Comentó el gran dramaturgo George Bernard Shaw que “el progreso es imposible sin cambio, y aquellos que no pueden cambiar su mente, entonces no pueden cambiar nada”. Acudió a mi mente este pensamiento leyendo las propuestas de los sindicatos CC.OO y UGT para reactivar la economía tras la peor etapa de la pandemia del COVID-19. Leí con atención el documento y cuál fue mi sorpresa que no hubiera ni una sola alusión al medio ambiente entre sus medidas para salir de esta grave crisis. Entonces, me reafirmé en la idea de que el problema que tenemos en Ceuta para iniciar una transición hacia un modelo económico más equilibrado no radica tan sólo en la resistencia de los grandes partidos políticos. Los principales agentes socioeconómicos de Ceuta, como son las representaciones de la patronal y de los trabajadores, tampoco apuestan por nada similar al “pacto verde europeo” ni nada que se le parezca. No es una cuestión de desconocimiento, ya que llevamos mucho tiempo insistiendo en esta columna de opinión sobre la nueva orientación que la Unión Europea y el gobierno de España quieren darle a la economía de nuestro país. La conclusión es muy clara. Los líderes políticos, empresariales y sindicales de Ceuta siguen anclados en un sistema de pensamiento basado en el crecimiento económico ilimitado en un territorio tan limitado y escaso como el nuestro. Todos coinciden en la necesidad de aprobar un nuevo PGOU para reactivar el sector de la construcción. El gran sueño de muchos es volver a ver el “skyline” ceutí plagado de grúas y las máquinas excavadoras ganando terreno por todos lados.
La Unión Europea habla de rehabilitación, pero en Ceuta se sigue apostando por la nueva construcción. Se quiere potenciar el turismo, la otra gran apuesta en la que coinciden empresarios y sindicatos, pero tenemos el litoral y los montes abandonados, por no hablar de la situación general del patrimonio cultural de Ceuta. Haría faltar contar con un inventario y un diagnóstico actualizado de nuestros bienes culturales y naturales para evaluar sus posibilidades para transformarlos en recursos turísticos, aunque no termino de estar de acuerdo con la “economización” de todo lo que rodea. Parece que todo aquello de lo que no podemos obtener un beneficio monetario carezca de valor. Los fondos marinos, los ecosistemas litorales, los montes y los bienes culturales aportan otro tipo de beneficio a los ceutíes. Gracias a ellos ampliamos nuestro horizonte vital, serenamos y armonizamos cuerpo y alma, y revitalizamos nuestro mundo interior. Nuestra felicidad y nuestra salud física y psíquica dependen, en buena parte, del estado de conservación de la naturaleza circundante y de la belleza que tenemos a nuestro alcance.
Hay mucho trabajo que hacer en el campo de la conservación y la restauración del patrimonio natural y cultural de Ceuta. Los arrecifes norteños del Monte Hacho presentan manchas de chapapote con varias décadas a sus espaldas. Los acantilados y las orillas requieren una constante labor de limpieza, al igual que senderos históricos, como el Camino de Ronda, que precisan actuaciones de mantenimiento. No menos urgente es emprender un ambicioso plan de reforestación de los montes ceutíes, muy afectados por los incendios de los últimos años. Si no lo hacemos dejaremos el camino expedito para el avance de un proceso de desertificación que convertiría a Ceuta en una tierra baldía. Cada vez que acontece un terrible incendio forestal se insiste en la necesidad de cuidar las zonas forestales durante todo el año, pero la realidad es que los medios que se disponen para este trabajo son exiguos y los desaprensivos que ensucian los montes abundan por todos lados.
La Unión Europea va a poner a disposición de los estados miembros recursos económicos para la restauración de los espacios naturales protegidos, pero el eco de Bruselas no ha llegado a Ceuta. Aquí seguimos anclados en el ladrillo y en el turismo comercial. La ciudad rebosa historia, magia y sacralidad, pero muchos no la aprecian, aunque se ahogaran en ella. Más allá de lo visible, como son los numerosos yacimientos arqueológicos e inmuebles declarados Bienes de Interés Cultural, Ceuta atesora un patrimonio intangible de un valor y una singularidad extraordinaria. Tenemos la inmensa suerte de estar situados en uno de los lugares más misteriosos, mágicos y míticos del mundo. El hilo conductor de los mitos y las leyendas que tienen como escenario el Estrecho de Gibraltar y Ceuta es el de la continua renovación de la vida. A las aguas marinas que nos rodean y a las dulces que discurren por los arroyos ceutíes muchos relatos mitológicos les atribuyen la capacidad de otorgar la eterna juventud. Se trata de una inmortalidad que proviene de la capacidad de revitalización de estas aguas y de la sabiduría que aporta beber de sus manantiales y fuentes. Esta es la razón de que Ceuta fuera durante la época medieval islámica un polo de atracción para santos, sabios, científicos y poetas.
Al ser el patrimonio mitológico y religioso algo intangible, se requiere de espacios museísticos en los que exponer estos argumentos mediante técnicas interpretativas adecuadas y eficaces. Lo inmaterial tiene que apoyarse en la cultura material para acercar a los visitantes al espíritu de Ceuta. Es un gran sinsentido que una ciudad milenaria como la nuestra no cuente en la actualidad con un gran Museo Arqueológico en el que exponer, siguiendo un cuidado discurso museográfico, la amplísima y valiosísima colección arqueológica de nuestra ciudad. Tampoco parece muy coherente que el impresionante patrimonio natural marino de Ceuta carezca de un Museo del Mar en el que exponer sus paisajes sumergidos y su biodiversidad.
Si algunos fueran capaces de superar sus prejuicios culturales, podríamos hacer de la diversidad cultural de Ceuta una marca identificativa para que otros nos reconocieran en el complejo mundo globalizado en el que nos ha tocado vivir. Quizá tendríamos que emprender primero un proceso de reconocimiento colectivo de nuestra propia identidad. Esta tierra siempre ha sido un cruce de caminos en el que se han parado a conversar y convivir distintas culturas y civilizaciones. Aquí tienen otra constante en la historia de Ceuta, junto al ser un lugar vinculado a la renovación de la vida. Vida y diversidad siempre ha ido de la mano. Los ecólogos saben bien que la salud de un ecosistema depende en gran medida de su biodiversidad. En cuando se empobrece la variedad de especies y hábitats el ecosistema entra en un proceso de degradación a veces irreversible.
La actitud altiva con la que algunos miran al vecino reino de Marruecos en nada contribuye al establecimiento de un tratado de buena vecindad, como el que proponen con acierto los sindicatos CC.OO y UGT. Es verdad que el comportamiento de Marruecos con Ceuta y Melilla no es el correcto, pero hay que intentar hablar para llegar a un entendimiento que beneficie a ambas ciudades y a sus respectivos hinterland. Pienso que Ceuta, que es el tema que nos ocupa, puede desempeñar un papel importante en el desarrollo económico de la provincia tetuaní y tangerina. El propio reino de Marruecos considera a Ceuta una ciudad atractiva para la promoción turística de su región más septentrional. En un contexto cultural mayoritariamente musulmán, Ceuta destaca por ser una ciudad de fuerte impronta occidental, aunque con un importante pasado islámico menos visible. Precisamente este pasado puede atraer a muchos visitantes marroquíes interesados por la historia y el patrimonio cultural, al mismo tiempo que pueden disfrutar de una magnífica oferta gastronómica y comercial. En el sentido inverso, Ceuta puede desempeñar el papel de llave que abre la puerta a un mundo en el que la tradición y la modernidad llevan pugnando desde hace décadas.
Precisamente en estos días he leído un interesante artículo de Antonio Fornés, publicado en el año 1953 e incluido en la obra “Magia y superstición. Santos y santuarios de Marruecos” (2006) en el que describía a la perfección el inicio de este fenómeno de paulatina disolución del mundo del cherifismo, el morabitismo y las creencias mágicas. Este proceso ha avanzado mucho desde los años cincuenta del pasado siglo hasta la actualidad, pero aún perdura una tradición antiquísima que constituye un patrimonio inmaterial de gran valor e importancia. Estas tradiciones y costumbres que hunden sus raíces en el mundo pre-islámico siguen atrayendo a muchos occidentales por su carácter exótico y la sabiduría primordial que se esconde bajo el manto de las supersticiones. Creo que sería posible ofrecer desde Ceuta, y en colaboración con empresas y guías marroquíes, productos turísticos innovadores que vayan más allá de estereotipos tan manidos como el baile del vientre en Marruecos o el tablao flamenco en España.
En definitiva, y desde el respeto y reconocimiento al esfuerzo que están haciendo los agentes sociales y económicos de Ceuta, considero que ya va siendo hora de evolucionar en la conformación de nuestro modelo económico y en nuestra posición estratégica en nuestra región geográfica. Les invito, una vez más, a que lean el contenido del plan de recuperación económica de Europa y el proyecto de la ley de transición energética y cambio climático de España. Tampoco estaría de más que hicieran hueco en las mesas de trabajo a otras voces que puedan aportar ideas novedosas y acordes con los nuevos tiempos.
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