclum y anchoas encandila al comensal. Ya no solo por tener la enjundia –y la altura– de un monumento a la gastronomía local, sino que sus productos son tan frescos que el langostino podría guiñar un ojo a la cámara de quien quisiese inmortalizar ese momento. Y, para quien se decante más por la carne, sirven la misma brocheta pero de tierno solomillo.
Junto a este plato más creativo, el menú de La Esquina Ibérica guarda un espacio a otros más tradicionales, de cazuela, y muy demandados tanto por sus numerosos parroquianos como por los curiosos que buscan deleitar sus paladares. El tierno pulpo a la marinera guisado con tomate es otra de las variedades que el visitante puede pedir en tapa o en ración. Dentro del juego de contrastes que distingue su carta, la calidad de sus carnes se comprueba en otra de sus especialidades: el codillo de cerdo al horno acompañado de patata y cebolla caramelizada, cuya salsa guarda un secreto que lo hace irresistible.
Entre la tierra y el mar, sus boquerones en vinagre merecen una mención aparte dentro de sus clásicos: inmaculados y rociados con un perejil rico, rico que mantienen la demanda durante todo el año. Sus patatas bravas tampoco se quedan atrás, conocidas por ese toque picante de la salsa que todo cocinero busca, pero no todos consiguen. Y, como el cuchareo triunfa en cualquier momento, ni en invierno ni en verano puede faltar en su carta un plato emblemático de la gastronomía española como es el de los callos.
La Esquina Ibérica trae la calidad directamente de la dehesa a la mesa y, en algunos de sus platos, la encontramos en los taquitos de jamón que coronan un apetitoso salmorejo cuyo principal ingrediente es “mucho cariño”. Y como para gustos los colores, el salmorejo de remolacha, más dulce y libre de ibéricos, refrescará a los comensales que quieran dejar el tomate para la ensalada. Ahora solo queda sentarse en su salón o en la terraza y disfrutar de un menú pata negra.
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