He repetido siempre que he podido, en este periódico y en cualquier foro o conversación política, que en un país demócrata, los ciudadanos tenemos los gobernantes que nos merecemos.
Si Rodríguez Zapatero llegó a ser calificado como el peor gobernante que tuvo España, diez años después, tenemos un presidente Pedro Sánchez mucho peor: su tesis doctoral un plagio, su defensa una serie de mentiras desde la Moncloa, varios de sus ministros suspensos en honestidad fiscal, su política económica desastrosa, el engaño por bandera y ante todo el culto a su imagen.
No sólo es un ególatra mentiroso, capaz de decir una cosa y la contraria sin rubor, de mentir en sede parlamentaria y fuera de ella, lo peor, no es (que también lo es) haber gobernado cediendo un día sí y otro también, al chantaje de los independentistas y a toda la calaña que quiere romper España. Lo imperdonable, al menos para mí, es que vuelva a enfrentar españoles contra españoles, toda su política está dirigida a tensar, provocar y reabrir los enfrentamientos cainitas en nuestro pueblo (hermanos contra hermanos, padres contra hijos…) cuando aquel gran abrazo constitucional de 1978, significó el perdón y la concordia, el volver a caminar juntos hacía el futuro. Todo ese daño lo hace con el único fin de mantenerse en la poltrona como presidente del gobierno.
Sabemos que no es todo el PSOE, pero los que no están de acuerdo callan o colaboran, todo por seguir en el pesebre. Este es el fracaso de los partidos y el triunfo de la partidocracia. El poder absoluto de los líderes políticos una vez aupados a la planta noble de las sedes de partidos. Mal que no sólo afecta a la izquierda, también al Partido Popular, Ciudadanos y Vox, aunque a unos más que otros, en función del tiempo que llevan en el ruedo político. Una vez conseguido el poder, se acabó el contar con todos, y comienza la purga. Se escogen y eligen a los amigos y paniaguados (especie política, muy al uso, que nunca ha tenido, ni se le conoce otra profesión o actividad que adulador y cargo político), o sea, los que no rechistan. El tener ideas u opiniones distintas se considera una grave falta de fidelidad al líder y, por lo tanto, te conviertes en un mal compañero. Y así seguiremos, pues nunca tendremos una ley electoral que permita las listas abiertas.
Dicho lo anterior, vamos, al menos eso dicen las encuestas y politólogos, a revivir un segundo mandato del “doctor” Sánchez, y así será si los lideres constitucionalistas no son capaces de anteponer a sus egos, prebendas y objetivos de partido, el principal motivo que nos lleva a la política: España y los españoles. Si para ganar al separatismo y a los que quieren dividirnos tenemos que unirnos formando candidaturas únicas en varias provincias, hágase ya con entrega y sacrificio, olvidando las expectativas partidistas, porque lo primero son los valores y principios, y no los votos. Antes, ahora y siempre, lo primero España y la defensa de los valores de nuestra Constitución. Después …. todo lo demás.
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