A vivir con miedo se aprende de manera forzosa en la barriada del Príncipe, en Ceuta. A vivir con miedo y viendo escenas impropias para los vecinos de bien y sobre todo para sus hijos más pequeños.
La mañana del 10 de octubre, la entrada en el colegio Reina Sofía era distinta. Los escolares emprendían la ruta hacia sus aulas viendo a decenas de policías armados hasta los dientes. Los padres, asustados, se lamentaban por el reciente crimen de un vecino ejemplar. Fue la gota que colmó el vaso, la gota que hizo saltar a un barrio entero que, desde entonces, cuenta con presencia policial a diario.
Una presencia que no logra terminar con el miedo. Un miedo del que se aprovechan quienes viven por y para el delito encontrando la cobertura necesaria cuando son perseguidos por la Policía. Una cobertura que no puede entenderse como una complicidad, más bien es una coacción.
Así se escondieron en una vivienda del Poblado Legionario los llamados ‘Popis’ y ‘Castaña’, allanando una casa ajena mediante coacciones. No fue algo casual, la Policía sabe que es un modus operandi utilizado en más ocasiones.
“Si llegan” los agentes, estos delincuentes “se meten en casas. Los vecinos ante el temor callan”, lo que les permite permanecer allí “hasta que les avisan que pueden salir”, explica la Policía Nacional en el marco de las investigaciones realizadas por la Udyco sobre la situación actual que se produce en el Príncipe y de la que se ha informado al Juzgado, que suma procedimientos abiertos relacionados todos con el mismo germen delictivo.
“Todo el barrio está amenazado”, concretan. Y lo está “por ‘Piolín”, reseña un Cuerpo Nacional de Policía que arrastra meses intentando dar con el paradero de quien ha transformado el Príncipe en un auténtico búnker.
La Policía vincula esta situación de extrema peligrosidad al enfrentamiento entre las bandas de ‘Piolín’ y ‘Tayena’. Tras la marcha de este último de Ceuta y las amenazas en forma de pintadas advirtiendo contra su vida si vuelve a pisar el Príncipe, el grupo de “Piolín’ se ha hecho más fuerte” habiendo “captado a nuevos componentes, algunos incluso de la que era banda rival”, recoge la Udyco.
“Los de ‘Piolín’ implantan el miedo y la ley del silencio en todo el Príncipe, disparan a las personas que puedan tener relación con el ‘Tayena’ o que ellos pudieran pensar que han prestado algún auxilio a la justicia o a las fuerzas de seguridad, logrando incluso que quiten denuncias por miedo a represalias tanto contra ellos como familias o bienes”, añade.
De hecho, quien se mantiene firme y no retira sus denuncias contra ‘Piolín’ o su entorno termina amenazado de muerte. Además lo avisan públicamente a través de comentarios en Instagram.
Desde entonces se han hecho varias incursiones para dar con los más buscados. La última, en la noche del 7 de octubre, cuando hasta siete agentes terminaron lesionados tras ser apabullados a base de piedras y ladrillos de obra. Antes hubo varias entradas y registros en viviendas, todas sin el éxito perseguido: detener a ‘Piolín’ y dar con las armas.
La entrada en el Príncipe resulta compleja de acuerdo con la estructura de protección que ha organizado esta banda.
La Policía apunta a que antes de cometerse cualquier acto delictivo, “mandan a varios miembros” de la banda “a reconocer la zona y asegurarse de que no haya agentes ni testigos; avisan de ello por móviles y equipos transmisores”.
“Después hacen vigilancia del objetivo, para dar aviso a los encargados de ejecutar. Así van con seguridad, vigilando además las posibles vías de huida”, añade la Udyco en sus investigaciones.
"Hacen vigilancia del objetivo para dar aviso a los encargados de ejecutar"
Ese modus operandi es el que posibilitó que asesinaran al cabo de Regulares, Dris Amar, quien recibió cuantiosos disparos en sus extremidades inferiores. En ese quitarle la vida no solo hubo participación directa de los considerados ejecutores, también se contó con la complicidad necesaria para saber que el joven iba a entrar en el garaje del antiguo Poblado Legionario.
Una complicidad clave no solo para informar de los trayectos de las víctimas sino también de las posibles rutas de escapada si aparece la Policía y de la rápida eliminación de pruebas recogiendo casquillos, vainas o cartuchos que servirían a esta fuerza de seguridad para identificar armas y vincular con un mismo origen varios tiroteos.
Cómplices, apoyos, enlaces... y algo más. Según la Udyco, incluso “usan drones para controlar la llegada de la Policía”, haciendo “un barrido de toda la zona”. De hecho las investigaciones policiales han detectado drones manejados desde la zona en donde se sospecha que se oculta ‘Piolín’. Dar con él, de momento, ha sido inviable ante esa coraza bien pertrechada de la que se protege.
Tras los disparos, las extorsiones y amenazas prevalece el único objetivo de seguir dominando el negocio del narcotráfico pero también el de inmigrantes, que genera incluso más beneficios económicos a las mafias que este verano han trabajado sin descanso traficando con personas.
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