Queridos hermanos en Cristo y su Amantísima Madre, Santa María de África, ilustres cultivadores y mantenedores de la fe y nuestras tradiciones en esta tierra nuestra, la muy Noble, Leal y Fidelísima. Siento una gran alegría al poder escribir unas pocas letras un año más en estos días de espera ansiosa y cansina, aunque sea desde la diáspora. Expreso a todos el testimonio de mi más alta estima y consideración, reconociendo la importancia de lo que hacéis y lo que sois. En efecto, en la cultura de hoy se refleja una tensión entre el presente y la tradición, que a veces adquiere forma de conflicto. La dinámica de la sociedad absolutiza el presente, aislándolo del patrimonio cultural del pasado, sin la intención de proyectar el futuro. Pero a pesar de los pesares, aquí estamos, a pesar de unos y otros, laicos y clérigos, aquí seguimos, fieles a Ella y a su querido Hijo dormido en su regazo. Pero ya sabemos que nuestro camino no es un camino de rosas, es un camino de cruz para alcanzar la gloria.
Queridos hermanos, imitemos al Santo Cura de Ars, tengámoslo presente muy especialmente el próximo 4 de agosto, su día natalis, e imitémosle cuando rezaba así a su Dios: “concédeme la conversión de mi parroquia, y yo acepto sufrir todo lo que Tu quieras durante el resto de mi vida”. El hizo todo lo posible para sacar a las personas de la tibieza y conducirlas al amor, imitémoslo y sigamos su ejemplo dentro y fuera de nuestra hermandad.
Queridos hermanos, imitemos a María haciendo resonar en nuestra vida su Hágase en mí. Hermanas y hermanos, recuerdo tardes de marzo enderezando clavos oxidados en el poyete del arriate junto a González Tablas en la compañía de Ignasito, que cuando se jartaba me decía, Migue vámonos pa Jaúdenes y compramos un puñao de puntillas y nos merendamos algo en Pecino. Y así lo hacíamos, y tras renovar las puntillas usadas una y otra vez y recicladas otras tantas por orden explícita de nuestro querido y añorado maestro, Pepe Serón, nos disponíamos a seguir con la tarea que nos había mandado realizar el bueno del Prioste de priostes que se quedó prendido en el pecherín de su Esperanza una tarde de octubre muy lejana ya. Recuerdo tardes de abril de subir y bajar una y otra vez las escaleras que nos llevan al cuartillo que está sobre la capilla de Ellos, esos que son el delirio de muchos la tarde-noche del Martes Santo cuando se encuentran cara a cara con su pueblo y nos recuerdan que el resto del año siguen esperándonos en su altar remozado y renovado para delirio de unos pocos afortunados...
Siento que en estos días de soledad me acompañan la devoción y el afecto de todos los fieles reunidos junto a Ella, gracias a la comunión espiritual de la Iglesia, en mi pensamiento llevo hacia tus plantas de Madre amorosa y acogedora de plegarias las preocupaciones y las esperanzas de nuestro tiempo y los sufrimientos de la humanidad herida, los problemas del mundo, y si Dios quiere los pondré como oración sincera a sus plantas cuando vuelva a casa por una cuaresma a punto de extinguirse.
Todavía queda patente en el ambiente el olor a flores recién cortadas y el martilleo incesante de agujetas sobre eneas benditas que soportan frisos y fanales para una Madre que se queda Sola en su palio en negra noche cerrada porque se le ha muerto Nuestra Luz, La Luz del Mundo, y sin darme cuenta he tenido una visión, en ella percibí entre la somnolencia de la bruma que me quedaba dormido en una playa y que despertaba abruptamente en mitad de un mar cuya línea del horizonte se situaba en Jaúdenes, lugar en el que partían para morir grandes masas de agua en el rompeolas de la Plaza de África.
Es llegado el tiempo de la espera que se acaba, que está muy Noble, Leal y fidelísima Ciudad asomada al mar desde el balcón del Hacho, vuelve una vez más y con más intensidad, si cabe, sus ojos hacia el Santuario de esa Plaza recoleta, privilegiado crisol de vientos y contraluces, de mezclas de verdes de hojas de palmeras y magnolios entrelazados con el brillo de los luceros de las noches de abril soñado que nos hablan de Ella, que acrisola el amor, el fervor, las oraciones, los piropos, los anhelos y las esperas de los caballas que la tienen por Madre, Patrona y Capitana, y la veneran con unción desde tiempo inmemorial. Es llegada la hora en que nuestras calles, nuestras recoletas plazas, esos indescriptibles callejones que se abren al horizonte azul y salado de la mar que nos circunda se llenen especialmente de devotas plegarias que hombres y mujeres de esta tierra depositarán con mimo y ternura, a las plantas de sus veneradas mágenes, porque cumplido otro ciclo anual, gozosamente el pueblo de Ceuta se apresta a celebrar sus días grandes en torno a la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Defendamos lo que somos con caridad, pero también con energía!, ¡defendamos lo que decimos ser con obras y no sólo con palabras!. Nos amparan siglos de existencia y seguiremos existiendo porque la fe es capaz de mover montañas, por muy profundamente sencilla que sea esa fe. Encendamos la luz de la hermandad para que en ella encuentren cobijo aquellos que lo necesitan. Invitemos a entrar a todos los que no nos entienden, para enseñarles, desde dentro, el por qué tiene sentido el paso de plata o el derroche del exorno floral, el por qué se aúnan esfuerzos para crear un patrimonio que no pertenece a nadie, pero que es de todos, el por qué es perfectamente compatible esa supuesta ostentación con la lucha diaria por aquellos que no tienen nada, por la justicia social y por la paz de nuestro entorno. Mostremos de una vez por todas, la realidad de que nuestra sangre, sudor y muchas, muchísimas lágrimas andan el camino de cada año y que todo lo que se consigue es gracias a la entrega, al esfuerzo y al trabajo de muchísimas personas que están porque creen en lo que hacen. Seamos auténticos cofrades en el amor a Cristo, en el amor a la hermandad y en el amor a nuestros hermanos. Porque sólo así conseguiremos vivificar la madera de la imagen que veneramos. Esa debe ser nuestra consigna y nuestro afán de cada día en la hermandad: Darle vida a la madera, ser imagineros del amor para que en nosotros encuentren el latido del corazón de Cristo que le falta a la imagen inerte que reposa en los brazos de la Virgen de la Piedad que se nos planta en la Plaza desde la lejanía de Brull…
Tras lo que ha sido unas de mis mejores navidades en los últimos once años, y cuando me estaba desesperanzado en un descanso físico y mental para volver a afrontar la cruda realidad, tras vivir unos días inolvidables, casi sin dejarme respirar, como casi siempre, cuando me encontraba inmerso en mi trabajo cotidiano una fría mañana de invierno TODO SE ACABÓ, y todo volvió a comenzar de nuevo...
En esa noche se gestaron muchos proyectos que ilusionaron mi corazón cofrade e impregnaron mis agotadas pupilas de recuerdos de antaño, ¡Dios mío, ya han pasado cincuenta y tres años!. Sí, así es, llevo cincuenta y tres años al lado de mi Cristo, cincuenta y tres cuaresmas de espera y preparación para celebrar que El lleva toda la vida reinando triunfalmente en nosotros.
A mi Cristo lo recuerdo desde siempre, en los primeros años de mi infancia temprana allá por la segunda mitad de los años 70, andaba yo rondando los nueve años y gracias a un cúmulo de circunstancias aterricé en las manos del que ha sido mi maestro cofrade, don José Serón Sánchez, Pepe Serón, el inaccesible, el cercano, el prioste de priostes, ese loco que me contagió su amor hacia las imágenes de Ceuta, pero en especial a esa Niña morena que lo llena todo cuando te enfrentas a su penetrante mirada cegadora de azabache que taladra mis retinas y me inculca en lo más hondo del corazón que lo último que se pierde es la ESPERANZA.
Sí, es lo último que se pierde aunque te pesen las cruces de cada día, aunque parezcas desfallecer, aunque no veas aparecer en el horizonte a ese simón de Cirene que apuntale tu espíritu débil, quebrantado por el peso de tus pecados y te suavice el tortuoso camino de espinas y cardos que encontramos a lo largo de nuestro peregrinar por estos vaivenes del río de la vida, pero cuando parece que tus rodillas flaquean, cuando tu hombro izquierdo llagado y sangrante te recuerda que sin El no eres nada; estenuado por ese run run que punza nuestras sienes cual corona de agudas espinas que nos atormentan, cuando la soga al cuello se hace insoportable y no te deja a penas respirar; cuando tus pies descalzos no soportan la frágil carga de tu cuerpo, entonces aparece como un relámpago fugaz, envuelto en un halo púrpura, como un lirio temprano de los que nacen al borde del camino, de ese camino que nos lleva hacia Ella, entonces empiezas a notar que lo que te oprime el pecho ya no es la fatiga sino las ansias de vivir a otra velocidad, el estómago se te sube a la boca y esas mariposas de mi buen amigo Carmelo empiezan a revolotear haciéndote cosquillas en las entrañas, porque tu cruz ha dejado de pesar pues la está llevando a tu lado la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ese Bravo León de Judá, el Rey de Reyes...
...Nuestro Padre Jesús Nazareno...
...entonces, de nuevo, por un instante, retorna la alegría de vivir a otra velocidad.
En la tierra sevillana
con mandato en las alturas
Manuel Pineda tallaba
astillas de gloria pura
el ángel de la madera
que en los talleres se apura
contagiando vida eterna
susurrándole a las gubias
exhaló con un suspiro
un barquito de virutas
dibujándole un encuentro
a los pies de su figura
imagen y semejanza
de aquel que entre establo y mula
vino a derramar amores
al hilván de sus costuras.
Espejo de bendiciones
un pañuelo de venturas
respondiendo a las plegarias
huérfanas de la ternura.
Las estrellas de alabanza
en un rosario de espumas
iban mostrando el camino
de su pesebre y su cuna.
Dieciocho de diciembre
y palideció la luna
con la candela que en ascuas
brillaba por las alturas
un Dios de morado empeño
luciérnaga entre las brumas
se entregaba por entero
como un racimo de uvas.
Pastor de redes sin fondo
pescador en la penumbra
un óleo de eternidades
que cicatriza las úlceras...
En loor de multitudes
con hosannas y aleluyas
mi Ceuta así se abrazaba
a la verdad absoluta.
Por fin un Padre abrigando
esas penas que una a una
se derriten como cera
al paso de su figura.
Diciembre se volvió abril
y la nieve en su ternura
dejó que los azahares
dibujaran la amargura
de un leño de eternidades
cumpliendo las escrituras.
Bendito seas Nazareno
en África tu hermosura
la bautizaba su párroco
mientras se dormía la luna.
Zambombas y panderetas
hilvanaban partituras
al compás de las plegarias
cautivas de su andadura.
Y tu hermandad esperaba
mientras tanto, con premura
a aquel que con tres suspiros
levantaría sus hechuras.
Ya mi Ceuta bendecida
descansaba en la dulzura
del que entre cuatro faroles
se bebía sus amarguras.
Y así pasaron los días
y el Señor en su figura
soñaba en un presbiterio
con un rosario de espumas,
las noches del Jueves Santo
repechaban la cintura
del clavel de los quebrantos
más solito que la una.
Bendito seas Nazareno
y mi Ceuta se deslumbra
con el candil de tus sienes
que es el faro en su penumbra,
pero Señor de bondades
danos respuesta a las dudas
que la noche de tus ojos
desconcierta hasta a la luna.
Que la hermandad se consume
cuando el silencio te acuna
y te abrazas a la cruz
en tu amarga desventura.
Yo soy Jesús Nazareno
en Ceuta tengo mi cuna
soy consuelo de los males
y el alivio de las culpas,
soy entrega, soy desvelo
y me bebo la amargura
de las penas de mi pueblo
con un rosario de espumas.
Mi nombre es camino santo
soy pañuelo de venturas
pero la noche del alma
no libra mis ataduras
ando loco en una espera
que me desarma y me abruma
a ver si llega ya pronto
la rosa de la hermosura
Ella se llama Esperanza
es de Sevilla y la gubia
de Castillo la ha traído
para abrigar mis angustias.
Está en casa de Eduardo
presiento su singladura
bendecid pronto su nombre
que muero en mi encarnadura
por ver su cara de almendra
trasminando gloria pura.
La primavera florida
dejó paso en sus costuras
al trigo, semilla eterna
de un corpus de sal y dunas,
ven bendita de los cielos
a librar mis ataduras
que por ti pierdo el sentío
y mi cuerpo transfigura
la redención que en tus ojos
eternamente se acuna.
Esperanza de mi alma
por ti se alejan mis dudas
contigo abrazo el consuelo
y se acaba mi amargura
por ti se quiebran los versos
y el romance se derrumba
cuando en tu paso de palio
un rosario de aleluyas
tembladoramente almíba
el rosal de tu cintura,
el jazmín de tus suspiros
tus ojos de calentura
con el rostro de Dios vivo
entregado a tu mirada
como alimento divino.
Aquella Semana Santa
todo Ceuta fue testigo
de aquel encuentro esperado
entre la Madre y el Hijo
ya no existe el sufrimiento
mis dolores van vencidos
porque amanece en tus ojos
la eternidad del Altísimo
Se acabaron los tormentos
para la muerte, no hay sitio
sólo hay razón de Esperanza
a la luz de tu camino.
Por el cielo te han guiado
para abrigar mis designios
y mis brazos van abiertos
como una rama de olivo,
sabiéndote que a mi vera
vendrás por siempre conmigo.
Arreglaran tu prestancia
cuidando de tus suspiros
los cofrades que a tus plantas
velarán por tu cobijo,
y José Serón de nuevo
vendrá a vestir tus sentidos
y José Durán Ambel
bordará los entresijos
de un paso de palio eterno
sagrado templo bendito,
y luego yo podré ser
el que entre encajes divinos
te arropará las hechuras
conociéndote al dedillo.
Ves que bien vamos a estar
delirio de mis delirios
este santuario será el templo
que vaya amasando el trigo
y convierta las duquelas
en consuelo y en abrigo
allí Señora del martes
se hilvanarán nuestros hilos
salvadoramente atados
al pan de amor de tu auxilio.
Yo soy Jesús Nazareno
el Padre de los designios
el que carga con las penas
sin papeletas de sitio
el que de amores se muere
el del color de los lirios
el que en su túnica lleva
a toda Ceuta cosido
con hilvanes de promesa
y devoción en sus hilos.
Yo soy Jesús Nazareno
aquel que te da el pellizco
cuando alzas la mirada
descubriendo en su martirio
que por su pecho trasminan
las puertas del paraíso.
Yo soy Jesús Nazareno
en este templo yo vivo
y la Señora del martes
la Madre de mis delirios
la hermandad de mis amores
cuida la fe que ha nacido
entre orillas y las playas
de paraísos perdidos.
Yo soy Jesús Nazareno
soy la gloria de Dios vivo
y en Ceuta me quedo yo
por los siglos de los siglos.
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