Categorías: Opinión

Entre la esperanza y la inquietud

La abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo abre las puertas a un hecho de extraordinaria trascendencia y proyección futura en la historia de este país. Tras la muerte de Adolfo Suárez y la marcha del rey hemos perdido a las dos grandes figuras que pilotaron la Transición. Aquella ejemplar y generosa transición democrática que poco o nada dice ya a las nuevas generaciones como la propia labor del Rey en aquel intrincado entramado. ¿Llega el relevo en la Jefatura del Estado en el peor de los momentos? Me temo que sí.

Claro que peor habría sido seguir dilatando en el tiempo algo que se debió haber abordado antes.
Se dice y como tal lo comparto, que una gran mayoría de los españoles no somos monárquicos, aunque sí juancarlistas. Bueno, posiblemente ya cada vez menos si miramos a ese importantísimo segmento de las jóvenes generaciones más proclives al republicanismo que quienes vivimos aquel difícil y apasionante viaje a la democracia y la libertad de la mano de Juan Carlos I. Decía Fernando Ónega que precisamente ese debería ser uno de nuestros grandes objetivos, el de tratar de trasladarles ese juancarlismo a esos otros compatriotas de menos edad, como valor de convivencia. Sería interesante.
En medio de la que está cayendo y lo que podría sobrevenirnos, bien valdría a los grandes partidos aplicar, desde ya, esa tan necesaria pedagogía que permita dar la estabilidad que precisa el nuevo rey en beneficio de la gobernabilidad de España.  Y pensando en esa ciudadanía menor de 50 años, parece que no se trata de algo que sea cuestión de edad sino de comunicación y, en ello,  el todavía Príncipe tiene por delante un reto muy importante desde el instante en el que recaiga sobre él la corona.
Ya digo que el relevo en la Jefatura del Estado viene en el peor de los climas posibles. Los tambores de guerra han comenzado a redoblar desde sectores de la izquierda, de grupos emergentes como Podemos, desde los sindicatos y, cómo no, de las fuerzas nacionalistas, abogando por un referéndum al considerar que el momento actual es el más propicio para ello. Una consulta popular que sí que debió haberse realizado hace años, precisamente para legitimar o no esa figura del rey que nos legó Franco. Me refiero a momentos en los que Juan Carlos I, con la aureola de su mejor imagen y condición física, estaba en el corazón de tantísimos españoles como se evidenciaba en todos sus viajes y apariciones públicas. Y una vez pronunciado el pueblo en favor de esta forma de la Jefatura del Estado, parece de lógica que la actual marea republicana carecería prácticamente de sentido.
Un debate, de todos modos que, en cualquier caso, siempre flotará en el ambiente por cuanto creo que somos muchísimos los que de alguna forma nos sentimos republicanos como fórmula moderna, generalizada y democrática en la más alta institución de un estado. Sentimientos que en tantos casos no nos importa dejar aparcados para una mejor oportunidad, pensando en la gobernabilidad y en la deseada estabilidad de un país como el nuestro, máxime en estos momentos de grave crisis económica, paro desbordante, corrupción, secesionismos periféricos, descrédito de la clase política y la irrupción de grupos emergentes con propuestas utópicas y poniendo en tela de juicio nuestro actual sistema democrático.
El tiempo dirá si Felipe de Borbón puede ser ese líder que tanto necesita España, erigido en cabeza visible de un profundo movimiento de renovación y estímulo para la casta política, dando paso a caras frescas, nuevas ideas, a otras formas de gestión pública, y con capacidad y propósito de devolvernos de nuevo la ilusión a los españoles. Preparación, deseos, inquietudes, juventud madura e imagen no le faltan al futuro rey. Ojalá que con él y la severa lección de los últimos comicios europeos nuestra democracia pueda volver a ser la que fue durante los mejores años del reinado de su padre. Ahora o nunca.
Y en clave local, una interrogante. ¿Visitarían los nuevos reyes, Felipe y Leticia, nuestra ciudad tal y como lo hicieran los actuales monarcas en aquel 5 de noviembre de 2007, de imborrable recuerdo para todos los ceutíes? Si por entonces, cuando la figura real iniciaba su caída popular, más de 30.000 personas aclamaron a sus reyes con banderas, vítores y gritos de españolidad, devolviendo así a las pantallas de los televisores unas imágenes ya casi olvidadas y en medio de aquel baño de multitudes que tanto necesitaban, no le quepa la menor duda a los futuros reyes, que otro tanto les sucedería también si decidieran pisar esta tierra tan española y tan leal.
Pero no nos hagamos ilusiones. Me temo que tal visita difícilmente se producirá y no por ellos precisamente. Marruecos, sí. Como siempre la presión de Marruecos. No digamos aprovechando momentos en los que, como nunca en nuestra democracia, la institución monárquica parece estar cada vez más cuestionada.

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