Hay quienes lo leen, de cabo a rabo, en el sistema tradicional de publicación, el papel, y siguen así un rito que se inició en sus años más jóvenes y en casa de sus padres y, a veces, hasta guardando cola para ello y vigilando si alguien arrancaba alguna hoja que podría ser interesante. Hoy día hay, además, otros sistemas que hacen más fluida la difusión de las noticias, lo cual es bueno, pero a mí me sigue gustando leer el periódico impreso en papel y hasta añoro las salas de lectura de los casinos en los que había Prensa a disposición de los socios, aunque dificultando su desaparición por medio de unos palitroques ligeros que se cerraban sobre el lomo del periódico. Alguna vez, recientemente, he visitado un casino, de estilo antiguo, en el que todavía se mantiene ese sistema de protección. Disfruté mucho con ello.
No creo ser el único que se siente satisfecho leyendo, cada día, el periódico de siempre, el que conoció en los brazos de su padre y que se mantiene como uno de los puntales firmes de su información. Me ha causado satisfacción leer –en un editorial– que al señor Cándido Méndez –secretario general de UGT– “se está enterando de todo por los periódicos” lo cual no deja de ser una afirmación curiosa, cuando menos, en una persona que tiene unas grandes responsabilidades y que, por ello, debe andar muy escaso de tiempo para el placer de la lectura reposada. Porque si la lectura se hace saltándose las líneas y envolviendo un párrafo en un breve entrecomillado eso no es leer sino pasar la vista por unos párrafos de los que se entresaca aquello que resulte más llamativo o interesante a criterio de cada cual.
Sin embargo creo que ese conocimiento no resulta todo lo completo que debería ser para una persona con graves responsabilidades. Necesita conocer, directamente, cuanto hay en este mundo nuestro, como lo hacen otras muchas personas para tomar las decisiones de su vida, tanto las pequeñas como las de gran calado. Es posible que lo haya hecho a lo largo de su vida, pero debe seguir haciéndolo porque la vida de la gente, de todos nosotros, es algo sumamente importante cuando se muestra tal cual es, sin banderolas, ni megáfonos que repiten, una y otra vez, estribillos que son como hojas secas que se las lleva el viento, a veces helado como lo es la indiferencia. Es bueno leer el periódico; creo que sí y además necesario, pero la calle enseña mucho más cuando se va a ella sólo y sin prejuicios. La calle enseña la vida; sus amarguras y sus grandezas.
Si se hubiera dado una vuelta por Cádiz este pasado domingo, 8 de diciembre, habría podido ver cómo se descubría un mosaico en una casa de la calle Santa Cruz de Tenerife en el que se señala que hace cincuenta años empezaron allí su trabajo las religiosas de Santa Vicenta María. Trabajo cerca de las jóvenes sin recursos para que pudieran tener una profesión aunque fuera humilde, pero que las dignificara. Al cabo de cincuenta años de trabajo y de amor a la gente necesitada han construido un edificio que personalmente lo vi nacer y desarrollarse. Allí hay una residencia para chicas jóvenes y aulas para formar a otras personas jóvenes en diversas profesiones. Es un verdadero modelo de atención social que lo han logrado las hermanas de esa congregación a base de esfuerzo personal lleno de amor.
Es bueno leer el periódico y fijarse en noticias como la de esas religiosas que han sabido plasmar en brillante realidad el amor a Dios y todo ello con sencillez, buscando incluso quehacer en otros barrios que tienen necesidades de formación. Es bueno leer el periódico pero mucho mejor acercarse hasta esa residencia y entrar al Oratorio para dar gracias a Dios por la inmensa labor de estas religiosas. Hay que estar en la calle y ver esas realidades. Se siente uno mucho mejor que con la simple noticia periodística, por muy bien redactada que esté.