Uno de los edificios de lo que fue la Comandancia militar de Obras de Ingenieros, en la zona de Maestranza, guarda desde hace casi un siglo un tesoro histórico para el patrimonio de la ciudad, que se debe conservar, cuando algún día se determine la demolición del edificio de propiedad militar, y que lleva varias décadas en desuso.
El escudo masónico fue asentado en la parte posterior del edificio, construido entre 1925 y 1929, (según unas vistas aéreas y fotos de su construcción) su visibilidad por el viandante es muy complicada, seguramente por eso ha pasado desapercibida y no fue destruido tras el golpe militar en julio del 36, con la persecución a los masones ceutíes, donde 27 fueron fusilados y cerca de 200 represaliados.
Coincide la fecha de la colocación del Escudo en el edificio de la sección topográfica, con el inicio de una logia en Ceuta a finales de 1928. En esos años, los masones ceutíes que se reunían en Tetuán y Tánger, pero deciden que había llegado el momento de levantar columnas en la ciudad. Sus fundadores fueron Salomón Isaac Benlolo, agente de aduanas; los comerciantes, Jacobo Salomón Benoliel, Eduardo Pérez Alemany, -su padre, Pérez Ortiz, fue un prestigioso militar y será alcalde de Ceuta durante la Segunda República-; Moisés Benhamú Benzaquén; Enrique Ordoño Muñoz, y Antonio Muñoz Yborra, empleado civil en intendencia; Florencio Álvarez Miguel, suboficial de infantería y Juan Romero Romero, empleado municipal.
La primera de dichas reuniones tuvo lugar el 5 de enero de 1929 en uno de los salones del Café Ambos Mundos, en pleno paseo del Rebellin. Las siguientes, en el domicilio de Aron Tameshtit, en el almacén de Moisés Benhamú, en el comercio de Isaac Benlolo y en el estudio fotográfico de Diodoro, en pleno paseo del Rebellin; en esta, la última, suscribieron la carta constitutiva.
Con el paso de los meses, Hércules se consolidó llegando noticias de su implantación en la ciudad a las tertulias y círculos progresistas. Las numerosas peticiones de ingreso pueden comprobarse en sus libros de iniciación. Los que aspiraban a introducirse en la francmasonería normalmente eran presentados por alguien de su entorno familiar, profesional o amistad que ya pertenecía al taller. El formalismo requería la solicitud de iniciación usualmente avalada por quien se había comisionado en su captación y dos masones más. Aceptada la solicitud, se iniciaba el proceso de adquirir su información personal. En una ciudad tan pequeña -45.000 habitantes-, resultaba muy fácil conocer las características de los aspirantes a masones sin necesidad de gran esfuerzo.
En aquella época el profano interesado era normalmente presentado por un masón, que lo presentaba, lo apadrinaba. Una vez que aquél presenta una solicitud formal de ingreso en la logia, el Venerable Maestro designa a tres maestros “aplomadores” al objeto de que el profano sea entrevistado por separado. El resultado de estas entrevistas, las “aplomaciones” son leídas en tenidas por el Orador, el Secretario y el Venerable Maestro, y los hermanos presentes se manifiestan sobre ellas con la emisión de su voto. Estas entrevistas versan sobre cuestiones de carácter social, político, religioso, filosófico, profesional, etc. Si en este primer trámite es admitido, se continúa el procedimiento en una tenida posterior. Previamente citado para ese día, el profano es sometido al llamado Pase bajo venda. El Gran Experto, habiéndose desprendido de sus insignias masónicas, lo recoge en la sala de espera y le venda los ojos. De esta forma es introducido en el templo tomando asiento entre columnas en Occidente. Allí es sometido por los presentes a una serie de preguntas o eventuales aclaraciones sobre sus respuestas a los maestros aplomadores. Tras ello es acompañado fuera del templo donde se le despoja de la venda. Acto seguido se procede a votar sobre su admisión a las pruebas de iniciación.
Debemos recordar que hasta 1762, las dependencias de Ingenieros estuvieron en el paseo de Colón. Posteriormente pasarían a las inmediaciones de la Ermita del Valle, dependencias que fueron reformadas en 1841 bajo el mando del Comandante Exento de Ingenieros Carlos Montenegro. Desde el 2005 el estamento militar cedió al Juzgado civil, el edificio que se encuentra a la derecha tras pasar el arco de entrada, es el edificio neo medieval del ingeniero militar Luis Melendreras.
El edificio que muestra el escudo masónico fue en su día las oficinas de la sección topográfica. La masonería en Ceuta tuvo su “edad de oro” durante el advenimiento del régimen republicano en abril de 1931 que contó con destacados políticos locales entre sus filas. La logia ceutí Hércules se consagrará como un taller sólido con el paso del tiempo, destacar su invitación a participar en la XI Asamblea Nacional el 30 de octubre de 1932.
El Venerable Maestro Florencio Álvarez fue nombrado representante del taller y expuso que los masones ceutíes recibían presiones de los talleres del protectorado intentando persuadirlos para que se integraran en la futura Gran Logia de Marruecos. Los ceutíes enviaron varias cartas al Soberano Consejo del GOE consultando qué debían hacer ante el continuo llamamiento de la GLRM: «Que siendo Ceuta plaza de Soberanía no conviene a los intereses del taller el depender de la Gran Logia Regional de Marruecos por estar fuera de los limites de España. Si se acuerda que no dependa del Gran Consejo Federal Simbólico más que las grandes logias Regionales, Hércules dependerá de la gran logia regional de Sevilla». Las líneas que se impusieron en la asamblea consiguieron apartar a los dirigentes del Gran Consejo Federal Simbólico acusándolos de inertes e ineficaces desde una óptica masónica.
Tras la asamblea, las logias de Ceuta (Hércules) y Melilla (14 de Abril) pasaron a ser incluidas en la Gran Logia Regional del Mediodía, ubicada en Sevilla. Un mes después, el 14 de noviembre de 1932, se decretó: «Los talleres de dependencia directa del Gran Consejo Federal Simbólico pasen a depender de una de las grandes Logias Regionales más próximas a los puntos de residencia de esos talleres por entender que cuanto mayor sea la proximidad entre la residencia de las Grandes Logias y de los Talleres de su dependencia, más fáciles y constantes serán las relaciones entre unas y otras y más fructífera la labor que realicen». Después de una reestructuración del GOE llevada a cabo en diciembre de 1932 que supuso la eliminación de algunas logias que ya no funcionaban, al taller ceutí le correspondió el número 55 abandonando el 446.
En los últimos años de la década de los años veinte la masonería ceutí consigue la implantación de una logia y así fue como desde finales de 1928 comenzó a dar sus primeros pasos. Uno de sus proyectos más importantes era encontrar un buen local para utilizarlo como lugar de reunión en el que desarrollar sus actividades. Este asunto fue uno de los problemas más serios a los que la masonería ceutí tuvo que enfrentarse. Al principio, la logia se instaló en unas habitaciones situadas en el sótano del hotel Gironés -en la entrada de la calle Teniente Pacheco, llamada Pasaje Gironés por aquellos años- con la intención de permanecer allí solo unos meses, pero ese lapso de tiempo se dilató.
En marzo, viendo la precaria situación de las instalaciones, el tesorero ofreció unas habitaciones de su amplia casa, y a ellas se trasladaron de forma provisional. Posteriormente, encontraron otra local propiedad de Fortunato Bendahán en la calle Alfau, pero fue desestimado en el último momento por algún motivo. Por fin, en agosto de 1930, el miembro del taller Alberto Parres ofreció un local que se encontraba en los bajos de su comercio de vehículos, en la barriada de Hadú, en la calle Travesía de la plaza de toros. Tuvieron que adaptarlo, y la obra supuso a la tesorería 2.500 pesetas más el alquiler de 150.
A los pocos meses, comprobaron que dicho local tenía mucha humedad y, sobre todo, que no estaba en el centro de la ciudad. Según consta en los libros de acta, la preocupación principal era encontrar un local definitivo. De ese modo, en la tenida del 23 septiembre de 1931, el secretario manifestó: «Solicito que en, vista de las condiciones de inhabitabilidad del taller, se nombre una comisión compuesta de siete miembros elegidos a votación secreta entre hermanos, con las instrucciones concretas para buscar dentro del casco de la población, un local, que reúna las condiciones de aislamiento, capacidad y ventilación propias para nuestra instalación y de acuerdo con la disponibilidad económica del taller».
En junio de 1932, localizaron uno que cumplía todas sus expectativas. Situado en una planta baja en la calle Teniente Pacheco, era amplio y propiedad del profano Hilario Bayzan, al que se lo alquilaron por 275 pesetas. Resuelta la cuestión de la localización, se procedió a su transformación. A tal fin, se nombró una comisión «instaladora» formada por Luis y Guillermo Aonso, Agustín Buades, Juan Martínez, Agustín Muñoz y Edi Mayer; a estos dos últimos les encomendaron los trabajos artísticos, tan propios de los talleres masónicos. Sobre su aspecto interior, hemos localizado un documento del masón Apola Sánchez que dice: «La cadena que nos rodea en el templo significa la fraternidad que debe existir entre todos los masones del Universo y ese lazo infinito que nos une a todos, como lo están los granos de las granadas colocadas en los capiteles de las columnas, y la losería de mosaicos blancos y negros con que está hecho el piso de nuestro templo».
El Maestro de la logia, Florencio Álvarez, dejó testimonio de ese gran templo construido: «Vuestros esfuerzos se han traducido en que dispongáis de un templo que pueda considerarse como de los mejores (por no decir el mejor) con que cuenta la masonería española. Nada de esto me extraña, pues conozco bien y estoy convencido de lo que sois capaces en pro de nuestros ideales, felicitaros efusivamente por vuestra obra, felicitación que os ruego la hagáis llegar muy especialmente a los hh pintores, los cuales han puesto todo su arte al servicio de la orden desinteresadamente».
Una vez que el local es transformado en templo, el siguiente paso es su inauguración y consagración deseando que sea un acto importante dentro del contexto masónico y recordando que les fue imposible realizarlo por motivos políticos cuando pusieron en marcha el taller en 1930. En esta ocasión, realizaron un detallado programa de actos con unas ilustrativas invitaciones, destacando un extenso recital musical por parte del miembro del taller y profesor de música Ramón Bellas. La tenida de consagración se acordó para el 13 de noviembre de 1932, a las 21 horas. Para atender a los visitadores de otras logias, acordaron establecer dos turnos: Agustín Muñoz y Manuel Pérez desde las once y media hasta las trece horas y Waldo Barcón de Furundarena y Luis Aonso desde las dieciséis hasta la inauguración. Como dato curioso, Carlos Galán Ruiz, de la logia 14 de Abril, de Melilla, se ofreció llevar en su avión a los que quisieran acompañarlo a Ceuta.
A las 21 horas, el acto comenzó con todos los obreros del taller en su interior incluidos los hermanos visitadores. Tras la apertura ritual de los trabajos, se dio lectura al acta anterior de la correspondencia y presentación de excusas por los ausentes. Como es habitual en estas ceremonias, la entrada a la misma de los participantes fue individual y personalizada mientras el Gran Experto, situado en la puerta del templo, los anunciaba. Si el visitante acudía en representación de una logia: pronunció nombre del taller y obediencia; si se trataba de un dignatario, solo el nombre de esta última. Dentro ya del taller, el Maestro de Ceremonias recibía al visitante, seguido este por el Gran Experto, y le acompañaba hasta el Oriente, donde ocuparía un lugar predeterminado. Posteriormente, se procedió a dar entrada en el templo a los venerables maestros visitadores, dignatarios de otros talleres y, por último, al dignatario de la obediencia: el Venerable Maestro Adolfo Chacón de la Mata.
A continuación, el Venerable Maestro ofreció un breve discurso acorde con el acto interviniendo a continuación los representantes de las logias González Roncero, de los Barrios (Cádiz); Villacampa, de La Línea (Cádiz); Trafalgar, de Algeciras; Morayta, de Tánger (Marruecos), y de la Gran Logia Regional de Marruecos. La última intervención corrió a cargo de Manuel Pérez Muñoz y Fernando Medina Lerma, miembros del taller ceutí. El Venerable Maestro de Hércules, Enrique Ordoño, puso fin al turno de palabra agradeciendo las muestras de afecto y destacando la brillantez del acto.
Para concluir, se circuló «el tronco de la viuda» (caja donde los masones depositan sus donativos para la beneficencia), que recaudó 84,45 pesetas, y el Saco de Proposiciones. A propuesta del Gran Maestre, se aprobó entregar el mencionado importe a una familia necesitada de la ciudad y, para concluir, el miembro del taller y profesor de música Ramón Bellas ofreció un concierto de violín. Posteriormente, y antes de proceder al cierre ritual de los trabajos, se acompañó hasta la salida a todos los dignatarios en el Oriente yendo a la cabeza el de mayor dignidad, en sentido inverso a la entrada y de manera colectiva.
La historia de la masonería en Ceuta comienza en 1821 y llega a su trágico fin con la sublevación militar de julio de 1936. La consiguiente represión tuvo como resultado 268 víctimas ceutíes, masones 27 de ellas, además de los numerosos encarcelados y exiliados. La primera logia la sitúan en el Callejón de la Zigarra, en la parte trasera del convento de San Francisco, actual zona de las calles Velarde y Beatriz de Silva, su nombre Antorcha de Ismael (1821-1823).
El masón teniente José Marín, estaba destinado en Ceuta en 1821, en una declaración tras la prohibición de la masonería por Fernando VII afirmaba: «En el mes de diciembre de 1822, cuando me encontraba destinado en Ceuta, el capitán de mi batallón, Antonio Cerrillo me animó a entrar a una reunión de compañeros, accedí inmediatamente acompañándole a una casa en el que vivía un oficial del regimiento de América. El local estaba en la parte trasera del convento de San Francisco, en ella se encontró el primer oficial de su regimiento, también Antonio González de la misma secretaría, Carreño médico, con el brigada González, también Ignacio Marcial teniente del regimiento de Valencia, y algunos más, entre todos unas ocho o diez personas. El capitán Antonio Cerrillo le presentó al capitán Salas que le llamaba Venerable. Le exigieron juramento de hacer buen acto de sus hermanos y de guardar sigilo de todo lo que se tocase, después me dieron un libro manuscrito que ponía ’Estatutos de aprendiz de Masonería’, explicando la composición de la logia, sus adornos, obligaciones de aprendiz, y otras más».
Todo lo relacionado con la logia Antorcha de Ismael se desprende de los documentos localizados en el Archivo Histórico de Santiago de Compostela, Archivo Histórico de Logroño y en el Archivo Eclesiástico de Ceuta. Su implantación se produjo después del advenimiento del régimen liberal -en 1820- y, sobre todo, con la llegada del jefe político-militar mariscal de campo Gómez de Butrón a la ciudad. El objeto de su fundación, tal y como se refleja en esos documentos, obedece a la necesidad de difundir las ideas liberales y el significado de la Constitución.
El predominio de militares entre los miembros de este taller es lógico al ser Ceuta una plaza militar y a que los destinados en la ciudad eran sensibles a las ideas liberales; por tanto, se vieron atraídos por la masonería. Aunque en menor número, también contó con algunos civiles; sobre todo, funcionarios municipales. Tres meses después del retorno del rey, una Real Cédula concedió la amnistía a quienes hubiesen pertenecido a la masonería, pero con la condición de presentarse espontáneamente ante las autoridades en solicitud de dicho indulto. Los documentos consultados son escasos, están depositados en distintos archivos eclesiásticos y no proceden de ninguna orden masónica. Como asegura el profesor Manuel de Paz, «ello acarrea multitud de consecuencias de todo tipo, una de las cuales sería la mayor o menor existencia de documentación que permita un estudio riguroso de la peripecia histórica de la sociedad masónica. Esta incidencia negativa, que la represión institucional conlleva ha dificultado, de modo notable, la investigación correspondiente a la historia de la masonería entre 1820 y 1823».
Tras unos años sin logias en la Ciudad, a finales del siglo XIX vieron la luz los talleres Africana, Hijos de la Africana y África. Y en 1930, con la caída de la dictadura, dio inicio un nuevo período de euforia masónica. En estos años, se constituyó la logia Hércules n.º 446 (1930-1936), que se configuró como heredera sentimental pero no continuadora de las logias que existieron a finales del siglo XIX en la ciudad, y, por supuesto, durante sus seis años de vida se convertiría en la más representativa de la misma. Durante la Segunda República la masonería en Ceuta experimenta un importante auge. Tanto por el número de logias existente Hércules (1930-1936), Hijos de Hércules (1933-1936), del GOE, y otras dos de la GLE, Constancia (1932-1935) y Themis (1934-1935) y también por el número de masones afiliados a ellas; sin duda, una etapa en que la masonería floreció de nuevo tras el largo paréntesis de finales del siglo XIX.
En esos años, las logias ceutíes no encontraron ningún obstáculo para la propagación de sus ideas. Antes bien, recibieron múltiples apoyos y también los prestaron. Durante el período republicano, las cuatro logias ceutíes tenían en común su preocupación por el perfecto ideario masónico en la ciudad, e incluso la instalación de un templo en 1933. En general, la República originó constantes desajustes y desequilibrios en los talleres debido a la fuerte participación de ciertos masones en la vida pública. Como muestra de ello, tres de los cinco alcaldes y dos de los tres representantes en el Congreso de los Diputados que Ceuta tuvo durante el régimen eran masones.
Toda la documentación que nos ha llegado está depositada en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Este archivo se creó por disposición de la Secretaría del jefe del Estado el 20 de abril de 1937, dentro del departamento de Investigación y Propaganda Anticomunista, con el fin de «recuperar, analizar y catalogar todo el material propagandístico que el comunismo y sus organizaciones colaterales han utilizado en sus campañas». Con una Delegación de Asuntos Especiales o «sección masónica», su principal cometido era incautarse de todo tipo de documentación a medida que las ciudades iban cayendo en poder de los sublevados. Ceuta fue tomada en la noche del 17 de julio de 1936, y los miembros de las logias apenas tuvieron tiempo para destruir la documentación comprometedora además de que, en los primeros momentos, confiaban en que no padecerían represión alguna. Con esa incautación de documentos, precisamente, comenzó una voraz represión contra los masones. Dicha documentación fue remitida por el cuerpo de investigación y vigilancia de Ceuta al archivo de Salamanca, dedicado a su clasificación y estudio contra los que habían pertenecido a la Orden.
Cuando el 24 de julio de 1936 el Venerable maestro de la logia Hércules, Aonso Estivil, clausuraba las puertas del templo ceutí, en la calle teniente Pacheco, camino del exilio, se abatieron las columnas de toda una tradición masónica en la ciudad, con más de un siglo de historia. Efectivamente, el 25 de julio, fue asaltado el templo, por parte de un numeroso grupo de civiles, los llamados balillas, primera denominación de la organización juvenil de Falange Española. Sacaron a la calle todos los utensilios masónicos, los pasearon por la calle Real, hasta los jardines de San Sebastián, donde los arrojaron desde la balaustrada al mar.
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