El líder de Cs, Albert Rivera,
se ha mostrado favorable al mantenimiento de las devoluciones en caliente en la valla, pero insistiendo en que cualquier medida que se adopte tiene que tener en cuenta la opinión de la Guardia Civil. Resulta que la apreciación de Rivera termina siendo noticia, cuando lo lógico debiera ser que en cualquier asunto vinculado con la inmigración se escuchara la opinión de las fuerzas de seguridad que están a pie de valla y que saben a la perfección cómo se desarrolla ahí su trabajo. Sencillamente se trata de escuchar al que sabe, de atender y entender las opiniones de los agentes que están en la llamada frontera sur de Europa que van a tener más idea que los políticos que gestionan decisiones tan relevantes desde un despacho en Madrid. De ahí vienen los errores, de no tener en cuenta a los que pueden aportar ideas de peso y fundamento para abordar una situación que tiene que quedar lo suficientemente clara para que los agentes a pie de vallado tengan la garantía y seguridad de que trabajan correctamente, sin miedos y sin inseguridad jurídica.
Lo que quizá se le ha olvidado al líder de Cs es que además de atender las impresiones de los agentes de la Guardia Civil, no cabe dejar de lado las voces de las oenegés que también saben lo que es una frontera que, a fecha de hoy, sigue abandonada, sigue dejada y sigue olvidada por una Europa que tiene mucho que decir pero que solo replica y actúa cuando se ve contra las cuerdas.