Opinión

Entre Flandes y Guernica

El silencio que la Unión Europea y la comunidad internacional están ofreciendo al drama separatista catalán, es revelador. Muestra que la Unión Europea no es una unión de pequeños territorios desnacionalizados, y además manifiesta que el tratado de Lisboa asegura la integridad territorial de los estados naciones que la componen. Voces como las de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, y de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, han expresado que la UE no pretende ser la unión de unos 95 estados, y que solo España es el único interlocutor ante el drama separatista catalán. Pero además, la voz del Papa, en la reciente conferencia del 28 de octubre sobre Europa, se ha alzado para animar a la Unión Europea a recuperar y fortalecer su unidad y el sentido de constituir una comunidad única e inclusiva y no una colección de pequeños grupos de interés (grupos con agendas nacionalistas, extremistas, populistas, anti-inmigrantes,…). Las palabras del Pontífice provienen, no desde el campo de la acción política sino desde el ejercicio de la solidaridad humana. Solidaridad de las naciones y regiones ricas con respecto a las que son pobres. Solidaridad para la integración de los inmigrantes, solidaridad en oportunidades para los más jóvenes, … En este marco, Cataluña es la quinta parte de la economía de nuestro país, con un 16% de la población de España.

Pero entre Flandes y Guernica, el deseo por la independencia (pretendiendo la integración en Europa) puede ser contagioso para esos pequeños territorios como por ejemplo, Córcega, Tirol del sur, Escocia, Cerdeña, Baviera, Padania, Lombardía, Véneto,…. En este escenario, y en el paisaje de España, el árbol de Guernica simboliza el respeto a la autonomía vasca desde hace ya muchos siglos. Pero la torturada historia que la organización ETA nos ha producido y la gran autonomía que tiene el País Vasco, no dejan ninguna puerta abierta para el ensueño independentista. Una reciente encuesta, realizada a principio del pasado octubre, muestra que el 63% de los Vascos rechazan el proceso catalán, mientras que solo un 22% están a favor. Pero en otro paisaje, en el de Bélgica, el drama catalán puede originar algún tipo de malestar al Gobierno belga. Un Gobierno con una coalición de cuatro partidos, donde se incluyen los Nacionalistas Flamencos. Uno de ellos, Theo Francken, dirigente separatista flamenco del N-VA y secretario de estado para la migración, dio la bienvenida a Puigdemont.

Por ello, no es de extrañar que en el natural ambiente belga, la figura de Puigdemont ha sido contrastada y comparada con dos importantes iconos culturales. Comparada a la estatua del Maneken Pis, que representa al chico perdido y orinando en Bruselas. Y contrastada con el famoso detective y personaje del comic, Tintín. El anterior primer ministro belga, Guy Verhofstadt, los ha diferenciado diciendo que mientras que Tintín encuentra siempre soluciones a sus aventuras, Puigdemont ha dejado Cataluña en un caos y una devastación.

Devastación posiblemente, porque entre Flandes y Guernica, este sueño separatista catalán solo ofrece soluciones fáciles ante realidades complejas (como la secesión y la profunda fracturación de la sociedad catalana). Ya que este fácil sueño populista de secesión está muy lejos de hacer frente a su propia infraestructura, su propia moneda, su propia defensa, su propio control de fronteras,… Es un sueño al borde del precipicio, del que se han esfumado más de 1.900 empresas. Es el sueño de un populismo político utilizado como terapia para hacer frente a la soledad social y espiritual. Para redefinir al ciudadano y a su identidad, creándole dependencia en el ensueño. Y, en consecuencia, mermando sus vínculos familiares, de amistad, o los de sus propias creencias en la vida diaria.

Sin embargo la estrategia del sueño continúa. Puigdemont acepta el desafío democrático de las elecciones del 21 de Diciembre. Pero decide permanecer en Bruselas por sus razones de libertad y seguridad, ostentando ser el Presidente legítimo de su República de Cataluña. Y al otro lado del Atlántico, Oriol Junqueras publica un artículo con fecha del 1/11/17 en The New York Times como vicepresidente de Cataluña. Afirmando que Carles Puigdemont y Carme Forcadell continúan siendo presidentes, respectivamente, y que tarde o temprano habrá una consolidación de la justa y democrática Republica de Cataluña.

Y el culebrón sigue con la petición de arresto y entrega de Puigdemont. Los resultados de las próximas elecciones del 21 D, son impredecibles. Pero nuestro país tiene la fortaleza de haber superado el golpe militar del 1981, el violento conflicto separatista vasco y casi la reciente crisis económica. Y afrontará el desafío de su integridad territorial en una progresiva Unión de naciones Europeas.

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