El pasado miércoles presenciamos el debate del Estado de la Nación. Era una sesión esperada debido a que representaba el primer cara a cara entre el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición después del ajuste económico y de la reforma laboral, que acapararon las portadas de los periódicos durante semanas.
José Luis Rodríguez Zapatero afrontaba el debate consciente, y así lo afirmó durante el desarrollo del mismo, de que su popularidad no es la que era. También manifestó el líder socialista, cargado de razón, que el encargado de llevar las riendas del PP no está para tirar cohetes.
Desde mi punto de vista, lo más destacado del debate, y creo que el resumen del mismo, es que el Presidente está dispuesto a hacer lo que haga falta si es lo mejor para el país, aunque para ello salga perjudicado. Con esto demuestra cual es su interés, que España y los españoles somos lo primero y que para Zapatero las próximas elecciones generales no están en su cabeza. Ello a pesar del escaso, o más bien nulo apoyo del Partido Popular. A los populares, como candidatos potenciales a dirigir el país se les supone sentido de estado, pero eso tan necesario no lo encontramos por ninguna parte.
El señor Rajoy tiene la desfachatez de votar en contra de todo lo que el Gobierno lleva a cabo, aun cuando son medidas similares a las desarrolladas en otros países de Europa, muchos de ellos con gobiernos de centro-derecha. A sabiendas de la necesidad y la urgencia de las medidas del Ejecutivo de Zapatero, el señor Rajoy se posiciona siempre en contra, se atrinchera, demuestra una actitud antiespañola si hace falta, y saca el paraguas hasta esperar que escampe.
Pero esto no es lo más sorprendente de todo. Lo mejor es que los españoles, que aunque Rajoy se lo crea no somos ingenuos, seguimos a estas alturas sin conocer el modelo de país del Partido Popular, la propuesta del señor Rajoy para hacer mejorar a España. De hecho no la sabe ni él, y por eso no es capaz de defender una moción de censura, porque no es capaz de hacer una oposición constructiva y representar una alternativa, simplemente porque no la tiene.
Estoy convencido de que en la calle Génova han saltado de alegría alguna vez cuando se anunciaba un dato negativo de la economía española, cuando un ciudadano se quedaba en el paro, cuando una empresa cerraba, estoy convencido. Y sobre todo lo estoy de que Mariano Rajoy quiere que el país no salga de la crisis, que la situación no mejore y que España no gane en prosperidad. Lo disimula, pero se le nota. Ayer dio nuevas señales de esto, pues el quítate tú para ponerme yo no es una propuesta, no es ningún proyecto, no es una alternativa, es más bien un gesto de egoísmo, y no con Zapatero, sino con España. El señor Rajoy cree que el patriotismo se mide por los metros cuadrados de las banderas, o por las veces y lo fuerte que uno grite viva España o los goles de la selección, pero se equivoca. Patriotismo es tomar las medidas que necesita España aunque no te gusten, aunque sepas que no van a beneficiarte personal ni electoralmente. Y además, decirlo claramente: “tomaré las medidas que España necesita (…) me cueste lo que me cueste”. Rajoy sin embargo quiere llegar a la Moncloa cueste lo que cueste, pero no a él, a los españoles.