Entrevista Luis Oteyza-Abd-el Krim en 1922 (I)

El Desastre de Annual, ocurrido próximo a Melilla el día 22-07-1921, quizá fuera la derrota más amarga que sufriera nuestro Ejército. Hay historiadores que dieron por muertos entre 8.000 y 10.000 soldados españoles, pero otros indican que, contando civiles y demás víctimas, se habrían producido unos 20.000; un tributo de sangre más que altísimo para que se hubiera investigado a fondo sobre el tema para poder determinar las causas que lo motivaron y para que nunca más vuelva a producirse tan gravísimo descalabro.

Mandaba la Comandancia General de Melilla el general Manuel Fernández Silvestre, (antes mandó la de Ceuta). Se cree que murió o se suicidó en tan tristes circunstancias, dándolo por desaparecido. Los prisioneros que capturaron, la mayoría fueron acuchillados, masacrados, quemados vivos, abiertos en canal o salvajemente vejados y torturados. Hasta hubo casos de canibalismo. Y a punto estuvieron de tomar Melilla, de no haber sido por la rápida y valerosa actuación de las tropas de Regulares y La Legión llegadas desde Ceuta. Nuestros soldados no murieron allí en una batalla a campo abierto, luchando frente a frente, donde el soldado español dio siempre sobradas pruebas de arrojo y valor, teniéndose a la Infantería española como una de las más valientes del mundo. Pero en Annual les tendieron una gran emboscada.

Autores y estrategas han debatido sobre las causas que motivaron tan triste derrota. La mayoría coinciden en señalar como principal responsable al general Fernández Silvestre, por avanzar demasiado rápido, sin antes haber consolidado las 144 posiciones y fortines que ganó en sólo tres meses, adentrándose 130 km, hasta Buy Meyán y Annual. Eso supuso una temeraria penetración, con una dispersión de fuerzas sin tener asegurado el abastecimiento de municiones, víveres y agua; desoyendo a su Estado Mayor que le avisó del riesgo que corrían, pero él solía llamarlo el “estorbo mayor”; también de haber ordenado una retirada demasiado precipitada y desordenada; de haber actuado jaleado por el rey Alfonso XIII, su amigo; de haber emprendido aquella campaña con soldados bisoños, reclutas inexpertos del reemplazo obligatorio.

Desoyó también al Alto Comisario en Marruecos, general Berenguer, que le advirtió del peligro de continuar avanzando hacia el Oeste dejando en la retaguardia a los de la cabila de Beni Said. En un informe firmado por el coronel Morales, jefe de la Policía Indígena y gran conocedor de la zona, más un profesor experto, se comunicaba: “No puede darse un paso más hacia el Oeste dejando a la espalda un enemigo fuerte con elevada moral que en un momento dado podría crearnos un conflicto, ya que el límite Oriental de la cabila no dista más de 30 kilómetros de Melilla. Si lo hacían, los Temsaman y los Beni Tuzín irían a la guerra”. Pero Fernández Silvestre, encumbrado con sus notables avances, no vio con la necesaria clarividencia los peligros a los que expuso sus hombres.

Pero no se crea que Fernández Silvestre era un militar cualquiera. Hasta entonces, había sido uno de los más prestigiosos de nuestro Ejército. Obtuvo en Cuba acreditada fama de héroe. Ganó sus ascensos por méritos de guerra hasta general con sólo 42 años, entonces el más joven de nuestro Ejército; con excelentes dotes de mando y con brillantísimo historial militar. En Cuba le mataron el caballo, lo capturaron los rebeldes cubanos, lo ataron a un árbol y le asestaron hasta once cuchilladas dejándole como muerto. Y antes había recibido hasta nueve heridas de bala. Era un jefe muy aureolado por los éxitos de sus campañas anteriores en Larache y zona Occidental del Protectorado; muy pundonoroso y de noble enardecimiento, que siempre elegía para él el sitio de mayor peligro, teniendo un trato bastante afable y de corazón familiar con sus inferiores.

Si interesante es conocer los motivos de aquel desastre, igualmente lo es saber las causas por las que los rifeños atacaron tan ferozmente y con tanta crueldad a los españoles. Y ahí, parece ser que pasó un poco de todo: animadversión personal entre el cabecilla Abd-el Krim y su familia con algunos jefes militares españoles del Protectorado; también con el propio Fernández Silvestre a pesar de que antes fueron buenos amigos cuando Al-el Krim sirvió como sargento en el Ejército español. Pero la causa principal parece haber sido el hecho de que los españoles estuvieran en aquel Protectorado pacificando el Rif, cuyo líder, Abd-el Krim, se había rebelado contra el Sultán de Marruecos, cuya autoridad desobedecían abiertamente, habiendo proclamando la ilegal República independiente del Rif.

Y a nuestro Ejército le fue asignada por la Conferencia Internacional de Algeciras de 1907 la difícil misión de pacificar la zona y restaurar el orden perturbado; habiendo prestado las tropas españolas destinadas en el Protectorado un gran servicio a la monarquía alauita, hoy representada por el rey Mohamed VI, contrariamente a lo que quisieron hacer los franceses, que incluso intentaron deponer a su abuelo Mohamed V, sustituyéndolo por otra dinastía, que España no permitió, cuya actitud española estimo que, como en casi todo lo demás sucede, aun no ha sido ni reconocida ni agradecida por la monarquía marroquí.

Luis de Oteyza era un periodista nacido en Zafra (Badajoz). Consiguió del dirigente rifeño y su clan familiar en agosto de 1922. Oteyza era un periodista extremeño nacido en Zafra (Badajoz), el 30-06-1883. Fue redactor de varios periódicos (El Globo, La Nación, La Tierra de Cartagena, El Liberal de Barcelona, El Heraldo de Madrid y El Imparcial de Madrid, del que fue corresponsal en Marruecos, con crónicas muy exitosas recogidas después en su libro titulado: “Abd-el Krim y los prisioneros (1924)”. En 1914 regresó a Madrid como redactor; volvió como corresponsal en Marruecos. Fue en 1934 ministro plenipotenciario nombrado por la República y enviado especial en Venezuela, corresponsal en Nueva York de los diarios más importantes de América latina, tras una breve estancia en La Habana. En 1942 regresó a Venezuela, donde permaneció hasta su muerte en Caracas el 11-03-1961.

Oteyza consiguió la primera y única entrevista celebrada por entonces durante los días 1 y 2 de agosto de 1922 con Abd-el Krim. El periodista iba acompañado de Alfonso Sánchez, fotógrafo, y de Pepe Díaz, redactor. Abd-el Krim accedió tras enviarle tres cartas al líder rifeño y pagando a éste un buen dinero, condicionando que la reunión debía celebrarse en el cuartel general de Abd-el Krim cerca de Alhucema. El primer día fueron recibidos por el hermano menor de Abd-el Krim, su mano derecha. También estuvieron los lugartenientes Mohamed Azerkan (el Pajarito) y Maal-lem (Mohamed el Quijote) y otros más protegidos por una blindada escolta que portaban armas y vigilaban en todo momento a los periodistas españoles. Oteyza informó de la entrevista al Alto Comisario, entonces Luis Silvela, general Navarro, 2º de Fernández Silvestre, pidiéndole que esos días no bombardearan Alhucemas.

Habiendo investigado sobre aquella importante entrevista, de la que estuvo pendiente todo el Gobierno español, el Ejército y otros muchos sectores de la población española, aunque en principio fuera silenciada porque querían realizarla por su cuenta y riesgo. Comienzo hoy a reproducirla en los propios términos en los que fue recogida por Oteyza, por parecerme un documento fehaciente de bastante interés, con la fotografía del propio Abd-el Krim con el periodista, incluso algunos fragmentos de la misma manuscritos por el propio líder rifeño, con los que está avalada su autenticidad. Y continuaré publicando su texto íntegro hasta su finalización en varios lunes sucesivos y en los propios términos en que la misma se produjo. Transcurrió así:

Luis de Oteyza entrevista a Abd-el-Krim

Luis de Oteyza

Es la plácida hora en que la tarde refresca, y grato el lugar: una de las galerías de la casa de Mohamed Azarkan, abierta al verde de la Vega y a los azules del mar y del cielo. Con el Pajarito, que en mi honor los ha convocado, me rodean Abd-el-Krim el joven; Mohammedi Ben Hadj, su ayudante en el ministerio de Estado; El Maal-lem, jefe de los guardias del mar; Abd-el-Krim Ben Siam, segundo de Abd-Salam en el ministerio del Interior, y Mohamed Quijote, el comandante de la artillería. Platicamos, o como ellos dicen onomatopéyicamente, nos entregamos al chau-chau. El momento y la ocasión son propicios para obtener informes.

Pregunta (P)—¿Os causaría una gran sorpresa, al atacar Annual, no que la posición cayera, pues al atacarla es porque esperabais conseguirlo, pero sí que todas las demás posiciones se desplomasen también?. (Tomo un sorbo de mi taza, doy una chupada a mi pipa, y espero. Los rifeños se miran unos a otros. Pajarito sonríe. Respuesta ® Al fin, M’hammad Abd-el-Krim toma la palabra:

—Pero, ¿cree usted eso? ¿Hay alguien en España que crea eso?

P: —¿El qué? –pregunto, haciéndome el ignorante.

R: —Que el levantamiento de las cabilas sometidas no estaba preparado –me contesta. (Hago un esfuerzo tal para contener mi emoción, que siento contraérseme los músculos al tirón de los nervios. Logro así que no me tiemble ni la voz, y puedo decir entonadamente.

—Estaba, pues, preparado el alzamiento.

R: —Desde abril –responde M’hammad–. Y crea usted que no nos costó gran trabajo hacerlo. (Cambia unas palabras en árabe con Mohammedi Ben Hadj, quien, volviéndose a mí, dice:

R: —Poco trabajo. ¿Sabes tú? Nadie querer obedecer españoles. Estar quietos por fuerza. Yo, yo decirles que luchar, y todos, todos ponerse contentos. Yo ser el que ir. P: —Pero –pregunto–, ¿y nuestra Policía indígena no se enteró?

R:—Enterarse, claro que enterarse. Y no decir nada. Policía decir lo que querer, sólo lo que querer. Y cobrar duros. Encima cobrar duros. (Ríe Ben Hadj con risa de lobo y ríen los demás. Luego me miran, como extrañados de que no me ría yo con cosa tan cómica. M’hammad Abd-el-Krim, considerando lo que me pasa, me dice: —Es triste, pero así es. Hágase usted cargo. Además, que odian la ocupación. No tiene usted idea de la que les hacen sufrir, de lo que les vejan, de lo que les torturan.

P: — Pero serán excepciones…R: —No, no; son todos. Y la mayor parte sin malicia. ¡Si es que no comprenden! Nuestra justicia es nuestra religión. Ya sabe usted que las leyes todas están contenidas en el Corán. Nuestros jueces son por eso sacerdotes juntamente. Y se pone a ejercer de juez un capitán de mía, que, por desconocer cuanto a nuestros usos se refiere, ignora hasta el idioma. Aun siendo bueno, y los ha habido muy malos, tiene que proceder mal. ¡No comprenden!.

Pero, ¿cómo van a comprender ellos si ni los más encumbrados comprenden? Un detalle, señor: en Nador han hecho una iglesia, que no sé qué falta haría, ya que el poblado no tiene cincuenta españoles y está a un cuarto de hora de Melilla, y en el altar mayor han colocado a Santiago matando moros. —Comprendo lo de que no se lleve nuestra dominación con gusto –digo, sin saber lo que decir–; pero la deslealtad de los que se brindan a servirnos… ¡Que no hubiese uno que avisara de lo que se preparaba!. —¿Avisar?… Bastante se avisó.

P:—Hágame usted el favor, Mahomed. ¿Quiere darme los verdaderos antecedentes de la cuestión?… Ustedes, su padre, su hermano, su tío, eran amigos de España. ¿Cómo y por qué dejaron de serlo? Esta enemistad es lo que ha traído la resistencia de los beniurriagueles, y con ello todo lo demás. Cuénteme. El joven Abd-el-Krim se concentra un momento, y luego habla pausado, pero sin interrupción. He aquí lo que dijo:

R:—Los beniurriagueles no se habían sometido jamás a ningún dominio extraño. ¡Ni el poder del sultán reconocían! Y mi familia, los Abd-el-Krimnes, eran en la tribu la suprema autoridad.

Mi padre, al morir el suyo, tomó el mando. Mi padre era un hombre ilustrado y progresivo, que comprendió la necesidad de civilizar el Rif.

Para ello preparó a sus hijos. Yo, que era un niño, fui enviado a Málaga a un colegio, donde cursé el bachillerato y la carrera de maestro normal, siendo mandado a Madrid después a estudiar para ingeniero.

(Continuará)