Marruecos

Escuela a cambio de circo para sacar a los niños de la calle

Una academia de circo marroquí pionera en África ayuda a sacar a los niños de la calle con una curiosa propuesta: si quieren convertirse en artistas del circo, deberán pasar primero por la escuela.

El lugar recibió una gran atención mediática cuando la reina española Letizia y la princesa Lala Meryam de Marruecos visitaron el mes pasado este proyecto del Circo Shemsy, que significa "el circo de mi sol".

La carpa de Shemsy se levanta dentro de una alcazaba del siglo XVIII en el barrio popular Sidi Mussa de la ciudad costera de Salé. Allí, acoge a niños en situación precaria para promover su inserción educativa y social.

Inspirándose en una escuela de circo brasileña, Shemsy propone enseñar a los niños que deambulan por las calles vendiendo pañuelos de papel las artes circenses con el compromiso de que asistan a la escuela y completen la educación obligatoria.

"El circo, con sus virtudes pedagógicas y como actividad corporal y artística, ayuda al niño a potenciar sus habilidades y su imaginación y a recuperar la confianza en sí mismo y en los demás", cuenta a Efe Zakariya Benyamina, director de estudios en la Escuela Nacional de Circo Shemsy.

Creada en 1996 por la Asociación Marroquí de Ayuda de los Niños en Dificultad y patrocinada por la Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano (INDH, organismo público que financia proyectos sociales), Shemsy logró devolver a las aulas a cientos de beneficiarios, enseñándoles además las artes del circo y algún oficio manual.

DEL AMATEURISMO AL PROFESIONALISMO

Con el éxito de los espectáculos organizados por los estudiantes de la escuela, Shemsy consiguió en 2009 un reconocimiento académico que le permitió desarrollar una formación profesional de cuatro años y medio al cabo de la cual los beneficiarios obtienen un diploma reconocido por el Estado marroquí.

Así, la escuela abrió sus puertas a jóvenes talentosos, no solo marroquíes sino también subsaharianos o europeos, que se someten a un proceso de selección y una vez aceptados realizan ejercicios diarios supervisados por cuatro gimnastas profesionales marroquíes, además de clases teóricas y prácticas impartidas por las diferentes compañías europeas que visitan la escuela cada mes.

Junto a la carpa de entrenamientos, Shemsy tiene otra destinada a los espectáculos, un taller para fabricar el material del show y otro para la costura de los atavíos.

"Para obtener su diploma, cada estudiante debe crear su propio espectáculo teniendo en cuenta la iluminación y la sonorización", subrayó Benyamina.

Los estudiantes más brillantes han dado el salto a circos de Europa, otros han formado su propia compañía en Marruecos y los menos afortunados se llevan al menos el aprendizaje de un oficio.

"Pese a que ya terminé la carrera del circo, la escuela aquí me ofrece un marco para entrenarme, preparar un espectáculo y codearme con profesionales internacionales invitados", cuenta a Efe el joven Hicham Haddad mientras se entrenaba en su espectáculo de cintas.

Dentro de la carpa de entrenamientos, el ambiente diario entre los estudiantes es de alegría, pero nunca pierden de vista la disciplina.

Saltar en la cama elástica, realizar equilibrios sobre una mano, girar en la rueda Cyr o hacer trapecio o pantomima, son algunos de los ejercicios que ejecutan los estudiantes, asistidos a diario por sus profesores.

Pese a su profesionalización, la escuela conserva su vertiente social destinada a niños pobres: los estudiantes sometidos a la formación profesional se convierten a su vez a formadores de los niños desfavorecidos, a los que imparten clases en las tardes de los miércoles y los sábados.

Actualmente, Shemsy acoge a 200 beneficiarios de edades entre 7 y 25 años que reciben formación adaptada al perfil de cada uno.

Marruecos tiene una tradición circense ancestral con los espectáculos de los acróbatas de Wlad Sidi Hmad Ou Moussa que forman pirámides humanas en las ferias del país.

No obstante, la escuela Shemsy propone más bien un circo contemporáneo más emparentado con el teatro y donde no hay animales, enanos o mujeres barbudas, sino niños y jóvenes que cuentan una historia.

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