El escritor portugués Saramago regaló al universo de la literatura una novela que nos haría pensar sobre el verdadero significado del juego democrático y la esencia del pueblo que lo sostiene.
El argumento del libro es “una reflexión sobre los mecanismos del poder y las actitudes de los gobernantes ante una posible revolución pacífica protagonizada por un pueblo desesperanzado e incrédulo en medio de las elecciones que legitiman la democracia”.
Después de haber estado en Granada en el Tribunal de Selectividad he vuelto, como todos los veranos, a la tierra de mis antepasados. Elche y Ceuta tienen historias muy comunes: amalgama de culturas distintas, ciudades de acogida, gentes que emigraron o recalaron en este pueblo rodeado de palmeras, afincado en un oasis bañado por el Mediterráneo.
Hace unos días solicité una entrevista con el Alcalde ilicitano; tenía el propósito de hermanar las dos ciudades y acercarlas en la distancia para viajar en la alfombra voladora y otear todo lo que nos une en la distancia.
Y es precisamente ahora en el momento en que Ceuta es protagonista en los medios de comunicación: Abascal es declarado persona non grata, insultos en la Asamblea, amenazas, acusaciones de unos contra otros.
¡Que imagen más distorsionada de la realidad!
Yo, que vivo y trabajo en Ceuta, me pregunto hasta cuándo podremos resistir esa oleada de odio llevada a las instituciones.
¿Qué está sucediendo? Una sociedad en libertad debe tener unos límites de tolerancia. No podemos acostumbrarnos a pensar que todo vale en aras de la libertad de expresión, no podemos tolerar la banalidad del mal en el que se menosprecia y acusa a parte de la población criminalizándola por su manera de entender el mundo.
Nuestras calles no pueden ser territorios minados de sospechas. Los barrios, parques, el inmenso mar que nos vigila y protege debe prepararse para resistir este Tsunami fascista, racista, supremacista e Islamófobo que campa cual pandemia sin control.
Ceuta debe conquistar de nuevo la libertad ganada, la tolerancia aprendida, el talante de la convivencia, la magnitud de la solidaridad.
Nuestras culturas nos enriquecen bajo la grandeza de lo cosmopolita.
También Saramago, en otra de sus extraordinarias novelas "Ensayo sobre la Ceguera" nos relató una enfermedad que afectaba a la sociedad, esa ceguera blanca que describe, no significa la supresión total de la visión, sino aquella repleta de luz que puede ser esperanza de conocimiento nítido de lo real, porque no se trata de un problema de ojos, sino de conciencia.
Estoy seguro que pase lo que pase, volveremos a recuperar la capacidad de ver y la posibilidad de mirar sin ira.
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