Clamar en el desierto tiene pocos efectos prácticos. Sin embargo, en el ámbito del espacio de debate público, es un deber. Las corrientes de opinión, abrumadoramente dominantes, impuestas en la sociedad de manera ilegítima mediante el ejercicio continuado del poder, deben ser contrapesadas. Al menos de manera testimonial. No se puede caer en un silencio resignado, devenido en cómplice de los sepultureros de la verdad. Nada cuanto voy a escribir a continuación es nuevo. Y sin embargo, es oportuno volver a exponerlo. A partir de ahí que cada cual siga pensando lo que crea conveniente. Pero sin la tranquilidad de conciencia que infunde la ignorancia (real o intencionadamente prefabricada).
La denominada “crisis catalana” y sus posibles soluciones, ha vuelto a situar la revisión (o no) del modelo territorial de nuestro país en la primera línea de las prioridades políticas. De hecho, hasta se ha constituido una comisión al efecto en el propio Congreso de los Diputados. Siempre que sucede esto, reaparece el incómodo fantasma del reconocimiento institucional de “Ceuta y Melilla”. ¿Qué son? ¿Qué serían? ¿Qué deberán ser? ¿Cómo quedarían encuadradas en un estado federal o en cualquier modelo alternativo? Nadie tiene respuesta para estas preguntas.
O mejor, dicho nadie quiere responder abiertamente a estas preguntas. Hablar públicamente de Ceuta y Melilla es poco recomendable. “Mucho que perder y poco que ganar”. La verdad no es agradable y es difícil sostenerla sin pagar un coste excesivo. Los ceutíes, por nuestra parte, hace ya tiempo que decidimos asumir la “venda en los ojos” como una parte consustancial de nuestra identidad. Vivimos fundidos con una mentira existencial en una especie de espejismo que nos proporciona la “paz espiritual” imprescindible para subsistir. Somos la hipocresía en estado puro y superlativo. Por eso es necesario recordar.
Con motivo del debate territorial recientemente abierto, Julio Anguita, ha dicho que Ceuta y Melilla son “Entes raros y extraños”. Y como es habitual, cada vez que alguien osa decir la verdad, los fariseos del patriotismo ceutí, se han lanzado al ataque desenfrenado contra quien, según ellos, nos ha insultado de gravedad.
Antes de continuar. Seis hechos objetivos.
Uno. El artículo 137 de la Constitución dice que “El estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan” (busquen ustedes el concepto “Ciudad Autónoma, a ver donde lo encuentran). Dos. El artículo 68.2 de la Constitución dice: “La circunscripción electoral es la provincia. Las poblaciones de Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un diputado” (la representación no está vinculada al territorio como en todos los casos, incluidos los cabildos canarios, sino a las “poblaciones”, que es una manera de esquivar el reconocimiento explicito de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla).
De igual modo se establece en el artículo 69.4 para el caso de los senadores. Tres. Ceuta y Melilla son los dos únicos territorios españoles excluidos de la Unión Aduanera. Cuatro. Ceuta y Melilla son los dos únicos territorios españoles excluidos del “espacio Shengen”. Cinco. Ceuta y Melilla son los dos únicos territorios españoles excluidos del “paraguas de la OTAN”. Seis. Ceuta y Melilla son los únicos territorios (probablemente del mundo) que no tienen marcadas “aguas territoriales”.
Todo esto se ha pergeñado y consolidado bajo el “pacto de estado” suscrito entre los partidos que han gobernado España desde que se recuperó la democracia, Partido Socialista y PP (por riguroso orden de mayor tiempo en el poder), para mantener un “estatus quo” que satisface momentáneamente los intereses anexionistas de Marruecos y evita conflictos y confrontaciones con el “aliado” y “amigo” del Norte de África. Y con el apoyo explícito y masivo de la ciudadanía ceutí, expresado reiteradamente en las urnas eligiendo diputados y senadores que compartían, asumían y defendían con vehemencia la idoneidad del estatus actual de Ceuta y Melilla.
Pero claro, lo que realmente resulta indignante es que gente como Julio Anguita, o los de Podemos, o similar, nos llamen “raros”. ¡A nosotros!, paradigma de la normalidad política y administrativa allá donde se nos quiera comparar. Ridículo.
Ceuta se convirtió, porque así quisimos, en una comunidad de zombis que pasamos desapercibidos para todo el mundo, portadores de un fingido y endogámico orgullo, mientras esperamos apaciblemente el dramático desenlace final.
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