El cementerio de Sidi Embarek ha acogido este sábado el entierro del varón que fue encontrado esta semana en la playa del Tarajal, en Ceuta. No se ha podido identificar, ni se le ha podido relacionar con alguno de los jóvenes desaparecidos en las últimas semanas intentando sortear los espigones que separan nuestra ciudad de Marruecos. Murió ahogado –tal y como ha concluido la autopsia que se le practicó-, no portaba documento alguno u objeto que pudiera conducir a su identidad. Cuando fue encontrado, llevaba ya bastante tiempo muerto en el mar.
Así, sin identificar, sin poderse conocer su historia, se le ha dado sepultura. Allí, en Sidi Embarek, conducido por la Funeraria Al-Qadr, se ha rezado a este hombre y se ha procedido a su entierro, cerca de donde están enterrados otros inmigrantes cuyos cadáveres han sido encontrados en la costa de Ceuta. En algunos casos sí se consigue saber su identidad para descanso de sus familias, en otros se les da una despedida digna pero sin que nunca se pueda saber quiénes eran.
La Policía Judicial de la Guardia Civil abre investigaciones de cada uno de los casos acontecidos en la ciudad. Intenta, a través del Laboratorio de Criminalística, conocer quiénes eran, desandar ese camino en una labor importante para poder cerrar estas historias como se merecen y, sobre todo, culminando las incógnitas que mantienen en vilo a muchísimas familias. Esa es la gran labor callada de muchos, la gran labor para evitar la agonía y el sufrimiento de muchos.
Las denuncias de desaparecidos son cada vez más. Las cursan padres, hermanos o esposas de jóvenes que se arrojaron al mar pretendiendo cruzar los espigones de Benzú o de Tarajal para llegar a Ceuta y de los que nunca jamás se supo. En este caso, el fallecido no portaba traje de neopreno, quedando su historia en la más pura incógnita, en el desconocimiento de confirmar si era un inmigrante que entraba en Ceuta o, como también está sucediendo, se trataba de un atrapado que pretendía regresar a su país. La Frontera Sur suma desgracias recrudecidas desde que se cerró el paso fronterizo del Tarajal.
Desde esa clausura que nunca se pensó que duraría tanto han sido muchas las historias que se han agolpado: nombres, horas, fechas, llamadas… Lo peor es eso, no saber qué ocurrió con quienes comunicaron a sus seres queridos que marchaban a Ceuta y no llamaron para decir que lo habían conseguido. El camino se presenta corto, parece fácil, pero ese pequeño tramo que en ocasiones se cruza casi a la carrera, se ha llevado ya las vidas de demasiados. Vidas truncadas atrapadas además en el silencio. Esto está ocurriendo en Ceuta, una auténtica sangría, aunque haya quienes no calibren aún sus dimensiones.
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