La entrevista del anterior Jefe del Estado de España, General Franco, con Adolf Hitler, que tuvo lugar en la Estación ferroviaria de Hendaya, el 23-10-1940, donde Francisco Franco se entrevistó con Hitler en presencia de sus respectivos Ministros de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Súñer y Joachim von Ribbentrop, y cuya reunión fue similar a la mantenida por Franco con Benito Mussolini en Bordighera (Italia) el 12-02-1941, aunque en este caso el interés de Mussolini por la participación española en la II Guerra Mundial (II GM) fue menor, ambas reuniones ponen claramente de manifiesto el denodado empeño de Hitler en formar el eje Berlín-Madrid-Roma, a fin de procurarse el apoyo de España e Italia (los dos regímenes autoritarios de la época) contra los países aliados que finalmente libraron la II GM contra Alemania.
Durante mucho tiempo se nos estuvo diciendo a los españoles que Franco había logrado de Hitler que España mantuviera su neutralidad en tan terrible conflicto bélico, incluso refiriéndosenos la célebre frase atribuida después de la entrevista a Hitler, en el sentido de que éste había declarado que “prefería sacarse siete muelas antes que volver a hablar con Franco”. Sin embargo, tengo en mi poder un documento escrito por el propio Serrano Súñer, en el que claramente se ponen de relieve varias cuestiones antes ignoradas: La primera, que Franco lo que en realidad hizo fue adherirse a la causa de Hitler, para entrar a su favor en aquella cruel guerra que arrasó Europa, quizá obligado por el Füher que quiso adueñarse de todo el territorio europeo; aunque, eso sí, tal adhesión la pactaran de forma secreta, y pese a que después Franco fuera sagazmente capaz de mantener, en la práctica, la neutralidad. A la entrevista, en el vagón del tren del Hitler, asistieron, por parte española: Franco, Serrano Súñer y como intérprete el barón de las Torres. Franco se mostró agradecido al Füher por la ayuda recibida de Alemania en la Guerra Civil española, e hizo el barón de las Torres como intérprete; y, por parte alemana asistieron, Hitler, Ribbentrop y Gross, intérprete alemán. Franco agradeció a Hitler la ayuda recibida durante la Guerra Civil española. Por su parte, Hitler se puso a hablar de forma prepotente, tal como era su estilo, preguntando a Franco hasta qué punto España estaba decidida a prestar a Alemania la ayuda y esfuerzo común que la situación necesitaba de ambos países, invitándole a ingresar en el Eje Berlín-Roma ya formado que, si España accedía, pasaría a ser el Eje Berlín-Roma-Madrid, aseverándole: “Yo soy dueño de Europa, y como tengo a mi disposición 200 Divisiones, no hay más que obedecer”.
Fundamentalmente, tres cosas preocupaban a Hitler: Gibraltar, Marruecos y Canarias. Sobre Gibraltar, aseguró a Franco que el aniquilamiento de Gran Bretaña era cuestión de muy poco tiempo. Gibraltar – dijo – que era una cuestión de honor para el pueblo español; reintegrar a la patria ese trozo de territorio español que estaba todavía en manos extranjeras, debía ser una prioridad absoluta para los españoles, dado que también el Peñón era un punto muy estratégico e importante para la navegación por el Mediterráneo. Con Ceuta y Gibraltar en manos españolas, sería imposible la navegación por dicho mar cerrando el Estrecho. Hitler incluso anunció a Franco una fecha precisa para tomar Gibraltar: sus paracaidistas estaban preparados para lanzarse el 10-01-1941 sobre el Peñón, según lo planeado en la Operación Félix. Cuando acabó, Franco hizo también una larga exposición. Habló de Marruecos y de suministros, preguntando si Alemania estaba en condiciones de enviar a España 100.000 toneladas de trigo. Las consideraciones de Franco irritaron a Hitler. []
Sobre Marruecos, argumentó el Füher, que España, tanto por su historia como por otros muchos antecedentes, era llamada a estar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán, y que, si España entraba en la guerra del lado del Eje, en su día se daría satisfacción. Si bien, esta pretensión chocaba con la posición del gobierno francés de Vichy, porque Hitler no quería enemistarse con el General Petain. Y, en relación con las Islas Canarias, manifestó que aunque estaba convencido que los EE.UU. de Norteamérica no habrían de entrar en la guerra, “pues no tienen intereses de gran envergadura, no era ese el caso de los ingleses, que aunque sufrían de una situación precaria, en cualquier golpe de mano podrían hacerse con las Islas y sería, desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con tanta eficacia se estaba llevando a cabo”. Hitler pretendía que Franco le cediera una de las Islas Canarias para establecer una base, y terminó diciendo a Franco que había llegado la hora de que España participara para tomar luego su puesto en el nuevo orden europeo. Recordó a Franco que durante la guerra española había estado siempre, espiritual y materialmente, a su lado. Franco le contestó que España estaba unida a Alemania con amistad enteramente franca y leal. En nuestra guerra, le dijo: “los soldados españoles lucharon junto a los alemanes e italianos y de ahí nació entre nosotros la más estrecha alianza, que seguirá en el futuro porque nadie podrá romperla y con gusto estaríamos luchando ya al lado de Alemania si no fuera por las dificultades económicas, militares y políticas que el Führer conoce. Hemos empezado con grandes dificultades a prepararnos. Es un hecho que nuestra aproximación al Eje es cada vez mayor como lo demuestra el haber pasado de nuestra actitud anterior a la de `no beligerancia`, favorable a las potencias del Eje, exactamente igual a lo que hizo Italia el pasado año antes de entrar en guerra”.
Franco manifestó su conformidad con los puntos de vista de Hitler le acababa de exponer en relación con el alcance político y económico de la lucha en que Alemania estaba. Respecto a Gran Bretaña, dijo a Hitler que no estaba vencida, y si resistía con tanto empeño era porque esperaba una intervención militar estadounidense. Argumentó que España no podía ceder a nadie el derecho a apoderarse de Gibraltar. Le añadió que únicamente nuestro aislamiento y la carencia de medios más indispensables para la vida nacional habían imposibilitado nuestra acción. “Una concentración de las tropas españolas en Marruecos, dijo Franco, obligará a los franceses a mantener allí unos efectivos importantes inactivos que no pueden así acudir a otros sectores”. Por la noche, Hitler invitó a cenar en su vagón a los españoles. Después de la cena, ya de madrugada, la delegación alemana trotó de forzar a la española a firmar un Protocolo, al que Serrano Súñer se opuso, pero terminó despertando a Franco para consultarle. En principio, también se opuso Franco, pero luego entre ambos llevaron a los alemanes firmado el siguiente texto ambiguo: “1º.-La adhesión de España al ´Pacto Tripartito´, pero manteniéndolo en secreto hasta que se considerara oportuno hacer pública dicha adhesión. 2º.-El compromiso de España de entrar en la guerra junto a las potencias del Eje, que se llevaría a efecto cuando la situación general lo exigiese, la de España lo permitiera, y se diera cumplimiento a las exigencias puestas por nosotros para dar aquel paso”. Aunque no se llegó a un acuerdo expreso y concreto, tras las presiones recibidas de sectores interiores de España, como la Falange, se decidió enviar en junio de 1941 a la División Azul.
Franco no se quedó satisfecho debido a la poca concreción del anterior Protocolo firmado; de manera que el 30-10-1940, siete días después de la entrevista, escribía la siguiente carta al Füher en la que le reiteraba lo que llamaba “legítimas y naturales aspiraciones territoriales en orden a su sucesión en África del Norte sobre territorios que fueron hasta ahora de Francia, por ser España el país europeo más próximo a Marruecos, con mayores afinidades geográficas y con mayores razones históricas, que convierten en derecho legítimo lo que en el caso de Francia no fue sino una intromisión favorecida por un ambiente mundial democrático y plutocrático…, y que parte de lo que reivindicamos le llegó a estar reconocido a España por Tratados Internacionales, en los que la torpeza y la vacilación de los gobiernos liberales españoles le hizo perderlos. Que la Entente Cordiale entre París y Londres había sacrificado los intereses y derechos españoles en Marruecos…No es tierra ni sangre francesa lo que queremos, sino lo que una hábil diplomacia liberal, que colocaba a los propios mandos del viejo Estado español como dóciles instrumentos suyos, nos arrebató con plena injusticia. Reitero, pues, la aspiración de España al Oranesado y a la parte de Marruecos que está en manos de Francia y que enlaza nuestra zona del Norte con las posesiones españolas de Ifni y Sahara”. El documento, que es bastante más amplio, estaba firmado por Franco.
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