Categorías: Opinión

Entre los rescoldos del fuego encontré la esperanza

Estoy bastante indignado con el incendio en García Aldave. Lo que ha sucedido era la crónica de un incendio anunciado. Nuestros montes llevan tiempo en un completo estado de abandono.

La suciedad se acumulaba por todos los rincones como consecuencia de la actitud incívica de algunos ciudadanos que confunde el monte con un vertedero gratuito. En un artículo sobre el incendio publicado en El Faro de Ceuta  hablan del hallazgo de una sartén en la finca Serrano, pero matizan que se trata de un artefacto antiguo, casi arqueológico. Mi pregunta es: ¿solo han encontrado una sartén? Que sigan buscando y encontraran de todo, pues este lugar era un auténtico vertedero infesto, pero no de ahora. No. Lleva así décadas, desde antes de que fuera declarado LIC-ZEPA el arroyo de Calamocarro y su entorno, y muchos años después. En estos años poco o nada se ha hecho para restaurar este espacio protegido. A algunos no le ha interesado la recuperación ambiental de este enclave natural. Habían puesto sus ojos en él para intentar calmar su insaciable búsqueda de dinero y su obscena ostentación de poder, todo ello bien camuflado bajo el eufemismo del “progreso” de la Ciudad y el bienestar de su población. Yo digo: ¡Y una leche para ellos! Sus pérfidas mentes solo buscan dinero, dinero y dinero. Su visión está deformada y completamente ciega para la belleza natural. Lo que para algunos es un espacio sublime de belleza, armonía y vida, para estos yonquis del poder son oportunidades perdidas de acumular más dinero y riqueza.
Éstos son los que han frenado cualquier proyecto serio de recuperación ambiental de nuestros montes. Éstos son los que maniobran a espaldas de la ciudadanía para frenar la aprobación del Plan de Ordenación y  Gestión de los recursos naturales del LIC-ZEPA de Calamocarro-Benzú. Éstos son los que han permitido que existieran núcleos como las antiguas Cochineras donde se acumulaban residuos de todo tipo. Éstos son los que indican a los políticos que  el dinero de todos se tienen que destinar a poner ladrillos y no a reconstruir nuestro patrimonio y revitalizar nuestros escasos espacios naturales. Éstos son los que no quieren que exista una Consejería de Medio Ambiente bien dotada de medios materiales, humanos y económicos. Éstos son los que quieren a un consejero de Medio Ambiente incapaz de asumir este esfuerzo. Éstos son los mismos que azuzan al cancerbero de turno para que desde una privilegiada tribuna dirija todo tipo de difamaciones e injurias contra las asociaciones conservacionistas críticas con el complejo del poder. Sí. El complejo del poder. No estoy hablando de una conspiración oculta. Todo sucede ante nuestros ojos sin que nos inmutemos. El poder político, económico y financiero hacen piña, y no precisamente la que se ha quemado estos días en Ceuta, para alcanzar su común propósito de acumular poder y dinero. ¿Con qué fin? Pues el que siempre ha buscado el poder: imponer a los demás su voluntad y propósito. Su vacuidad interior que no conoce los valores supremos de la bondad, la verdad y la belleza es colmado por posesiones materiales: chalets de lujo, coches de alta gama, comidas y bebidas de alto precio, acceso al lujo, etcétera.. En el fondo, excepto honrosas excepciones, éste es un sueño compartido por buena parte de los integrantes de esta sociedad decadente. Una sociedad de espaldas a la bondad y aliada con la desconfianza; ignorante por propia voluntad; y carente de educación estética, imprescindible para valorar y apreciar la belleza de nuestro patrimonio natural y cultural. La bondad y la belleza, asociadas por los antiguos  griegos, se han divorciado. Nuestras ciudades y su entorno han dejado de ser bellos al mismo tiempo que la bondad, sinónima del desprendimiento y la generosidad, han sido progresivamente sustituidas por la codicia y la avaricia.
Ahora nos horrorizamos al contemplar el resultado de nuestra desidia y abandono del campo. Nuestra oscuridad interior se ve ahora reflejada en un monte carbonizado y lleno de cenizas. Valoramos lo perdido y, quizás, esto nos permita abrir los ojos y nuestros corazones. Quizás sea una oportunidad para reorientar nuestras vidas hacia la renovación de nuestros corazones, la remodelación de nuestras mentes y la vigorización de nuestras manos. Unas manos que deben ponerse en funcionamiento para asumir por nosotros mismos la reconstrucción de nuestros maltrechos paisajes. No debemos esperar nada ni exigir nada al complejo del poder. Es hora de recuperar nuestro poder delegado en manos irresponsables y complacientes con los buscadores del dinero y la riqueza. Los ceutíes somos herederos de una tierra cargada de magia, misterio y belleza. Un lugar increíble como pocos existen en el mundo. No se merece el trato que le estamos dando.
Hace casi un siglo, en el año 1934, unos políticos tuvieron un sueño: convertir a Ceuta en un Parque Natural. Su primer paso fue  promover la declaración de dos montes de utilidad pública en nuestra ciudad, el Monte Hacho y todo el Campo Exterior. Su sueño se fue disipando al mismo tiempo que la idea del desarrollo ilimitado iba contaminando el alma y el corazón de la humanidad. Poco queda de ese sueño. El Monte Hacho ha sufrido importantes heridas y las hienas desarrollistas quieren acabar la faena dándole todas las dentelladas que puedan. Por el otro lado, el primigenio Monte de Benzú e Ingenieros ha quedado reducido a una reserva de apenas de 600 hectáreas, de las que 50 ardieron el otro día. Se encuentra cercado y las mismas hienas merodean sus límites. Triste futuro le esperan a ambos montes si no somos capaces de reactivar el sueño de nuestros antepasados. Tenemos que detenernos a pensar, a meditar sobre nuestro presente y empezar a dibujar nuestro futuro, sin perder de vista que nuestro pasado siempre nos acompañara para lo bueno y para lo malo.
Subamos a lo alto de nuestros montes, cual promontorio del sueño imaginado por Víctor Hugo, y soñemos. Soñemos con un lugar equilibrado y armonioso. Soñemos con un trabajo acorde a nuestras condiciones naturales y nuestra capacidad de carga. Soñemos con unas gentes reconciliadas con la bondad,  al mismo tiempo que reconstruyen el paisaje de su ciudad. Soñemos con unos ceutíes interesados por el conocimiento de su tierra, con los sentidos abiertos a las revelaciones de la naturaleza y con unos sentimientos de pleno amor a la vida en todas sus formas. Soñemos con expulsar de nuestros corazones al odio y el rencor. Soñemos con la restauración de los valores clásicos de la bondad, la verdad y la belleza. Y sobre todo, soñemos. Sí soñemos. Imaginemos una Ceuta distinta, como la que pudo existir en aquellos tiempos en los que nuestra ciudad fue un importante foco cultural y científico, en los que ciertos sabios compartían sus enseñanzas en los numerosos jardines repartidos por la ciudad. Ceuta, cruces de camino, punto de encuentro de mares, de culturas, de continentes, está llamada a ser un promontorio ideal para acceder a los reinos de Olimpo y el Parnaso. Reconstruyamos nuestro orgullo perdido de ser originarios de un lugar fantástico, increíble, pero sin caer en el chovismo y los localismos excluyentes.
Cada nuevo amanecer es una nueva oportunidad que nos brinda la vida para nuestra renovación y reeducación, imprescindibles para abordar con éxito la reconstrucción de nuestro lugar. Ya ha llegado el tiempo de la ethopolítica en el que los ciudadanos estamos llamados a ser sus protagonistas principales. Tomemos el control del escenario. Reescribamos el guión de nuestras vidas hasta ahora escrito por unos pocos según sus insignificantes y mezquinos intereses. Disfrutemos del drama de la vida en un escenario privilegiado y mimado por la naturaleza y la historia. No existe pasado ni futuro. Nuestro tiempo es el ahora y nuestro lugar es Ceuta.
Si nos dejamos llevar por el amor todo cambia. Yo empecé este artículo preso de la indignación y he terminado hablando del amor y la ethopolítica.  Entre los rescoldos del fuego he encontrado la esperanza.  Estoy convencido  que todos podemos hallar esta misma fe en el futuro de Ceuta si dejamos que el denso humo que ha dejado el incendio en García Aldave se disipe y somos capaces de encontrar el camino que nos conduzca a nuestra particular eutopía, en la que sea posible una vida buena (eupsiquia) para todos. 

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