Aquellas porteadoras que cruzaban la frontera de Marruecos a Ceuta para regresar cargadas de fardos y, después, arrastrando carritos continúan alzando la voz.
Ese grito no se apaga, piensan protestar de forma continuada para hacer valer sus derechos. Se agotó la única vía laboral que tenían, aunque estuviera movida en la senda de lo que se llamaba ‘lo atípico’. Tras el cierre del paso fronterizo se quedaron sin nada.
Las protestas se repiten de forma cíclica, siempre están ellas: las mujeres de la aduana. Lo que exigen, y así lo gritan, es una “vida digna” después del cierre de las empresas en donde habían encontrado una colocación.
En Castillejos volvieron a protestar esta semana al grito de ‘cerraste la aduana y la destruiste’.
La salida laboral que no duró
Cuando se quedaron sin nada, a muchas de aquellas porteadoras les dieron como alternativa el trabajo en empresas de Tetuán. “Éramos muchas personas trabajando en estas empresas, pero ahora nos han despedido a todos. Nos prometieron soluciones, pero todo sigue igual”, explicaban a los medios.
Se les han cerrado todas las puertas y solo les queda salir a la calle y gritar, poniendo voz, pero también rostro a una situación rota.
Muchas de ellas son conocidas porque venían a la ciudad a diario, acudían a las naves, cargaban fardos y se marchaban.
Lo que piden
“Estamos cansados de vivir así”, critican, porque no tienen alternativas en un país que agotó una vía tercermundista de trabajo, pero que era la única con la que se alimentaban las familias.
En el entorno de la frontera hubo muertes, otras mujeres fallecieron aplastadas. También pasó en Ceuta. Fueron los dramas, las sombras de aquellas historias que se veían como normales sin serlo.
Ese tercermundismo desapareció, pero en el camino quedaron los eslabones rotos del porteo que ahora no son atendidos en el reino de Mohamed VI.