Opinión

Espacios libres de odio

Las contradicciones y las frustraciones vitales están alimentando el odio entre las personas, que se está expandiendo a todo el orbe, desarrollando comportamientos histriónicos largamente larvados y poco liberados. El odio de clase se puede entender debido a las enormes diferencias económicas entre los pudientes con acceso a consumos diversos y los desheredados que solo pueden aspirar a trabajar en régimen de semi-esclavitud sin poder gastar apenas y viviendo con una gran precariedad laboral. Por ello, se han podido ver las grandes algaradas en Francia protagonizadas por aquellos con poco que perder y mucho que reivindicar. Una catarsis explosiva provocada por los abusos de un estado poco social y servidor de los mercados, que beneficia claramente a los señores del dinero mientras abandona descaradamente a amplias capas de la población a una vida de escasez material. En Francia un sorprendido presidente aplicador de recetas neoliberales ha tenido que dar marcha atrás ante la agresiva respuesta revolucionaria que se ha producido en las calles de las grandes ciudades francesas. Es típico que los políticos y su corpus burocrático que los sirven con ahínco, incluso en contra de sus conciudadanos, no vean venir la revolución hasta que no la tienen encima.

En todo proceso histriónico y desmadrado, como el caso del alocado separatismo catalán, se movilizan a los más fanáticos para que hagan lo que sea necesario a favor del nuevo orden imaginario o inexistente. En este sentido, es interesante destacar como la ideología separatista había calado en las aulas universitarias catalanas, generando no pocos desencuentros entre grupos de estudiantes. Un interesante y modesto cartel pegado al lado de las soflamas independentistas, que decía “espai lliure d’odi” llamó poderosamente mi atención. Mientras algunos borraban consignas a favor de la independencia que impregnaban los muros de la Universidad se ve que otros pegaban un modesto folio en el que indicaban que ese era un espacio libre de odio, invitando a dejarlo libre de fanatismos políticos y respetando el espacio común que debe quedar para muchos otros tipos de anuncios de interés general para los universitarios. Pensando en el odio y sus consecuencias sociales, llegué al doloroso asunto de la joven profesora asesinada hace unos días en una localidad onubense, en los sujetos potencialmente peligrosos o en tantos y tantos actos dolorosos que dejan huella en nuestro espacio mental y lo preparan instintivamente para la guerra permanente contra el otro. Llego a entender que existan motivos suficientemente graves o trascendentales en la vida de una persona para que ésta se vea abocada a tener un espacio de acritud permanente hacia alguien o algunos que le han hecho daño deliberadamente, sea por envidia, incomprensión, falta de empatía, narcisismo, supremacismo de corte intelectual, mediocridad o simple estupidez congénita.

Especialmente me llaman la atención aquellos estúpidos que juegan con el pan y la sal de los demás, entendiendo por esto no solo el sustento físico sino también el propio mundo mental de la persona, y luego se sorprenden cuando esa persona les retira el saludo in eternum. Con la finalidad de entender al otro y moderar nuestras respuestas hacia ámbitos más adaptativos, los estudios de neurociencia con visión holística y de psicología en general nos enseñan bastante acerca de cómo funcionamos los seres humanos. En especial el profesor japonés Hideaki Koizumi nos previene de cómo podemos cortar las cadenas de odio que provocan muchos problemas entre los seres humanos. Nuestra vida y la sociedad arrastran el peso de la herencia animal y en muchas ocasiones nuestra consciencia está situada entre el sistema límbico y el neocortex con el único escudo protector de nuestra propia cultura e historia previa personal. Por ello, la teoría de la mente de Koizumi propone ponerse en el lugar de los demás, dar visibilidad al otro, para entender como funcionan los que tienen menor dominio de los instintos o poseen por el contrario demasiada contención neocortical.

De esta forma, se podría influir positivamente en los demás para poner fin tanto a las expresiones histriónicas de odio como a los perjuicios que causa la infinita mansedumbre ante las injusticias. El caso del odio es el que deseamos abarcar en esta colaboración y, por lo tanto, intentar frenar las espirales de odio que envuelven y arrastran en determinados momentos a los seres humanos; aunque por desgracia, a algunos no los abandonan nunca a lo largo de la vida. Hace unos días el Museo del Mar, institución con la que colaboramos estrechamente en varios proyectos dentro del ámbito de los tetrápodos marinos, la geología y la arqueología, recibió unos ofensivos y malintencionados comentarios después de publicar el decano una noticia sobre un viaje de exploración en Cabo Verde dentro de su sección digital. Se intuye fácilmente que los comentarios fueron escritos por la misma persona, que firmaba con ridículos pseudónimos poniendo en tela de juicio las investigaciones internacionales en las que colabora el museo, haciendo afirmaciones erróneas y tóxicas sobre supuestas subvenciones públicas y dictando al museo donde y en qué asuntos debía investigar. Para terminar reprocha que el museo no esté abierto al público.

En esta ocasión hemos decidido no iniciar acciones legales contra esta persona pero sí que nos gustaría llamar la atención de las autoridades que nos puedan leer sobre el odio y los delitos que se cometen en su nombre. Una persona que opina malintencionadamente sobre una institución que solo aporta información pública sobre sus actividades internacionales de investigación es alguien que necesita una urgente reeducación ética debido posiblemente a frustraciones y carencias en la realización de proyectos vitales. Deseamos no obstante, ponernos en su piel y romper por nuestra parte la cadena de odio que este sujeto practica en nuestra contra, intuimos que no es la primera vez, invitándole a informarse directamente sobre el Museo del Mar y sus actividades antes de opinar malintencionadamente sobre un proyecto de todos los ceutíes pero con proyección nacional e internacional. Un museo debe ser un espacio libre de odio y servir para ayudar al engrandecimiento cultural y educativo de una sociedad. Pero también podría canalizar aficiones de personas que no han podido desarrollar plenamente estas potencias por diversos motivos y tienen derecho a sentirse plenamente realizados en sus respectivas profesiones o hobbies. Los museos pueden cumplir variadas funciones sociales si se desarrollan con afán de servicio público y se huye de narcisismos y de comportamientos excluyentes que no pocos estudiosos practican cuando se esconden en sus torres de marfil.

Por todo lo dicho, invitamos a nuestro odiador a acercarse al museo a informarse, prometemos atenderlo y explicarle con nobleza los proyectos que llevamos adelante en Ceuta y fuera de nuestra querida ciudad, y podrá comprobar los beneficios de todos estos proyectos de cara a la futura apertura de la sala expositiva. Para beneficio informativo de nuestro odiador de cabecera, queremos indicarle que un museo no es una sala de exposiciones sino, ante todo, un centro de investigación, colección y divulgación que primeramente se nutre de la investigación, la preparación de colecciones y la elaboración de productos científicos y divulgativos; todo esto es consultable en la página web y a través del Facebook del Museo del Mar.

En estos aspectos el Museo del Mar se ha desarrollado sobradamente y a pesar de que ha producido numerosas y muy aclamadas actividades educativas nunca ha podido disfrutar de una apertura plena y siempre ha sido coyuntural. Deseamos que con la nueva obra civil planificada por la Autoridad Portuaria de Ceuta para la construcción de un nuevo edificio museístico y una sala de ponencias se pueda alcanzar un acuerdo satisfactorio y logremos la ansiada elaboración de la exposición permanente visitable y con el tiempo la preparación de exposiciones anuales que aumenten el atractivo cultural de Ceuta, nos hagan disfrutar a todos y, por supuesto, ayuden a la conservación de nuestro valioso litoral norteafricano.

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