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La escritora Danielle Mboume presenta su libro: "En África, el activismo es poner tu vida en peligro"

Con a penas 16 años decidió salir de su hogar, en Camerún, sintiéndose una incomprendida entre los suyos. Su condición sexual la hacía diferente en un país que ella misma considera muy religioso y patriarcal. Ahí empezó el periplo de Danielle Nicole Mboume, que narra en su primer libro, La única esperanza, ese camino que vivió y sufrió hasta llegar a Ceuta. Fue aquí, en nuestras ciudad, donde inició su nueva vida y desde donde ha comenzado su andadura como activista de los derechos de los migrantes y del colectivo LGBTIQ

–¿Qué quiere contarnos con La única esperanza?

–La única esperanza no es sólo una trayectoria migratoria, sino también lo que sufren las mujeres y hacer ver que a veces la gente tiene que huir de sus países por la pobreza y no por una indicación. Hay muchos factores por los que una persona tiene que huir de su país. Habla, sobre todo, de mi propia experiencia. Por otra parte, es para visibilidad la discriminación que sufrimos, no sólo por ser mujer, sino por ser inmigrantes, de pertenecer al colectivo LGBTIQ y la xenofobia, tanto en la sociedad como en muchos ámbitos, como el laboral, el administrativo o el jurídico.

–¿Cree que las mujeres que migran saben todos los peligros a los que se enfrentan?

–No. Tenemos poca información sobre estos temas. Hay gente que llega a Marruecos para saber dónde está y si España comienza allí. Hay gente en África que piensa que Marruecos es Europa. Además de esto, hay gente que huye sin rumbo y sin saber lo que les va a pasar exactamente. Por mi propia experiencia, si me dicen que tengo que volver a pasar por ese camino, diría que no, sabiendo lo que se pasa. Mucha gente dice que si en África no ven en la televisión, lo que pasa con la inmigración y no entienden que en la televisión se hablan las cosas del país, no llega esto y hay muchísimas casas y pueblos en África que ni siquiera tienen televisión y aún así salen. También hay gente que engaña, pero hay gente que huye, tiene la obligación de salir. En África no se respetan los derechos humanos, entonces, cuando hay posibilidad de huir, yo pude huir.

–¿Si conocieran los riesgos lo harían?

–Cada uno sabe a qué punto el dolor le puede llegar para decir no. Yo, particularmente y en la mayoría de conversaciones que he tenido con varias personas, si me dicen de volver, yo no volvería. Yo tengo papeles ahora, pero a veces, cuando sufro por el racismo tengo ganas de volver, pero yo no volvería por ese camino. Pero al ser refugiada, no pueden venderme un billete a Camerún, así que tendría que volver por el mismo camino. Muchas personas necesitan mucha información y no la tienen.

–¿Se ha llegado a sentir más discriminada en España que en África?

–Yo soy de Camerún y cuando me fui al Congo, sentí también la discriminación. Cada uno se siente a gusto en su país, así que cuando tú sales… Prepárate. No es sólo blanco o negro, es en todos los ambientes. La discriminación es la persona, los ignorantes. La Unión Europea dice que los inmigrantes tienen que integrarse, pero también tienen que adaptarse a ellos. Cuando llego a un país y me piden integrarme, yo sé que no es una obligación, es un deber mío para poder tener acceso a muchas cosas, pero si me muestran que no se pueden adaptar a mi cultura o a mi forma de ser, es difícil integrarse. Es algo que debe ser mutuo.

–¿Hay lugar para el activismo en África?

–En África, el activismo es poner tu vida en peligro. Ser activista por los derechos LGBTIQ no se puede, es un país muy religioso. Sí consta de activistas aquí, en Europa, donde se pretende tener una ley que castiga por discriminar a un colectivo, como puede ser el LGBTIQ, aunque sigue habiendo gente que te discrimina de manera indirecta y directa. Pero en África, por ejemplo, en el tema de mutilación femenina o matrimonios forzados, la mujer activista no puede levantar la voz. Si la familia practica la mutilación como símbolo de pureza y yo me levanto, por ejemplo, diciendo que paremos la mutilación, cómo piensas que me va a ver mi propia familia. África es un país patriarcal donde en vez de avanzar, estamos retrocediendo. Yo no puedo hablar, porque si hablo, me estoy perjudicando a mí misma y ahora, si hablo, van a creer que he contraído alguna enfermedad occidental. Desde África no puedes defender las cosas porque estás ciega. La mayoría de los activistas vienen a Europa y cuando se enteran de la concienciación, después del empoderamiento y de la sensibilización, ahí ya tienen una herramienta para poder luchar en su tierra. Pero a veces no puedes llegar a ese fin porque creen que son los occidentales los que te están engañando. Entonces, si hablas del activismo en Kenia, te van a decir de dos o tres personas; en Camerún, un activista o dos… Somos muy pocas, pero si hablas de Europa, hay muchísimas. Por eso, si no visibilizamos las cosas, cómo vamos a defenderlo.

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