Opinión

El espíritu de las profundidades

Las más de dos décadas que llevamos trabajando en pro de la conservación del patrimonio natural y cultural de Ceuta nos abre una amplia perspectiva de los avances y retrocesos en materia de protección, investigación y difusión de nuestros bienes naturales y culturales. Si nos embarcamos en la aventura de defender el patrimonio local fue por nuestro conocimiento sobre el valor de la naturaleza ceutí y de nuestro legado patrimonial. No solo éramos consciente de su importancia, sino que también sentíamos un gran amor por nuestra tierra. Nos dolía que nuestro patrimonio estuviera abandono o impunemente destruido por los mismos que tienen el deber constitucional de protegerlo y mantenerlo para que pueda ser disfrutado por toda la ciudadanía. Pocos lugares ostentan la condición de puntos calientes de la biodiversidad por ser cruce de camino entre Europea y África; y confluencia de dos mares: el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. Los espectáculos naturales que se pueden observar en Ceuta, como el paso de la pardela cenicienta, de las rapaces o de las poblaciones de cetáceos, son de una majestuosidad indescriptible. Esta maravillas de la naturaleza, a la vista de todos, se complementan con un paisajes submarinos únicos en el mundo. Pasear por Ceuta es sumergirte en la historia geológica de la tierra. Esto lo sabe muy bien nuestro compañero Paco Pereila. En muchas ocasiones nos ha comentado que Ceuta es considerado uno de los territorios con mayor geodiversidad de España. Aquí es posible observar desde rocas volcánicas e ígneas, hasta vetas de cobre y hierro que fueron explotadas desde la Antigüedad Tardía. Sobre este rico y diverso substrato geológico crecen bosques relictos de alcornoques a las que se han sumado pinos y otros especies arbóreas. Por desgracia, nuestro montes han sido muy maltratados a lo largo de la historia. A finales del siglo XIX se llevó a cabo una salvaje desforestación por “razones” defensivas que dejaron a determinadas zonas de Ceuta pelada de árboles. Cuando se dieron cuenta del error cometido quisieron remediarlo mediante una repoblación masiva de eucaliptos. Luego han sucedido los graves incendios forestales de los últimos años que han acabado con árboles centenarios y ennegrecido el campo. No menos daño han sufrido nuestros arroyos, muchos de ellos rellenados para trazar nuevos viales o habilitar superficies para nuevas construcciones. Sin duda el ladrillo y el hormigón ha ido ganando terreno a pasos agigantados a costa de nuestra patrimonio arqueológico, cultural y natural. El control arqueológico de los movimientos de tierra ha llegado demasiado tarde en Ceuta, aunque, como dice el refrán, más vale tarde que nunca. Si no llega a ser por Carlos Posac, que residió en Ceuta en los años de mayor renovación urbana en el centro histórico, muchas piezas arqueológicas de enorme interés histórico se hubieran perdido y con ellas la posibilidad de completar muchas páginas de la historia de Ceuta. Tras esta fase de mera recuperación de piezas arqueológicas, llegó la etapa que podemos calificar de “arqueología de la oportunidad”, consistente en dar con parcelas de propiedad municipal en la que “dejaban excavar” a equipos como el de Emilio Fernández Sotelo o los de las universidades de Granada o Autónoma de Madrid. Estas oportunidades se aprovecharon bien y gracias a los resultados de estas intervenciones arqueológicas se documentaron los vestigios de la basílica tardorromana, de la factoría de salazones en el Paseo de las Palmeras o de las viviendas medievales de Huerta Rufino. La última fase de la arqueología ceutí se inició a mediados de los años noventa del pasado siglo con la aprobación del apéndice de protección del patrimonio arqueológico, anexo a las normas urbanísticas del PGOU. El cumplimiento efectivo de la mencionada medida no se afianzó hasta la creación del puesto de arqueólogo municipal. Desde entonces, la supervisión arqueológica de las remociones del terreno es exhaustiva. El número de intervenciones arqueológicas en este primer cuarto del siglo XXI ha sido muy elevado y gracias a estos peritajes se ha recopilado muchísima información histórica y se han recuperado una gran cantidad de materiales arqueológicos. Todo este material se encuentra depositado en los fondos del museo aguardando a que pueda ser procesado y estudiado a fondo, para luego ser expuesto en un museo arqueológico del que hoy en día carecemos.

"El deber generacional tendría que ser redibujar los contornos perdidos de la Ceuta primigenia e iniciar el proceso de reversión de todo el daño provocado a este lugar esculpido por la mano divina"

Nuestras autoridades nunca han tenido como una de sus prioridades la protección y puesta en valor del patrimonio natural y cultural de Ceuta. Como hemos comentado en multitud de ocasiones, el gobierno local se siente cómodo en un contexto de descontrol normativo en todo lo que tiene que ver con la ordenación del territorio, incluyendo la gestión de nuestros bienes naturales y culturales. No quiere impedimentos normativos que obstaculicen la actividad económica, sobre todo en el sector de la construcción, o que puedan dificultar los proyectos megalómanos que tanto gustan a nuestros políticos. Esta es la razón del retraso en la aprobación de los Plan de Ordenación de los Recursos Naturales y de Gestión (PORNG) de los espacios naturales ceutíes integrados en la Red Natura 2000 de la Unión Europa. No es un asunto baladí, pues estamos hablando de algo más de un tercio del territorio de nuestra ciudad. De la declaración de los LICs-ZEPAS de Ceuta han pasado casi un cuarto de siglo y nuestras excelsas autoridades no han encontrado tiempo para diseñarlos y aprobarlos. Casi el mismo tiempo esperan para su aprobación los planes especiales de protección de la mayor parte de los conjuntos históricos de Ceuta, declarados Bien de Interés de Cultural entre los años 1997 y 1998. Podríamos seguir relacionando un larga lista de deberes patrimoniales y medioambientales incumplidos por la Ciudad Autónoma de Ceuta. La acumulación de tantos incumplimientos es una prueba fehaciente del poco interés que el gobierno de la Ciudad ha puesto en diseñar e implementar una política coherente en todo lo que tiene que ver con el patrimonio natural y cultural. A ello se suma la raquítica estructura administrativa y técnica en las áreas de patrimonio cultural adscritas a la Consejería de Educación y Cultura. Este raquitismo es mucho más evidente si lo comparamos con el personal técnico con lo que cuenta los servicios de urbanismo y obras públicas. De esta forma, mientras que la mancha urbanística avanza, el espacio natural se reduce y muchos elementos patrimoniales continuan en un imparable proceso de abandono, deterioro u ocupación ilegal. Algunos pensaran que no podemos poner frenos al avance del “progreso”, ya que esto supondría frenar o ralentizar el crecimiento económico. Resulta evidente que nosotros no compartimos este punto de vista. ¿De qué nos sirve mantener este depredador sistema económico si arruinamos cualquier posibilidad de vivir una vida digna y significativa en Ceuta? Como escribió Henry David Thoreau, “¿Para qué necesitamos una casa si no tenemos un planeta tolerable donde levantarla? Nosotros nos planteamos otra pregunta: ¿Qué derecho tenemos de destrozar un lugar paradisiaco como Ceuta y dejar un paisaje plagado de hormigón, ladrillos y carreteras? A la voz de la naturaleza que nos pide a voces que dejemos de maltratarla pocos le prestan atención. Esta voz se entremezcla con la de nuestros antepasados, quienes sí percibían la sacralidad de este lugar situado en “la confluencia de los dos mares”. Este coro de voces entonan el canto de las Musas y nos animan a despertar nuestros sentidos sutiles para ver la verdadera imagen de Ceuta y sentir su alma. La Ceuta prístina es visible para quienes miran con los ojos del corazón. Como la Jerusalén celestial, la imagen de la Ceuta primigenia se proyecta sobre la ciudad actual con el propósito de restaurarla a su estado original. Sin embargo, no dejamos que su sombra luminosa dibuje la Ceuta primigenia. Nuestro deber generacional tendría que ser redibujar los contornos perdidos de la Ceuta primigenia e iniciar el proceso de reversión de todo el daño provocado a este lugar esculpido por la mano divina. La fuente de la vida que aquí brota necesita ser reabierta para que la naturaleza despliegue su innata capacidad de autorenovación y reparación. Las fronteras temporales caen para que los ceutíes del pasado, los del presente y los del futuro rompamos el hechizo que nos aleja de nuestra verdadera esencia como seres espirituales y nos conduce al hombre posthistórico condicionado por la creencia ciega en el mito de la máquina. Somos seres trascendentes dotados de alma y no simple engranaje de la diabólica megamáquina. La vida carece de sentido si pensáramos que nuestra existencia se limita a los años que vivimos en el plano terrenal. Sea no sea cierto que existe vida más allá de nuestra presencia terrenal, deberíamos vivir que como si lo fuera, pues ello nos reconforta y da sentido a la existencia. Todos venimos al mundo con un propósito y una misión que se nos desvela cuando nos centramos en la meta de llegar a ser lo que somos, como dijo Carl Gustav Jung. Este famoso psiquiatra suizo soñó en cierta ocasión que visitaba una casa con distintas plantas. Cada una de ellas estaba decorada con elementos de sucesivas etapas históricas. Al llegar a la planta inferior, correspondiente al periodo romano, vio una argolla en el suelo y al tirar de ella descubrió una cámara subterránea sobre cuyo suelo encontró fragmentos de cerámica y huesos pertenecientes a las primeras etapas de la historia de la humanidad. Este sueño le puso a Jung sobre la pista de una corriente profunda de la humanidad que denominó “el espíritu de las profundidades”. Esta corriente sigue discurriendo a pesar del dominio casi absoluto del “espíritu de nuestro tiempo”. En Ceuta “el espíritu de las profundidades” se está abriendo camino para renovar nuestras conciencias integrando los aportes del resto de “plantas” o etapas históricas que Jung recorrió en su revelador sueño. Solo hay que prestarle atención para que “el espíritu de las profundidades” nos ayude a recuperar nuestra verdadera esencia y renovar el espíritu de lugares tan especiales como Ceuta.

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