Colaboraciones

Espronceda, Ceuta, Almendralejo y Mirandilla

La vida y obra del poeta extremeño José Espronceda, no por ser generalmente conocidas despiertan menos interés. A muy pocos defrauda, aun cuando repitan su lectura. Siempre dan para no aburrirse, por lo atrayente y sugestiva que resulta su abundante mezcla de múltiples peripecias románticas, épicas, dramáticas, aventureras, políticas, revolucionarias, caballerescas y mujeriegas. Sin embargo, hay algunos aspectos que creo sí son poco conocidos: Los referidos a Ceuta y Mirandilla, mi pueblo, que inmediatamente aclararé.

Nació Espronceda el 25-03-1808, en el lugar de Pajares de la Vega, entre Almendralejo y Zafra. Pero la abuela materna era nacida en Ceuta. Su madre, María del Carmen Delgado y Lara, era natural de Pinos del Valle (Granada), según consta en el libro 1242, folio 14v, del Regimiento de Caballería de Borbón, su abuela Angustias Fernández Pimentel era nacida en Ceuta.

Fue bautizado e inscrito por el capellán castrense de dicho Regimiento, el mismo día de su nacimiento, en la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación de Almendralejo, imponiéndole los nombres de José, Ignacio, Xavier, Oriol y Encarnación. Su padrino fue el vizconde de Zolina, brigadier de los Ejércitos y coronel de dicha Unidad. Su padre era Juan José Camilo de Espronceda y Pimentel, nacido en Los Barrios (Cádiz); a su vez hijo de Diego de Espronceda (su abuelo paterno), también militar, natural de Tafalla (Navarra), donde todavía existe la casa solariega de la familia Espronceda en la calle Mayor.

Y el otro dato poco conocido es que Espronceda residió durante algún tiempo en la preciosa sierra que tiene Mirandilla, mi pueblo: Sierra Bermeja. Como recojo en mi libro “Mirandilla sus tierras y sus gentes”, que el año 2005 me editó la Diputación de Badajoz, este ilustre extremeño, uno de los poetas más destacados representantes del romanticismo español, tuvo una finca sembrada de viñas y olivos que él mismo cultivaba, con una casa de campo en el lugar conocido como “Los Cerrajones”.

El predio figuraba inscrito a nombre del poeta, situado sobre la ladera de la sierra de mi pueblo; desde cuyas alturas se pueden contemplar lindas vistas y maravillosos paisajes, hasta allá en la lejanía donde parecen juntarse el cielo y la tierra. Esa sierra, contemplada desde el pueblo, parece como si fuera una corona ceñida sobre la cabeza de Mirandilla levantada, a la vez, que “balcón de Extremadura” desde el que al norte se divisa la provincia de Cáceres y al sur la de Badajoz.

Quizá por eso, sirviera de fuente de inspiración no sólo a Espronceda para inspirarse en rimar sus versos, sino que también fue lugar de estancia y relax de hasta tres reyes: Alfonso XI, que gustaba mucho de cazar en ella, como él mismo refiere en su “Libro de La Montería”, en el que escribió haber estado varias veces en ella cazando y los buenos trofeos cinegéticos que se cobraba.

También por el suave desfiladero que la misma tiene en el lugar llamado la Atalaya, entró en Mirandilla el monarca Carlos V, como consta en el libro “Estancias y viajes del Emperador”, cuando viajaba el día 3-03-1526 desde Toledo a Sevilla acompañado de su comitiva real para contraer matrimonio con Isabel de Portugal; habiendo parado a comer y a descansar en Mirandilla, se cree que en la casa-palacio del marqués de la Encomienda.

E igualmente la visitó Carlos IV, llevándole a ella a cazar su primer ministro, el extremeño Manuel Godoy García-Farias, del 9 al 16 de-01-1795, hospedándose en la cercana finca de Campomanes, donde el rey hirió de un disparo a un hermoso jabalí, al que el rey perdió de vista, pero al día siguiente fue encontrado muerto siguiendo el rastro de su sangre. A Espronceda le atraía mucho el mundo rural y contemplar la naturaleza, con la que en Mirandilla se tiene siempre un encuentro pleno.

Como Esproceda residió bastante tiempo en Francia, tengo referencias personales que directamente me hicieran, por un lado, don Eusebio Paredes Morcillo, funcionario del Ayuntamiento, informándome que en la década de 1950-60, se personó en el Consistorio de Mirandilla una comisión cultural francesa de varios historiadores, provistos de un documente fehaciente que acreditaba el título de propiedad de la citada hacienda a nombre del poeta. Y también me lo refirió don Mariano García, profesor de EGB.

Los historiadores franceses estaban muy interesados en obtener más datos. Los que ellos tenían, efectivamente, corroboraban que Espronceda vivió a temporadas en Mirandilla, en una finca sembrada de olivos y viñedos, dotada de vivienda rural. Yo mismo recuerdo de mi infancia haber conocido ese extenso olivar en Los Cerrajones, con restos de la casa ya derruida y quedando de los viñedos sólo algunos retoños que las raíces de las cepas solían reproducir.

Retomando el nacimiento de Esproceda, nació cuando su padre, Juan José Camilo de Espronceda y Pimentel, de 58 años, siendo teniente coronel del Regimiento de Caballería de Borbón, recibió la orden de desplazarse desde Villafranca a Badajoz, a raíz de los agitados acontecimientos que provocaron la caída del extremeño Godoy que, con sólo 25 años, había llegado a primer ministro de España y generalísimo del Ejército. Fue valido del rey Carlos IV y de su esposa Mª Luisa de Parma, a la que se le atribuyeron ciertos devaneos palaciegos con el extremeño que también provocaron la abdicación del rey.

En el viaje acompañaba al padre su joven madre, María del Carmen Delgado Lara, que se hallaba en avanzado estado de gestación. Los acontecimientos se precipitaron en el camino y se vio apresurada a buscar aposento donde poder alumbrarlo, acogiéndoles en su casa-palacio el marqués de Monsalud, militar, muy próxima a Almendralejo, que al cumplirse en 2008 el bicentenario del poeta, se descubrió la anterior relación de amistad que el padre de Esproceda ya mantenía con el dueño del palacio. El matrimonio Espronceda-Delgado tuvo otros tres hijos más, pero fallecieron a poco de nacer.

En su infancia, la familia peregrinó por diversos lugares de España siguiendo las vicisitudes de la movilidad que a los militares imponen sus frecuentes destinos, máxime cuando el mismo año 1808 comenzó la guerra de la Independencia. Pero, hacia 1820 la familia se asentó definitivamente en Madrid, en la calle Lobo. Con 13 años, su padre solicitó y obtuvo para el niño plaza de cadete en la Academia de Artillería de Segovia, pero nunca la llegó a ocuparla porque se inclinó más hacia el estudio de Humanidades en el colegio de San Mateo, entonces bajo la dirección de otro romántico, Alberto Lista, del que recibió gran influencia.

La vida de Espronceda fue desde la adolescencia muy convulsa y agitada. Presenció el ahorcamiento del coronel Rafael Riego, que le produciría gran impacto y le hizo abrazar las ideas revolucionarias tras haberse Riego alzado contra Fernando VII y su monarquía absolutista. Con sólo 15 años Espronceda fundó con otros jóvenes una sociedad secreta de corte masónico-patriótica llamada “Los Numantinos”, de la que fue su presidente y tenía como uno de sus objetivos asesinar al propio rey.

Fue desterrado a Guadalajara y condenado a cinco años de cárcel, pero su padre, ya coronel, influyó para que sólo cumpliera el niño tres meses de arrestado en un convento. En 1826 huyó a Gibraltar y desde allí a Portugal para, según dijo: “Yo he salido a los 16 años de mi patria como un segundo Don Quijote, a buscarla, y todavía no he hallado una que pueda llamarse tal. He salido para sentir la patria, para no poder pronunciar jamás tan dulce palabra sin conmoverme”.

En Lisboa conoció en 1827 a Teresa Mancha, de 16 años, hija del coronel español allí exiliado, Epifanio Mancha, con la que inició una apasionada relación de amor; pero, debido a sus actividades políticas, Espronceda fue expulsado de Portugal y marchó a Holanda y después a Inglaterra, donde también se estableció después la familia Mancha con Teresa. El extremeño pasó luego a Francia y allí participó en las barricadas de la revolución de 1830 que destronó la monarquía francesa de los Borbones.

Intentó entrar en España con una columna de liberales mandados por el guerrillero “Chapalangarra”; pero fracasó. Regresó a Inglaterra, donde los Mancha vivían ya en la miseria y allí se reencontró con su amada Teresa, que no tuvo más remedio que casarse con Gregorio del Bayo, un rico anciano vizcaíno establecido en Londres, que daba a la joven todo lo que ella quería, menos amor. Al reencontrarse, renació en ambos su anterior idilio. La pareja tramó su fuga a París, con ocasión de que Teresa acompañaría a su anciano marido. Espronceda la esperó, y el 15-10-1831 ella abandonó el hotel donde se hospedaba con su esposo e hija pequeña nacida del matrimonio, fugándose con su amante poeta.

En 1833 se proclamó en España una amnistía y los amantes marcharon a Madrid donde él ingresó en la Guardia Real. Pero al poco tiempo Espronceda censuró al gobierno en varios de sus mordaces poemas y fue expulsado a Cuéllar. En principio, vivió la pareja unos años muy felices y tuvieron a su hija Blanca, fruto de aquella explosiva pasión desenfrenada. Él entró de lleno en política y poco a poco el amor de Teresa se fue enfriando hasta que ella hizo con Espronceda lo mismo que antes éste le había enseñado a hacer con su marido.

Ella se fugó, esta vez con un tal Alfonso a Valladolid, dejando abandonados al poeta y a su otra hija. Espronceda la localizó, se reconciliaron y regresaron a Madrid, pero ella llevaba una vida desordenada y en 1839, con sólo 29 años, falleció de tuberculosis teniendo que ser enterrada de limosnas. Espronceda había fracasado antes en su empeño de ser Diputado por Badajoz, pero en 1836 consiguió serlo por Almería.

En 1841 fue nombrado secretario de la Embajada de España en Holanda, más bien para quitárselo el gobierno de en medio. Pronto regresa a Madrid y retoma sus amoríos, primero con Carmen Osorio y después con Bernarda Beruete, con la que proyectó casarse; pero el 23-05-1842 a Espronceda le sorprendió su muerte a consecuencia de una afección de garganta a la edad de 34 años. Su entierro constituyó una impresionante manifestación de duelo de todas las capas sociales de Madrid. Sus restos reposan en el Panteón de Hombres Ilustres de la Sacramental de San Justo.

Recién fallecido, fue orquestada una especie de “leyenda negra” contra Espronceda, presentándolo algunos críticos y biógrafos como un hombre cínico, revolucionario radical, mujeriego y librepensador; pero pronto su persona, su vida y su obra fueron convertidas algo así como en mito, siendo al final considerado como un gran hombre de letras, uno de los más excelentes poetas románticos que ha tenido España.

Cultivó casi todos los géneros con su verso encendido lleno de evocaciones líricas, épicas y patrióticas, desde una óptica liberal de ver la vida con ímpetu juvenil. Entre sus poesías líricas destacan: “El diablo mundo”, su obra de mayor envergadura en la que canta la fugacidad de todo lo creado, las relaciones antagónicas entre el individuo y la sociedad; también “Canto a Teresa”. “El mendigo”, “El estudiante de Salamanca”, etc.

Tuvo inspiración caballeresca y medieval, como “Sancho Saldaña” y “El canto del cruzado”. Reflejó mucho en sus “canciones” a personajes marginados que exaltan la vivencia de la libertad y del rebelde frente al orden institucional; denunció la esclavitud en “El Pirata”, la miseria en “El mendigo”, la opresión en “El reo”, la crueldad en “El Cosaco”, la marginación en “La prostituta”, la alineación en “El Verdugo”.

Practicó la poesía filosófica, denunciando los vicios de la sociedad y la angustia entre la vida y la muerte. Su obra dramática la representó con “Ni el tío ni el sobrino”, “El amor venga sus agravios” y “Blanca de Borbón”, de corte neoclásico. Cultivó también temas históricos, como “La cautiva”, “A la patria”, “¡Guerra!”; la novela y el teatro (“Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar”). Y escribió numerosos artículos impregnados de ideología revolucionaria francesa (“Libertad, igualdad, fraternidad”, ”El gobierno en bolsa”. Espronceda, en fin, fe todo un genio de la literatura.

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