Categorías: Sucesos y Seguridad

“Es difícil encontrar a alguien perfecto, pero Munir lo era”

Esta madrugada se cumplió una semana desde que Munir cayera abatido a tiros en el Príncipe Alfonso y falleciera a causa de las heridas en el Hospital Universitario.

Una pérdida que ha quebrado la existencia de la familia El Gharbi Mohamed, a la que unos pistoleros le arrebataron la vida con 20 años.
“Es difícil encontrar a una persona perfecta, pero para nosotros Munir lo era en todo”, desvelan Rahma y Malika Mohamed, madre y tía del fallecido, las mismas palabras que aquella fatídica noche trasladaron al equipo médico que intentó salvar al muchacho de los impactos de bala recibidos.
“Un sol de niño”, acierta a decir su madre llevándose las manos a la cara y agitando la cabeza llevada por la incomprensión de lo ocurrido, al recordar el vacío dejado con su muerte, la de un “joven noble que nunca se metía en peleas, se llevaba bien con todo el mundo” y del que nunca recibieron quejas de otros vecinos.
Malika, también con los ojos llenos de lágrimas, retomó el recuerdo de Munir, el mediano de tres hermanos –el mayor de 22 años y el pequeño de 11– que estudiaba en el IES ‘Siete Colinas’ el primer curso de un Ciclo Formativo de Grado Medio. “Era muy buena persona”, destacó antes de decir que era como su hijo y agradecer en nombre de toda la familia el apoyo demostrado por los ceutíes.
A medida que los sollozos remiten, las dos piden “justicia y que los autores sean detenidos lo antes posible”, que el asesinato de Munir no sea uno más, sirva para mover conciencias porque él era “inocente. ¿Quién será el siguiente?”, como clamaron cientos de voces en la manifestación de este lunes. Ambas maldijeron a los “sicarios” porque las personas que hacen algo así “no tienen corazón ni humanidad”.  
A la vivienda familiar, en la Agrupación Este, llegan otros familiares, entre ellos su abuela por la que Munir sentía devoción y siempre ayudaba. “La casa ha estado estos días llena de gente de todos sitios: del centro, de Hadú, del Príncipe... Parecía una boda”, comentó su tía.
Precisamente, el difunto estaba comprometido con su novia Sanaa, a quien pidió la mano el pasado 14 de febrero porque sentían preferencia por esta fecha al ser San Valentín. “La familia con la que iba a unirse mi hijo es maravillosa. Es un honor haber estado con ellos, aunque haya sido por tan corto periodo de tiempo. Munir sabía muy bien lo que hacía. Desgraciadamente, no llegó a cumplir su sueño por culpa de estos malditos asesinos”, explicó su madre presa del dolor.
Estas mujeres se mostraron críticas con las fuerzas de seguridad, en concreto con la Policía Local y Nacional, “porque nunca están en la barriada”. Ambas sostuvieron que aquella noche no había presencia policial porque se habían marchado a cenar y, cuando estaban en la zona, “era lejos, en la farmacia”. Madre y tía insistieron en que los agentes tienen que estar en El Príncipe las 24 horas del día. “Están registrando casa por casa por el padrón y no lo hacen para buscar las armas”, protestaron. Recuerdan que, por la mañana, sí comprobaron cómo un amplio dispositivo estaba desplegado por la zona. “¿Para qué vinieron después? ¿Para vigilar cuatro paredes vacías?”, se preguntaron.
Ahora solo encuentran consuelo en visitar la tumba de Munir en el cementerio de Sidi Embarek. “Hoy iremos a hablar con él, según se dice, los difuntos nos pueden escuchar entre el jueves y el viernes. Le diremos lo mucho que le queremos”.

Al pasar por la calle en la que se desangraba
“Todavía puedo verlo tirado en el suelo”

El punto de la calle en el que Munir cayó por los impactos de las balas contra su cuerpo –corazón y tobillo– está próximo a la vivienda familiar y frente a la casa de sus abuelos, de modo que tienen que pasar a diario por delante del escenario de los tiros que quitaron la vida al joven. “Todavía puedo verle tirado en el suelo, por eso evito pasar por ahí y ni mirar”, confesó su madre. También tuvo palabras de gratitud para un vecino que, tras ver al herido tumbado, rezó El Corán junto a él ya que, al ver su estado, reconoció que el muchacho se encontraba muy grave.

Él se topó con los dos pistoleros de frente cuando salía de su casa

Rahma y Malika, madre y tía del fallecido, dicen a los niños que se vayan antes de narrar los hechos de la fatídica noche en la que perdieron a Munir. Según relató la progenitora, eran las 23.30 y el joven iba a cenar cuando recibió un mensaje de un amigo. En ese momento, se dispuso a salir de la vivienda para encontrarse con él, con la intención de volver pronto. “Antes de salir, delante de la puerta, le pregunté a qué hora le esperaba al día siguiente porque teníamos que ir al centro a hacer unas gestiones”, explicó apenada.
Abrió la puerta, salió al exterior y, cuando se disponía a cerrarla, se topó con dos pistoleros –que ocultaban su identidad, uno con casco y chándal blanco y el otro con pasamontañas y chándal negro– de frente. Rahma recordó que su hijo desapareció en el callejón y comenzaron a producirse las detonaciones. Los “matones” le perseguían corriendo pero, como apuntó Malika, su sobrino era muy deportista –jugaba a fútbol y balonmano– y es posible que los “sicarios” tuvieran que emplearse a fondo para alcanzarle.
De inmediato, su madre abandonó la casa tras él pero no logró verlo, solo le escuchaba gritar: “¡Mamá!”, así como una multitud de disparos que no cesaba. Al internarse en los callejones y no dar con el paradero de Munir volvió al punto de partida, la puerta de su casa. A medida que se acercaba, divisó durante unos instantes dos figuras a unos metros de ella que, en cuanto la vieron, echaron a correr de la zona. “Habían estado dando vueltas por las mismas calles porque no sabían por dónde salir. Por eso sabemos que no eran de la barriada. Sabrían por dónde coger para desaparecer”, concluyó la madre.
“Si llego a saber que son ellos, hubiese corrido para quitarles el casco y el pasamontañas. No tenía nada que perder”, subrayó Rahma. A continuación, los dos se percataron de la presencia de la mujer y se fugaron por un callejón próximo al lugar en el que yacía Munir. Aunque algunos vecinos pudieron verles –sin terminar de destapar sus rostros–, incluso escucharles discutir por teléfono en árabe diciendo “éste no es”, en referencia a la terrible equivocación del objetivo de los pistoleros, nadie salió a socorrer al joven mientras descargaban sus armas sobre el muchacho y minutos hasta que volvió la calma. “Mis hijos y yo, cuando escuchamos tiros en El Príncipe, nos quedamos en casa sin salir. El resto de los vecinos también tienen familia...”, reconoció Rahma.
Recuerdan que la Policía Nacional les dijo que recogieron 29 balas por los callejones que recorrieron detonando, estimaron, “cuatro armas, una de ellas parecía plateada por el reflejo de las luces”.

La persecución por las callejuelas de la Agrupación Este comenzó en la puerta de Munir. Impactos de bala en las paredes de las casas de los vecinos.

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