El PP, ese partido de ocurrencias absurdas, hace un llamamiento a la ciudadanía para responder por carta a Pedro Sánchez y contarle sus problemas reales. Ya saben que donde hay un poco de barro algunos acuden prestos a mancharse, eso es precisamente lo que les gusta a los populares.
‘En legítima correspondencia’. Así llama el PP a esa campaña sacada de la manga para buscar la movilización ciudadana incapaz de obtener de otra manera.
Y qué mejor manera de hacer política, pensarán, que buscar en la población esa vena contestataria que el principal partido de la oposición no tiene.
El paso dado por el presidente del Gobierno ha podido no gustar a muchos. En lo que estamos todos de acuerdo es que ha sorprendido al común de los mortales.
Poner fecha a un periodo de reflexión y detener la acción política de un país resulta complicado de entender, salvo que quiera marcarse una línea roja. Lo que ha ocurrido es algo inédito, y a estas alturas no nos movemos precisamente ante un presidente que actúe sin saber qué hace.
Quizá eso es lo más desconcertante en una sociedad en la que nos movemos sin límites, en espacios dominados por el descontrol.
Al margen de este espectáculo de campañas para el envío de cartas o movilizaciones sociales en la calle con la cúpula socialista transformada en un movimiento de quinceañeros reclamando que nos les arrebaten a su Pedro, hay algo más.
Puede que al margen de dimisión o no dimisión, lo que este país esté haciendo es poner el foco en un debate de límites. Y eso no es dictadura, eso no es mermar la libertad de expresión, eso simplemente es tener respeto.