Alguien habrá que se haya puesto a ver por recomendación, ahora que hay tiempo la serie Breaking Bad, hace muy bien si aún no había tenido el acierto de verla, pero se antoja poco apropiado a estas alturas recomendar una serie ya mítica. Sin embargo, lo que sí que tenemos a mano es la continuación a modo de certero epílogo, con una secuela en formato de largometraje distribuida por Netflix y rodada por Vince Gilligan, el guionista co creador de la serie.
La historia no es imprescindible para el universo creado en torno a estos dos narcotraficantes de andar por casa que se vieron manejando mucho más de lo que esperaban; sin embargo sí es un gran colofón, que se centra en qué fue del personaje de Jesse Pinkman, ubicados los hechos algún tiempo después de lo ocurrido en el último episodio de la serie.
La película no cae en el error de convertirse en un capítulo un poco más largo, y sin perder la esencia del material que la precede (funciona precisamente por saber captar esa esencia donde naufragan otros spin-offs), posee una visualmente poderosa identidad propia, y un sencillo pero cuidado guion que deja muy buen sabor de boca a los que echen de menos Breaking Bad. Pero no se trata de un producto para coleccionistas o para matar el gusanillo de ver algo nuevo, sino un thriller con innegables destellos de calidad.
Y que la acción se centre en el personaje de Pinkman no nos arrebata el placer de reencontrarnos con otras piezas muy conocidas de este tablero a modo de pequeños papeles. Momentos fan.
Tras dar este producto para la historia de la televisión otro spin-off de mucho éxito también, Better call Saul, da toda la meritoria sensación de que todo está medidísimo y de que esta cinta fue rodada a continuación de los hechos de Breaking Bad, y no siete años ya después del final de la serie.
Aaron Paul interpreta de nuevo a este segundón de lujo que al fin obtiene su merecido rato de gloria, tras tanto tiempo a la sombra del profesor, y lo aprovecha perfectamente para aportar a la firma un último empujón que demuestra que algo se podía eprimir aún sin que el zumo supiese a cáscara…
El camino (que debe afrontar su protagonista para cerrar sus asuntos, prófugo de la justicia) es pues una muy buena opción para cerrar círculos y también para echar un buen rato viendo una película sin la sensación posterior de que uno ha perdido el tiempo, que por mucho que nos sobre ahora, no debe ser malgastado en forma alguna.
Puntuación: 7
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