Opinión

Españoles cautivos de Abd-el-Krim

Mi reciente artículo sobre la cruel matanza de más de diez mil asesinatos de españoles por el antiguo líder rifeño Abd el-Krim (incluyendo los heridos se calcula que serían unas 20.000 víctimas) y las bárbaras atrocidades cometidas después contra los sobrevivientes, que los asesinaron e hirieron cuando ya se habían rendido y estaban desarmados e indefensos, cuyas atrocidades y bárbaras tropelías fueron perpetradas por los rifeños tras el Desastre de Annual, cayendo 358 españoles cautivos, más otros 300 que murieron debido a enfermedades como tifus, paludismo, hambre y malos tratos recibidos, siendo apaleados y masacrados; pues toca ahora referirse a los cautivos que fueron apresados y bárbaramente tratados.
Y, tras aquel artículo, se comunica ahora conmigo un buen amigo de Ceuta, Adolfo Fajardo Gallego, con el que hice la antigua “mili” hace ya 64 años. Él continuó en el Ejército alcanzando el empleo de comandante, mientras que, en mi caso, me licencié; pero a ambos nos siguen uniendo la buena amistad y los recuerdos de aquellos años jóvenes vividos en común entre las cuatro paredes de un cuartel, que ya quisiéramos ambos ahora recuperarlos. Adolfo es una persona íntegra y cabal, cuya seriedad y rigor avalan por completo la veracidad de los hechos que me relata; por lo que creo merece la pena prestarle la atención que merecen. Lo hace, sin odio ni el más mínimo resentimiento; pero, eso sí, en defensa y reivindicación de la honorabilidad y buen nombre de sus familiares afectados por los infortunados hechos que refiere, más el profundo cariño y tristeza que por ellos todavía siente.
El relato de hechos acaecidos se contrae a que, a su abuelo, Antonio Fajardo Román, lo asesinó inesperadamente uno de aquellos rifeños de Abd-el-Krim que trabajaba para él en un bar de Alcázar Seguer, localidad del antiguo Protectorado español, descerrajándole varios disparos que terminaron con su vida en la puerta de su casa. Posteriormente, aquellos rebeldes contra la misma monarquía marroquí, apresaron a su abuela, nacida en 1875, y a su tía Dolores Moreno Rodríguez, en la misma fecha y lugar, la hicieron prisionera durante cinco años. Igualmente, y por idéntico motivo, encarcelaron a su tía, Francisca Fajardo Moreno, muriendo durante el cautiverio debido a los malos tratos recibidos por los guardianes que vigilaban.
Mi amigo Adolfo, tenía cuando sucedieron tan infortunados hechos unos seis o siete años. Pero recuerda a su abuela Dolores con mucho cariño. Era bajita y en su cara llevaba marcada para siempre una enorme tristeza, por cuanto había sufrido y penado durante los cinco años de cautiverio, primero, habiendo visto cómo la misma persona que parecía de confianza trabajando para el bar que la familia regentaba, les traicionó sin otro motivo ni razón que el odio antiespañol, asesinando a su marido con un fusil a la puerta de su casa; más, luego, el maltrato físico, psicológico, pésimas condiciones higiénicas y de todo orden recibidos durante el cautiverio.

Otros fueron obligados a trabajar hasta la extenuación. Unos 300 murieron de los malos tratos y
enfermedades como el tifus, paludismo y el hambre y a los otros 358 les dieron muy malos tratos

La pusieron en libertad a primero de junio de 1926, tras haber permanecido los cinco años presa. Al verse liberada, se replegó a Ceuta, donde tenía dos hijos, uno, que era el padre de mi amigo, Adolfo Fajardo Moreno y su tía, Dolores Fajardo Moreno. Pese a las numerosas dificultades que encontró su abuela para poder trabajar y rehacer su vida, Ceuta la acogió de forma hospitalaria y la pobre mujer se buscaba la vida con un carrillo pequeño, con el que pudo ganarse el pan honradamente y con el sudor de su frente, a base de vender chucherías y golosinas que ella misma elaboraba con una esterilla. Era una mujer muy activa y trabajadora que no se arredraba por nada.
El periódico nacional ABC, de fecha 06-06-1926, informaba lo siguiente: “Crónica desde Tazza. El coronel Paxot informa que sale para Melilla la primera expedición de ex prisioneros liberados, cuya relación nominal era: soldados Manuel Saínz, Francisco Correa, Francisco González Martín, Evaristo Vaquero, Antonio Mateo, Isaac Parra, José Noyzo, Miguel Puey, José Saínz, Rafael Romero, Miguel Muñoz, Ignacio Paredes, Francisco Pérez Coronado, Ramón García y Luis Rachs. Todos del Batallón de Las Navas y cabo Luis Gordillo. Regimiento de Ceuta: Soldados Francisco Soto, Martín Ciberas y José Serrano. Intendencia: José Pari, Mariano Ripoll y cabo Pelegrín.
Ingenieros: Antonio Castro y José Ruíz. Regimiento del Serrallo: Francisco González, Manuel Serrano, Bartolomé Espina, Manuel García Pérez y Vicente Calero. Cazadores de Caballería de Galicia: Samuel Vázquez, Tiburcio Alonso y Gerardo Abudín. Regimiento de Sicilia: Juan Star y Germán Lacuona. Regimiento de Sevilla: Juan Martínez Expòsito. Tercio: José Galabert, Luis Sánchez Martín, Remigio Rispalda, Pedro Anillo, Hernán Frase, Aquilino Ochando, Farncisco López Carrillo, Francisco Núñez Molina, Ambrosio Ríos Santiago, cabo Francisco González, soldado Alberto Querol, Pancracio o Mario Pasavente y Francisco Adrián. Paisanos: José Marcos Onceti y Manuel Martínez. Más 60 prisioneros a Melilla en 4 o 5 camiones. Al frente de la expedición iba el teniente García Vallejo”. De los 658 españoles que fueron prisioneros, durante el cautiverio murieron unos 300, como consecuencia de los malos tratos recibidos en cautividad. Abd-el-Krim exigió al gobierno español, y éste pagó, cuatro millones de pesetas como rescate de los presos, más otras 240.000 pesetas en concepto de “Atenciones al transporte y otros”. Dicho rescate se convirtió en problema nacional para el gobierno y la sociedad española.
Fue una calamitosa situación, muy dura, con sufrimientos y penalidades que a los cautivos les infligieron aquellos forajidos rebeldes liderados por Abd-el-Krim, por orden de éste, según figura recogido en múltiples artículos de prensa, aunque el más pegado al terreno de los hechos fue el diario ABC del día 5 de julio de 1926, aparecido el día 6 siguiente, que dice así: “En las primeras horas del día de la tarde de ayer, numeroso público, ocupando automóviles y camiones, marchó a Zeluán y Tistutín a esperar a los prisioneros (habían sido liberados). Cerca de las siete de la tarde llegaron cuatro camiones conduciendo 60 prisioneros. Al frente de la expedición (la primera) venía el teniente de Ingenieros, Sr. García Vallejo, efectuando 240 kilómetros en poco más de doce horas. Antes de salir de Tazza, una compañía de senegaleses y un escuadrón de spais les rindió honores, y las autoridades francesas les obsequiaron con chocolate.
Entre las posiciones francesas de Hassi Guenza y dede Hassi Dedela se detuvieron los camiones, para almorzar los prisioneros. Los indígenas de los poblados de Monte Arruit y Zeluán salieron al camino con banderas, vitoreando a España. Los ex prisioneros contestaban con entusiasmo. En dichos poblados fueron obsequiados con vino, leche y tabaco. Los camiones se dirigieron a la estación de desinfección de Vizcaya. Parejas de la Benemérita a caballo sostenían al público que vitoreando a España intentaba acercarse a los exprisioneros, los cuales, emocionados, también respondían con vítores.
Todos los soldados vestían de uniforme kaki, que les habíamos enviado a Tazza; la atención de todos se fijó, con preferencia, en el camión que traía a las mujeres y niños. En la estación de Vizcaya ya les esperaban los generales Aldave y Andrade, teniente coronel Guedea y varios médicos. Después de someterse a las operaciones de higiene, se les facilitaron nuevas ropas. Las mujeres y niños fueron conducidos al hospital Jordana y los soldados al cuartel de la Alcazaba, donde permanecerán hasta que puedan marchar a la Península. Al paso de los niños las mujeres les besaban y abrazaban, obsequiándoles con golosinas.
Las mujeres llegadas son: Cipriana Aza, cantinera de la posición de Kandusi; Dolores Moreno, cantinera de Alcázar Seguer, cuyo esposo, Antonio Fajardo, fue muerto por los moros. Durante el cautiverio murió una hija de Dolores, María Jiménez Gallardo, viuda, que fue apresada con su madre, dos hermanos y dos hijos, los cuales fallecieron en el cautiverio. Esta pobre mujer, al llegar ayer a Zeluán, encontró a su hermano Francisco Jiménez, que había venido exprofeso a Ceuta (todos los anteriores familiares de mi amigo Adolfo Fajardo). Remedios Moreno Fernández, fue apresada en el campamento de Regulares de Ceuta.
Los niños, Ambrosio Andrés Castañón, Luis Rovira y su hermano, fueron apresados cuando paseaban con los frailes cerca de Tetuán. También llegó el niño Francisco Toledo Gallardo, prisionero, con sus padres cerca de Tetuán. Los padres murieron en el cautiverio. Además, llegaron los cantineros Manuel Martín Santaella, prisionero de Xauen y José Márquez Osset, prisionero en Castillejos. Mañana llegará otra expedición. En el hospital de Taza quedarán los más prisioneros más graves.
El general Aldave y su hermana (que es presidenta del Romero de Santa Victoria), con el teniente coronel Guedea y el comandante Santa Cruz, han visitado a los ex prisioneros, prodigándoles palabras de consuelo. El general entregó ropas y cien pesetas a cada paisano, y 25 a cada soldado y clases. Todos coincidieron en el relato de sus penalidades y los detalles de crueldad con que eran tratados por los moros y un legionario portugués desertor. Han referido episodios que prueban hasta qué punto era la sistemática inhumanidad la de sus salvajes verdugos. Y han contado también el episodio de un soldado aragonés, hombre de tal entereza…” (cortada la página).

Fue una calamitosa situación, muy dura, con sufrimientos y penalidades que a los cautivos les infligieron aquellos forajidos rebeldes liderados por Abd-el-Krim, por orden de éste

Hubo también casos de gran valor, como los del Padre Revilla, el industrial Sr. Echevarría y el abogado Hipólito Jiménez, que hizo una defensa a ultranza de los cautivos, condenando el lamentable estado de abandono en que se encontraban, enviando a políticos y al rey Alfonso XIII varias cartas. A éste decía, entre otras cosas: «…No para que sirva de estímulo a quienes a V.M. no lo necesita, sino para que recojáis el latido de los oficiales de vuestro Ejército que allí tenemos sufriendo, es por lo que quizá, lleno de atrevimiento, pero también de esperanza en su Rey, llega hasta Vos esta carta de este humilde ciudadano español.».
Anteriormente, el comandante Benítez, malagueño, además de héroe en el combate en la posición de Igueriben, aprovechó la oportunidad para lanzar una crítica a sus superiores. "¿Vais a dejar morir a estos hijos de España? Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros". "La tropa nada tiene que ver con los errores que haya cometido el mando". Posteriormente, el comandante malagueño cumplió la orden recibida y mandó la salida de sus hombres.
"Hijos míos, vamos a abandonar este corralito que hemos defendido como héroes por la falta de víveres y municiones; llorad por vuestros hermanos que dejáis sin sepultura, ahora vamos a seguir defendiéndonos con las pocas municiones que nos quedan y terminadas éstas emplead la bayoneta; yo, hijos míos, os seguiré mandando como hasta aquí he hecho". Desde su posición cercada en Igueriben, y ya sin medios, el comandante Benítez envió un mensaje al Estado Mayor por medio del heliógrafo. "Contad los doce disparos de artillería. Cuando finalicen, se agotará nuestra munición”. Esta fue la última arenga de Benítez. “Hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y de no prever nada, de nuestro exceso de confianza, y todo ello constituye una grave responsabilidad”. Con estas palabras resumió lo sucedido aquel triste verano de 1921.
Otros, fueron obligados a trabajar hasta la extenuación, castigándoles siempre con la mayor crueldad, siendo apaleados por sus guardianes. Unos 300 murieron de los malos tratos y enfermedades como el tifus, paludismo y el hambre y a los otros 358 les dieron muy malos tratos. En Tramasint, los vigilantes desenterraron unos 20, porque supieron que dos de los muertos llevaban dientes de oro para sacárselos. A los rezagados en los traslados a los campamentos los asesinaban; 18 fueron heridos por bombardeos de aeroplanos. Uno de ellos trató de escaparse y fue fusilado, haciendo formar a todos los demás previamente para que cundiera el ejemplo.
Abd-el Krim conocía los maltratos y los impulsaba, que se extremaban contra los oficiales y suboficiales, siendo empleados en los trabajos más duros, tratándoles con ferocidad y salvajismo. Entre los peores verdugos de los prisioneros españoles destacaron Sidi Hamú, el caid Hamido, hermano del “Pajarito”, el cabo Amar y los guardianes Chaib y Cherry.

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