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EspañolAestas alturas no. No me gusta que se ande cuestionando determinados valores de un partido político simplemente por considerar que eso entra dentro del lenguaje permitido. Y últimamente al PP le está gustando demasiado eso de cuestionar los valores identitarios de Caballas, temiéndome que empiecen a apropiarse hasta del sentimiento español en plan, recuerden muchachos que nosotros somos los del Perejil. Cuando nació la UDCE y Mohamed Alí, Abselimo y Abbas dieron la sorpresa al salir elegidos como diputados, se vivía el mismo escenario que ahora. Aquel PP jugaba a lanzar acusaciones veladas contra el partido en los círculos que les seguían el rollo. Y claro, empezaban a hacer lo de ahora... que si éstos son menos españoles que los demás... que a saber quiénes los financian... y paro de contar. Hacían aquello con todo lo que les molestaba.Después de aquello ha llovido mucho y pensaba que determinadas críticas estaban superadas, pero veo que no. El PP juega a lo mismo, a apropiarse de la españolidad hasta el punto de concluir auténticas idioteces: ¿Qué tendrá que ver el acudir a un acto de la Legión para hablar de integración o no? Como ahora empecemos a medir la españolidad de cada uno por la de veces que ondean la bandera, acuden a un arriado o gritan Viva España... estamos apañados. Sobre todo porque muchos de los que eso hacen, luego son incapaces de comportarse en su vida cotidiana como auténticos ciudadanos.Ese discurso que se está estilando en demasía a través de voceros institucionales ha terminado por hacerse un hueco que antes el PP dejaba en manos de cuatro plumillas convertidos en viejos caimanes agradecidos. Ahora todo cambia y empiezan a jugar con sentimientos, valores, identidad... como si todo esto tuviera algo que ver con la política. Eso, en mi vocabulario, se llama enmierdar.Pero no crean que pretendo hacerles el artículo a Caballas. Ni mucho menos. Muestro mi pesar por la mezcla explosiva a la que se está jugando desde el poder. No cabe esa respuesta hacia una coalición que, cierto es, le gusta jugar, y demasiado, a ser víctima, a enarbolar propuestas que saben son imposibles para, así, poner en juego la demagogia más auténtica. O a enviar comunicados de prensa sin sentido, como pollos sin cabeza, con tal de ocupar espacio mediático a toda costa, porque en el fondo, en muchos asuntos clave, cada uno va por su lado. Todo esto es criticable políticamente, todo esto puede ser motivo de un enfrentamiento político a todos los niveles, pero marcando los límites de no pisar charcos dando recomendaciones sobre quién quiere más a su país o quién está más integrado en él.  En mi vida he ido a Sábados Legionarios por cuestión de mi trabajo, habré asistido a media docena de arriados de bandera por lo mismo, no me gusta llevar la bandera de España en forma de pulsera, ni me pego golpes en el pecho ni me parto la cara por enfrentamientos absurdos, ni felicito a las fuerzas y cuerpos de seguridad públicamente cada vez que hacen una operación porque es su trabajo... y sí me siento española a mucha honra, aunque, siguiendo las conclusiones de más de uno, parezca que no.